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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

(C)alentando la próxima Mesa Sectorial de Educación

Manifestación de STEILAS, ELA y LAB en Bilbao

Pablo García de Vicuña

Siempre he pensado que la expresión “tragarse un sapo” estaba vinculada a personas que con cierta responsabilidad política, económica o social se desayunaban una mañana con noticias desagradables que, bien cuestionaban su trabajo cotidiano público, bien eran sorprendidas con decisiones de contrincantes que despreciaban su labor. Pues, no. Resulta que también uno, insignificante gota en el océano ciudadano, puede y debe sentirse obligado a aceptar un hecho que le genera fastidio (“¿Qué hago? ¿La despido con cajas destempladas o me trago el sapo?” 'La Tía Julia y el escribidor', 2016) y debe desayunarse un batracio que nunca se convertirá en princesa (permítaseme la licencia cuentil).

Ocurrió la mañana del caluroso domingo pasado, mientras disfrutaba de un café en una terraza veraniega. El sapo –con perdón-, era la entrevista con Olatz Garamendi,  viceconsejera de Administración y Servicios del Departamento de Educación del Gobierno vasco, aparecida en el diario El Correo. El titular de la noticia ya prometía juego: “La huelga no está justificada, los profesores (supongo que también se refería a las profesoras) tienen buenas condiciones laborales”. Y la respuesta a la primera pregunta de la periodista, negando los recortes educativos, confirmaba lo esperado: la Administración educativa vasca vive en una realidad paralela a la que percibimos diariamente más de 25.000 profesionales de la educación pública autonómica.

¿Cómo, si no, entender la utilizacion de eufemismos para no denominar a las cosas por su nombre? Vayamos con el primero: los recortes. Para la entrevistada, es políticamente  más correcto hablar de medidas de ahorro, en vez de usar un término tan rudo por el uso excesivo que hacemos los sindicatos (quizás deberíamos agadecer que no se haya referido a la primera acepción del mismo –acortar lo que sobra de algo- y haya sintonizado mejor con el de reserva económica-).

Otro ejemplo: las condiciones laborales. Aquí, la treta es otra: azuzar el desprestigio docente ciñendo el término a vacaciones, horarios y retribuciones (¡con lo mal que sientan al conjunto de la sociedad, tales recordatorios!) y olvidando deliberadamente lo que es salario diferido (¿Itzarri, por ejemplo?), carrera profesional (reconocimiento explícito del valor del trabajo docente) o complementos por Incapacidad transitoria (recortados unilateralmente por el Gobierno Vasco sin estudio previo que lo justificase y ante el endémico mal social que es el absentismo laboral). Tres ejemplos donde la propia Sra. Garamendi podría haber entrado si hubiese tenido interés –dado que son competencia exclusiva del gobierno autónomo-, sin necesidad de despejar balones hacia tejados ajenos, como hace cuando responsabiliza al Gobierno de España –con su inexcusable cuota de responsabilidad, por cierto, en otras cuestiones mencionadas y recriminadas cuando ha sido necesario hacerlo-.

¿Cómo deberíamos tratar, señora vicenconsejera, por ejemplo, las reducciones de plantilla entre el Profesorado de Pedagogía Terapéutica, realizadas al aplicar criterios restrictivos en la consideración de las Adaptaciones Curriculares Individualizadas (ACIs) al alumnado de necesidades educativas especiales? ¿Y la superación con un margen del 10% por aula de la capacidad máxima de alumnado de Infantil? ¿Se atiende igual a 15 niños/as que a 22? ¿Podemos mencionar que desde unos cursos atrás y sin ninguna consideración negociadora se incluye al alumando repetidor sin que se le cuantifique a la hora de ratio aula/profesor/a? Si su número no cuenta –independientemente de que sean uno o cuatro por aula- significa que no se les debe atender igual –si no mejor, aún- que al que promociona por edad y curso? ¿Cómo debemos llamar a estos cambios impuestos sin negociación? ¿Medidas de ahorro, es más eufónico, quizás?

Tercer ejemplo: mencionar a través de la prensa  asuntos de negociación que parecen perderse  después en cajones de despacho o por pasillos laberínticos de Lakua, pero que no acaban de llegar a su lugar: la Mesa Sectorial, único espacio legitimado para la negociación entre Administración y sindicatos de enseñanza vascos. Así, la viceconsejera se ha despachado a gusto, hablando en la entrevista de ratios, de estabilidad, de sustituciones y de formación, pero debería consultar la hemeroteca para recordar lo que ofreció en anteriores ocasiones [Consúltese, si se desea, la hemeroteca posterior al 4 de mayo, anterior Mesa Sectorial. Si se pretende saber más, las webs de cualquier sindicato de enseñanza en el desierto negociador desde 2013, cuando la Administración nos “despidió” tras una sesión en la que se presentaba con dos folios de modificación del actual Acuerdo negociador, caducado en 2010 con un sintomático símbolo en su final: (…)]: migajas, restos sin sentido que ofendían la buena disposición inicial de la contraparte negociadora.

Última cuestión: Olatz Garamendi reconoce públicamente una carencia en la gestión de la Administración de la que es valor sustancial: no haber sabido llegar a buena parte de las familias, especialmente las significadas a favor de las demandas sindicales en este conflicto. Pero, fíjense, lo que está recalcando la viceconsejera es la autocrítica  ¡por no haber sido capaces de convencer a las familias de que están equivocadas defendiendo tal postura! Como dice el viejo refrán, el problema no reside en cambiar de pastor, sino en que el rebaño sea de buena calidad. O sea, antes de que ciertas familias sigan asumiendo las ideas reivindicativas de los sindicatos-, pastoreémoslas convenientemente. En el fondo, no debería extrañarnos la altísima autoestima que el personal gerente de esta administración tiene de sí mismo; es consustancial a la ideología del Partido-Guía, ya ensayada en otros lares: cuando, tras el discurso, no se nos siga, será porque no nos hemos explicado convincentemente y será necesario informar (¿formar? ¿deformar?) de nuevo.

Y es que de eso se trata: aparentar una administración dispuesta a dialogar, pero ofrecer en realidad posturas intransigentes que bloquean, de inicio, el necesario clima de tranquilidad para sentarse en una mesa de negociación. No es generar “buen rollo” dudar de la voluntad de quienes desean explorar las posibilidades de una acuerdo –cuestión nítidamente citada por la viceconsejera en el diario y atribuida a la parte sindical-. Pero merece la pena insistir en el argumento si con ello abrimos nuevas expectativas y aclaramos malentendidos.

Algunos/as asisitiremos a la cita del próximo 23 de junio con un baño de realismo  (tal y como se nos pide): convencidas/os de que mejorar la calidad de la educación pública vasca pasa inevitablemente por una adecuada promoción de la carrera docente, por una reducción significativa de la inestabilidad y eventualidad de las plantillas de los centros escolares, por una sustancial renovación de los equipos directivos con proyectos educativos significativos y autónomos, por la retirada del proyecto pedagógico Heziberri 2020, por un equilibrado  y equitativo reparto del alumnado en situacion de riesgo social y por una inversión presupuestaria que se acerque rápidamente a los estándares europeos.

Habría sido de agradecer un poco más de autocrítica por parte de la Viceconsejera de Administración y Servicios de la Consejería de Educación en esa entrevista. Aunque sólo fuese por reconocer que más del 50% de personal docente que trabaja bajo su responsabilidad ha secundado la mayoría de las acciones reivindicativas propuestas por los sindicatos de enseñanza.

Además, se ha echado en falta una mínima porción de humildad. Porque como bien señala Francisco Imbernón ['Ser docente en una sociedad compleja. La difícil tarea de enseñar'. Grao, 2017], “Este discurso (basado en los tópicos de trabajo fácil, y escaso, tantas vacaciones, con buen sueldo y seguro) no provoca unicamente indignación sino que puede afectar y minar un factor muy importante para la educación: el compromiso, la dedicación y la voluntariedad. Y como empiece a fallar eso fallará todo el sistema educativo”. También el alumnado saldrá entonces perjudicado, me atrevería a concluir. Y entonces ¿seguiría valiendo el topicazo de que son los sindicatos los responsables?

 

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