Mañana 11 de septiembre de 2013 se celebrará una Diada que como hace 35 años en 1977 movilizará a miles de personas. Miles de personas. Esa será la única coincidencia entre las dos celebraciones.
La de 1977 fue una convocatoria totalmente unitaria y plural. Cerca de un millón de personas estuvimos allí. Todo el abanico político de la época se unió para reclamar la autonomía para Cataluña. Muchos desconocíamos la significación de la fecha, como también desconocíamos el origen de la fecha elegida para el Aberri Eguna.
Sabíamos de su origen nacionalista pero pensábamos que era una ocasión para la alianza entre fuerzas diversas, para materializar las consignas centrales de la lucha de restauración democrática: “Libertad, Amnistía y Estatuto de Autonomía”. En aquellos tiempos la Diada y el Aberri Eguna eran oportunidades para reivindicar espacios para la convivencia plural y para ensanchar las libertades recién estrenadas.
Aunque no éramos nacionalistas aceptábamos ir abanderados con la Senyera y la Ikurriña porque eran símbolos de unidad, progreso y solidaridad. Apostábamos por una España plural donde cupiesen todas las identidades. Valorábamos la riqueza y la diversidad de los pueblos de España frente al centralismo y la uniformidad impuesta por el franquismo.
Teníamos la convicción…
Esa manifestación plural y unitaria de 1977 fructificó en 35 años de desarrollo, progreso y convivencia para Cataluña y España. La de 2013 nace con el estigma de la división y de la ruptura y dudo que fructifique en más convivencia, más progreso y más desarrollo. Tanto en 1977 como en 2013 el punto de partida es un contexto de fuerte crisis económica. La apuesta de 1977 fue unidad desde la diversidad dentro de España. Diversidad desde la unidad dentro de Europa.
Y ahí están los frutos: superación de la crisis, reconversión industrial y olimpiadas incluidas, inclusión en la Unión Europea y modernización del País.
¿Hubiéramos tenido mejores resultados yendo cada autonomía/ nación por su cuenta? La apuesta de 2013 (vía catalana) es ruptura para preservar y desarrollar la identidad y a partir de ahí, sin el lastre español, conquistar mejores cotas económicas. Dicen. La fórmula de 1977 de suma, esfuerzo, cooperación ha demostrado su eficacia.
La de la ruptura puede ser un deseo legítimo pero se convierte en un cheque en blanco para lo que están recortando los servicios públicos catalanes. Como dicen algunos amigos catalanes, que nadan en la confusión de desconfiar de los promotores y no aparecer como contrarios al derecho a decidir, más importante que decidir sobre la cuestión territorial les gustaría hacer un referéndum sobre el sistema económico. Porque lo importante para algunos de nosotros no es donde se reparten los beneficios, y las pérdidas, sino cómo se reparten, y eso nunca está en el orden del día. Y con la que está cayendo va siendo hora de invertir el orden de prioridades, primero resolvemos la cuestión económica y luego la cuestión nacional. Es decir, si yo viviera ahora en Cataluña no iría a esa manifestación encadenada.
Pero dicho esto. Admitiendo que han pasado todos estos años y que hay que revisar y actualizar los sistemas políticos, sociales y económicos que arrancaron en 1977, busquemos de nuevo una fórmula unitaria dentro del marco de convivencia actual.
Creo que puede y debe haber una vía española que dé cabida a las demandas de todos los territorios y de todos los ciudadanos.
A esa manifestación me apuntaría de nuevo.
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