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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Enseñanzas del 8M

Manifestación en Zaragoza con motivo del 8M.

Pablo García de Vicuña

El Diccionario Larousse nos dice que por enseñanza se entiende también el ejemplo o suceso  que sirve de experiencia o escarmiento. El 8 de marzo de este año, en mi opinión, ha dejado un reguero de esas experiencias. Veamos algunas.

La nitidez del mensaje transmitido, por empezar fuerte. Millones de mujeres han tomado las calles españolas expresando con claridad su propuesta contra de la discriminación, el acoso, la subordinación y la violencia protagonizada por el hombre. Han mostrado su hartazgo, han buscado la solidaridad de género, primero, y la del compañero, después; han reivindicado el lugar que como ser humano la sociedad les debe. Y en esa transmisión de principios, han contagiado su entusiasmo por invertir el estado actual de postergación que sienten en infinidad de acciones públicas y privadas. Han vencido temores, roto silencios y despejado dudas: la calle es suya por decisión propia.

Otra enseñanza interesante ha sido la desmitificación del feminismo. Esta ideología, tan encumbrada como vilipendiada, ha conseguido protagonizar con su discurso la reivindicación de la jornada. Pese a los intentos previos del gobierno de Rajoy de criminalizar la convocatoria, de restarle credibilidad, de confundirlo –de forma intencionada- con otras propuestas vanguardistas, primero y de unirse al carro del éxito, después; pese a todo, el feminismo ha salido triunfador.

Sin dudar de que la variedad de convocatorias sindicales llamando a la huelga coadyuvó al éxito sin precedentes, el mérito principal le corresponde al movimiento feminista.  Reclamar con insistencia la igualdad de hombres y mujeres –ya recogida en el artículo 14 de nuestra Constitución, aunque nunca conseguida- no es aplicar una ideología excluyente, como criticaban voces temerosas, sino buscar la justicia social. Y todo ello pese a conocer cierta advertencia episcopal de tratarse de un movimiento que se encontraba poseído por el diablo.

Presionar para que las instituciones públicas defiendan el espacio laboral como un lugar neutro, sin dominio exclusivo de lo masculino, no es un intento de bascular el péndulo hacia el lado opuesto, sino una obligación para quienes deben proteger la correcta relación de cuantas personas pertenezcan y se manifiesten en tal ámbito. Es decir, obviando decididamente argumentos penosos como el esgrimido por el antiguo secretario de Hacienda de la Generalitat, actual diputado de ERC, a la hora de elegir a la futura Consejera de Educación catalana.

Exigir una mejora de la lucha contra el acoso sexual es una reivindicación humana, que trasciende a la mujer, pero que la dignifica en cuanto víctima abnegada. Que la violencia machista haya provocado desde 2002 más muertes que el terrorismo sin que se haya producido aún una revolución social, sólo explicita el escaso eco mediático que tal hecho supone y deja la interrogante abierta de si hubiese sido igual de ser casi mil los hombres asesinados. “Nos quitaron tanto que acabaron quitándonos el miedo”, clamaba una pancarta el pasado jueves por las calles de Bilbao.

El 8M también nos deja una reivindicación desde el carácter festivo e intergeneracional.  Desmintiendo a cuantos agoreros pronosticaban una jornada conflictiva, de alto voltaje, ésta transcurrió con la normalidad como protagonista. La marea humana que inundó los espacios públicos buscaba la reivindicación festiva, el mensaje contundente, pero de “buen rollo”, la disputa del poder desde la reclamación alegre. Y este es un importantísimo logro, porque ahí estaban, en numerosas calles españolas, mujeres que habían llevado hasta entonces en silencio su malestar, su inferioridad y su menosprecio; abuelas que acompañaban orgullosas a nietas en sus primeras escaramuzas públicas, mientras repasaban la lista de agravios sufridos en soledad; jóvenes reivindicativas, en fin,  aún impactadas por la presencia de sus mayores, a las que se habían acostumbrado a ver calladas, cabizbajas y molestas. De esa camaradería intergeneracional salen nuevas enseñanzas a las que conviene seguir de cerca: la falta de rivalidad, cuando el objetivo es común, la solidaridad de género pese a las diferencias culturales a la que obliga la edad.

Por último, señalar también el malestar sentido ante la constatación de la falta de muchos hombres en las manifestaciones vespertinas. Porque no vale como disculpa que se encontraban en casa, siguiendo las instrucciones de cesión del espacio y del tiempo a las verdaderas protagonistas. Eso ya había ocurrido durante el resto de la jornada. La hora era propicia para mostrar solidaridad con quienes son, con diferencia, objeto de segregación social. Hubo quienes se sintieron no interpelados antes las manifestaciones por identificar erróneamente machismo y violencia. Quien así lo interpreta, no hace sino confundir abiertamente el tocino con la velocidad.

Es posible que se considere a salvo de la etiqueta machista por reconocerse no violento frente a las  mujeres, pero se olvida de la importancia que los detalles, casi imperceptibles, evidencian en infinidad de ocasiones el tratamiento de inferioridad que se manifiesta hacia las mujeres; los micromachismos definidos por Bonino desde finales del pasado siglo. Que se lo pregunten si no a quien escuchó las palabras de Lluís Salvadó sin inmutarse (por no decir riéndole la gracia del exabrupto) o a quien no rebatió las palabras del obispo Munilla al referirse al feminismo, por gozar del título de persona “excelentísima y reverendísima”.

No tratar con violencia a la mujer no significa en ningún caso que sea respetada y tratada de igual a igual. Cada vez que se asigna un determinado trabajo en función del sexo (esfera pública y privada) se está privando al mejor o a la mejor del desempeño de esa función; cada vez que se minimiza el reconocimiento de la mujer como persona se  la está vulnerando el principio de igualdad como ser humano.

Jornada importantísima, pues, la vivida este pasado 8M, que esperamos marque un punto de inflexión en el tratamiento que la sociedad actual hace de la mujer. Parafraseando a Simone de Beauvoir, lo importante para la próxima efemérides de 2019 no es que nazcan más mujeres, sino que lleguen a ser más mujeres.

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