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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Fraga Iribarne dijo “la calle es mía” y sus herederos recuperan la consigna

Isabel Camacho

Escuchas a los miembros del Gobierno del PP y crees que Franco no ha muerto. Lo que está sucediendo en los últimos tiempos es de tal gravedad que nos recuerda la oscuridad del estado de excepción. Fraga Iribarne, ministro del dictador y después travestido en demócrata, convirtió en famosa su frase de “la calle es mía” en 1976 durante su etapa de ministro de la Gobernación, equivalente al actual ministro de Interior. La estrenó avisando a los trabajadores de que no les permitiría manifestarse el Primero de Mayo. La calle fue suya y de la policía nacional, 'los grises' de entonces.

Ese mismo año la policía nacional mató a tiros a cinco obreros cuando salían de la iglesia de San Francisco de Asís en Vitoria e hirió a más de un centenar de personas. La calle seguía siendo suya.

Han pasado casi 40 años y el equipaje es el mismo. Ahora, sus correligionarios y sucesores de partido están decididos a recuperar la consigna y convertir la vía pública en una cárcel sin rejas bajo la férrea custodia de la policía y la amenaza de sus leyes.

Policía, mucha, mucha policía. Lo han cantado Joaquín Sabina y Escorbuto. Todos los gobiernos del mundo utilizan la fuerza de las armas para disuadir, controlar y castigar a sus ciudadanos. Como la violencia se percibe de manera subjetiva y depende de quién la practique y con qué fines, la violencia del Estado no se considera violencia. Y, es excepcional el que se condene a un agente por homicidio, ni siquiera por malos tratos. Siempre hay argumentos para eximir a los 'cumplidores del orden'; alucinante expresión que las autoridades pronuncian como si fuera verdad.

Es lo mismo que llamar Ley de Seguridad ciudadana a una norma que intenta amordazar, atemorizar y castigar a la población. Porque, lo que el ministro de Interior Jorge Fernández Díaz busca es tapar las bocas de los ciudadanos con un gran esparadrapo negro y meterles un miedo atroz en sus cuerpos.

Lo que este ministro, hijo de un militar que hizo carrera en la dictadura de Franco, tiene como objetivo es controlar a los ciudadanos, acallarlos, invitarlos a mirar hacia otro lado mientras susurran “conmigo, no va”.

La represión, el terror, la manipulación… siempre han sido las mejores armas allí donde triunfa el autoritarismo.

La frágil democracia, 40 años no es nada, se tambalea. El Gobierno conservador por definición se está quitando la máscara para mostrar su verdadero rostro. Ya no le importa exhibir su fealdad. El PP ha convertido el Parlamento en su cortijo. Son los dueños; los terratenientes explotadores. Y lo hacen sin vergüenza; revestidos de soberbia. Sabedores de que siempre han sido los amos y van a seguir siéndolo. Por eso, desprecian e infravaloran a los que no son de los suyos.

Por no abandonar al ministro de Interior, da vergüenza ajena la altanería con la que responde Fernández Díaz a los periodistas o sus ataques a parlamentarios, como el reciente a Eduardo Madina, en el que le lanzó esa frase que tanto gusta al PP “usted no es nadie para darnos lecciones de democracia”, durante el debate sobre la ley de Seguridad Ciudadana.

Al Gobierno del PP le falta la razón y le asoma el miedo ante la respuesta de quienes intentan rebelarse, aunque sea de manera pacífica como hasta ahora, ante tanta barbarie y desolación que están dejando sus medidas exterminadoras. Por ello, actúa amenazante y saca su policía a la calle.

Algún día, se descubrirán los abusos policiales que ha dejado esta crisis económica y de valores. Y, como ocurre siempre, muchos pensaremos qué hicimos entonces, dónde estábamos cuando sucedió todo aquello.

Ya he escrito alguna vez que lo único necesario para el triunfo del mal es que los buenos no hagan nada. A lo largo de la historia se ha comprobado como las grandes tragedias han triunfado gracias al silencio de las sociedades donde estallaron.

Lo que está pasando ahora nos afecta a todos. Se están recortando las libertades colectivas. Hoy es tu vecino, mañana eres tú el despedido; tu hija, la detenida por manifestarse contra un desahucio o fotografiar con su móvil la actuación de un policía lleno de ira que cumple órdenes.

Se ha comentado mucho sobre esas infracciones de 30.000 euros por ofender a España y a las comunidades autónomas. Y todo el mundo se pregunta: ofender, qué significa ofender. Porque lo que realmente ofende a España es la política de este Gobierno heredero de la dictadura. El propio ministro Fernández Díaz sin rubor alguno apeló en su momento al derecho fundamental a la libertad de expresión para defender el diccionario biográfico español que ensalzaba la figura de Franco.

Ofender a España son los más de 100 imputados del PP por el saqueo de la comunidad valencia; ofender a España es la protección obscena de la fiscalía a la hija del rey y a la propia corona; ofender a España son los tijeretazos que ha sufrido el estado de bienestar; ofender a España son los seis millones de parados que deambulan preguntándose por su porvenir. Ofender a España es prohibir expresar la indignación que todo esto genera.

Confío en que los partidos rechacen el anteproyecto de ´ley mordaza´ cuando se debata en el Parlamento. Habrá que estar muy atentos a su comportamiento. Ellos sí que no deberían mirar hacia otro lado. De lo contrario, también serán responsables. Porque el PP ganará con sus votos pero la resistencia no depende tanto de lograr el triunfo sino de las convicciones que se defienden.

Y, como ciudadana vasca, espero que el Gobierno del PNV se resista a aplicar esa ley de ´seguridad policial´ que pretende dejar a los ciudadanos fuera de combate. No ofender a una comunidad autónoma es respetar su autonomía. En Euskadi tenemos mucha, mucha policía pero la Ertzaintza es la responsable de mantener la seguridad ciudadana.

¿Qué hara la Ertzaintza? ¿Esa renovada policía que el Ejecutivo vasco pretende acercar al ciudadano? Seguro que la policía autonómica no querrá convertirse en una réplica de la policía nacional de la que solo se diferencie por su uniforme y acento.

Es muy probable que el Gobierno del PNV recurra la aplicación de la ley pero puestos a suponer lo realmente grande sería que los ertzainas se negaran a cumplir la ley. Y este deseo es extensible a todos los cuerpos policiales. ¿Se imaginan a los policías uniéndose a los ciudadanos en las protestas? A fin de cuentas cuando se quitan el uniforme deberían ser como los demás. Ya, difícil. El miedo a ser separado de la manada y morir solo. Y, nos prohíben criticar…

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