Otegi no se arredra

De vez en cuando el ex-etarra, -y actualmente inhabilitado para ostentar cargo público-, Arnaldo Otegi habla. Como es un oportunista exacerbado elige los momentos y los asuntos sobre los que se pronuncia en cada ocasión. Es también un provocador y un sembrador de polémicas. Pero es, sobre todo, un procaz. En medio de las fiestas de las tres capitales vascas ha hablado. Apenas unas frases, con ánimo impactante, para entonar su “kikiriki” propio de gallo y, viniendo de donde viene, de gallo de pelea.

Le parece “decepcionante” la política en materia de presos de ETA que está desarrollando el Gobierno de Pedro Sánchez. Y se ha permitido incluso ridiculizar al Partido Socialista con frases tan poco afortunadas como la de advertir que “(Pedro Sánchez) rebaja su programa de gobierno en cuanto la derecha estornuda”…También ha avanzado la necesidad de un “pacto nacional vasco que fije un horizonte de excarcelación de los reclusos”, menos mal que ha añadido también “…que contemple la reparación de las víctimas”. Este hombre no sabe lo que es, o debe ser, la discreción, y mucho menos lo que es el comedimiento.

Lo más perverso de este vocinglero es que ahora mismo actúa “apadrinado” por el PNV, con quien ha manipulado y urdido una reforma del Estatuto Vasco de la que solo le importa preservar el famoso, infundado y absurdo “derecho a decidir” que no aparece en ningún Tratado de Derecho ni en ningún Manual de convivencia. Así lo ha anunciado el ex-etarra: “que a mí me exijan que renuncie al derecho a decidir es que renuncie a mi proyecto político”. La verdad es que esta estrategia de cerrarse en tal quimera es inteligente por su parte porque conmina al PNV y le obliga a someterse a su capricho.

Pero volvamos al comienzo. Para el ex-etarra lo que se debe demandar es “que se cumpla estrictamente la legislación penitenciaria”, y hace una similitud entre la reclamación de este cumplimiento y el del desarrollo estatutario. La comparación es absurda, propia de un desconsiderado, un impúdico y un inmoral, aparte de un cínico de manual. Los presos etarras aún siguen sometidos a una legislación especial porque la banda terrorista, aun habiendo anunciado su desaparición, lo hizo de forma remisa, sin reclamar a sus miembros encarcelados una fórmula de arrepentimiento explícita. En realidad la exigencia terminante y determinante de que se entronice el derecho a decidir constituye (o constituirá) la última victoria de la “inexistente” ETA, algo que para Otegi se ha convertido en dogma.

Por eso los pasos que ha dado ya el Gobierno de Pedro Sánchez, que ha acercado a las cárceles vascas a presos etarras que han mostrado su arrepentimiento y a presos afectados por estados de salud deficientes, le parecen escasos, porque para Otegi los presos etarras siguen siendo rehenes de la Izquierda Aberzale (IA) como lo fueron en épocas pasadas. Sin embargo el Gobierno está siendo audaz al comprometerse en una acción tan delicada como es la aproximación de los terroristas presos. Desde luego con escasa colaboración por parte de quienes deberían mostrarse más agradecidos. Se siguen rindiendo homenajes a los asesinos excarcelados sin reclamarles arrepentimientos públicos o explícitos. Y se siguen reclamando urgencias en el proceso de acercamiento o excarcelación de presos sin tener en cuenta que cada preso beneficiado abre heridas en las víctimas. Sería bueno que se favoreciera un nuevo tiempo en que el terrorismo solo fuera un malísimo recuerdo, pues no en vano sólo nos ha dejado llanto, lágrimas, tristeza y miseria. ¿Lo cree realmente así Arnaldo Otegi?

Pedro Sánchez está siendo tan arriesgado como resolutivo ante el drama terrorista. El PNV, que va a ser utilizado de modo perverso por Otegi y la IA para legitimarse, debe igualmente mantenerse fiel a su vocación democrática y a su compromiso social con los vascos y con el Estado español. El Gobierno socialista de Sánchez ha asumido el difícil reto. Lo resolverá con acierto, aunque para consumar el éxito requiere del apoyo de los demócratas vascos y españoles… Y será bueno, incluso, que el propio Otegi abandone su descaro y aporte algo más que su soberbia y su altanería.