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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El PNV, ante la coalición PP-Ciudadanos

El presidente del PNV, Andoni Ortuzar.

Roberto Uriarte

Profesor de Derecho Constitucional y exlíder de Podemos-Ahal Dugu —

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“A los nacionalistas vascos nos preocupa una combinación PP­-Ciudadanos” afirmaba recientemente el cabeza de lista del PNV al Congreso por Bizkaia. Siento disentir de Aitor Esteban, pero creo que al PNV no le preocupa demasiado esa opción. Es más, creo que con esa combinación se sentiría más cómodo que en otros escenarios hipotéticos.

A estas alturas de la campaña, los cuatro grandes partidos siguen bastante a la par y sigue habiendo un porcentaje relativamente importante de indecisos, lo que hace que sigan abiertas muchas opciones. Pongámonos en el escenario hipotético, que a día de hoy no es inverosímil, en el que la suma de los diputados del Partido Popular y de Ciudadanos resultara parecida a la suma de los de Podemos y el PSOE. Pues bien, yo creo que hay razones más que suficientes para pensar que en un escenario así, el PNV se sentiría mucho más cómodo con un gobierno PP­Ciudadanos. A los hechos me remito.

No es la primera vez que en una campaña el PNV dice sentirse preocupado e incluso se muestra muy beligerante con el PP y luego no tiene problema alguno en apoyar un gobierno de los populares. Así sucedió con Aznar, cuya investidura apoyó el PNV en 1996, sólo unos días después del cierre de una campaña en la que se mostró muy agresivo con él. No sólo votó a favor, sino que el entonces presidente del PNV, Xabier Arzalluz cambió radicalmente su discurso y tuvo palabras muy elogiosas hacia Aznar. Algunos acuerdos fiscales y una licencia para Euskaltel parece que tuvieron cierta influencia en el descubrimiento por parte de los jeltzales de la valía de aquel presidente.

Pero las razones que guían mi intuición no son sólo históricas. También están relacionadas con el actual panorama político. En el hipotético escenario de un relativo empate entre la combinación del PP y Ciudadanos por una parte y de Podemos y el PSOE por otra, estoy convencido de que la primera opción generaría mucha más simpatía en la cúpula del PNV. Como es lógico, el PNV mira con mucho recelo a una fuerza emergente como Podemos, que pretende alterar un 'statu quo' económico y político en el que el PNV se mueve como pez en el agua.

Pero es que además, en estas elecciones no sólo se juega el tablero político estatal, sino también en gran medida el vasco. El casi seguro reforzamiento electoral de Podemos el 20­D puede colocarlo también en Euskadi en una situación de partida privilegiada para articular una alternativa al PNV de cara a las próximas elecciones autonómicas. No es imposible que una eventual “marea vasca” liderada por Podemos pudiera poner en riesgo la cómoda hegemonía relativa de la que los nacionalistas han dispuesto ininterrumpidamente desde las primeras elecciones democráticas y que ni el PSOE ni la izquierda abertzale han sido capaces de hacer tambalear a lo largo de estas tres décadas largas.

Esta hegemonía es en mi humilde opinión, consecuencia sobre todo de las limitaciones propias de quienes se presentaban como alternativa. Pero lo es también de las peculiaridades del tablero político vasco. Un tablero en el que el solapamiento del eje tradicional derecha-­izquierda con el eje nacionalismo-­estatalismo ha colocado al PNV en una posición cómoda que le permitía jugar con ventaja desde la posición de quien puede realizar pactos con unos y con otros, e incluso desde la del que puede pactar simultáneamente con diferentes actores en diferentes instituciones.

Y por último, esa hegemonía es también consecuencia del tablero político español, en el que el sistema electoral ha penalizado enormemente a las opciones de ámbito estatal que no fueran las dos mayores y ha convertido a los nacionalistas catalanes y/o vascos en aliados necesarios de gobierno; lo que se traducía en prebendas de fácil venta ante sus potenciales votantes.

Como consecuencia de la suma de las debilidades ajenas y de esa posición de ventaja a efectos de pactos, el PNV disfruta de una situación hegemónica que le permite a día de hoy tener una presencia institucional muy por encima de su representatividad real. La situación es especialmente llamativa en Navarra, donde la influencia social del PNV es mínima, pero donde existe un gobierno cuya presidenta simpatiza con dicho partido y cuyo vicepresidente económico milita en él. Así las cosas, al PNV le conviene cualquier cosa menos un reforzamiento de Podemos, que le pudiera ir relegando de esa cómoda centralidad.

En resumen, no creo que a los nacionalistas vascos les preocupe demasiado la combinación PP­-Ciudadanos, como dicen. O no al menos tanto como les preocupa el reforzamiento de Podemos.

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