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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

No son la generación perdida

Un equipo científico descifra los acordes de los espermatozoides al navegar

Helena Orella Salinas

Los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) son escalofriantes. A pesar de la ligera recuperación económica, la tasa de desempleo juvenil sigue creciendo como consecuencia de la falta de estabilidad del mercado laboral y los problemas estructurales, de todo tipo, a los que se enfrentan los jóvenes de hoy en día. Según este organismo internacional, 70,9 millones de jóvenes están desempleados a nivel mundial con todas las consecuencias económicas y sociales que esto conlleva. Sin embargo, tenemos la juventud mejor preparada de la historia. Jóvenes nativos digitales, nacidos en la cuarta Revolución Industrial, emprendedores, innovadores, comprometidos con el desarrollo sostenible y con los valores de la justicia social y la solidaridad, y con una extraordinaria capacidad de adaptación a los cambios sociales. Según la I Encuesta Iberoamericana de Juventud realizada por el Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica (OIJ) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los jóvenes “buscan que les escuches y en su discurso el optimismo respecto a su futuro es alentador”.

No podemos ver en ello sino una gran oportunidad de transformación de nuestras sociedades en las que la juventud sea actor estratégico y motor de cambio social , político y económico. Los jóvenes, sean ‘millennials’ o ‘generación Z’, lejos de los calificativos que les queramos poner a cada uno de ellos, saben que cuentan con esta serie de capacidades y fortalezas. Nuestra labor debe ser, en primer lugar, reconocerlas como tales; en segundo lugar, ayudar a crear nuevos espacios en el nivel educativo, en el ámbito del trabajo y en la participación juvenil, para que éstas se desarrollen y les conviertan en verdaderos agentes del cambio. Ese cambio que ellos mismos demandan y que deberán aprender a gestionar para su propio bienestar futuro.

Por lo tanto, además de las ya sabidas y mil veces escritas y discutidas reformas educativas, porque la educación debe adaptarse sin demora a estas capacidades con las que cuentan los jóvenes, debemos establecer formas y espacios de participación juvenil, política y social. Y debemos hacerlo en términos de colaboración o cooperación entre agentes, en un ganar-ganar y no ganar-perder, y ser capaces, además, de proporcionarles las herramientas necesarias para saber gestionar estas alianzas, fomentando la estabilidad, el compromiso, la transparencia, la solidaridad y la responsabilidad social, valores fundamentales en la construcción o consolidación de cualquier sociedad ampliamente democrática que pueda enfrentarse con solidez y garantías de éxito a los nuevos retos a los que nuestras sociedades se enfrentan y que no son otras sino aquellas sociedades que serán gestionadas por ellos mismos.

Debe haber una reorientación de las capacidades que se van a demandar en los próximos años en el ámbito educativo. La educación dual es un ejemplo de éxito en su acceso al mercado laboral, pero hay que introducir las reformas necesarias en el sistema educativo tradicional, y crear un sistema educativo orientado a formar en las capacidades y habilidades necesarias para enfrentarse a los nuevos retos económicos, sociales, políticos y culturales. No en vano, en el 2020 los ‘millennials’ serán el 40% de la fuerza del trabajo, estimándose además, que ni siquiera el 60% de los empleos futuros se han creado aún.

Es cierto que las transiciones al mercado laboral pueden ser largas y difíciles pero pueden acortarse con mejores niveles de educación y adquisición de competencias y habilidades adaptadas a los nuevos tiempos. De hecho, son los jóvenes quienes vienen transformando la realidad de muchos sectores económicos o de servicios con empresas digitales, de gestión cultural, comercio electrónico, ocio y viajes, creando nuevas formas de trabajo como el trabajo en línea o la economía colaborativa, el empleo verde, la economía naranja o las industrias creativas.

Además de la adopción de medidas como el impulso de la formación dual, desarrollo de capacidades socio laborales, formación en autoempleo o emprendimiento, debemos fomentar también la creación de movimientos sociales que faciliten el compromiso político y social de los jóvenes, y hacerlo dentro de marcos estables, sólidos y estructurados.

En este sentido, es inspirador el Pacto Iberoamericano de Juventud aprobado por los 21 países iberoamericanos el pasado año, como herramienta para intensificar el trabajo en materia de juventud. Este Pacto promueve alianzas porque en él se “demanda el compromiso de todos los actores para hacer realidad acuerdos para construir igualdad, inclusión y justicia social en el que la juventud es y será, sin duda, la principal protagonista”.

Para ello, es necesario tener la voluntad de buscar de puntos de encuentro entre las agendas gubernamentales (locales, regionales o nacionales) y las agendas de sus aliados naturales en este proceso -empresas, sociedad civil y Academia-, para que este sector joven gane peso institucional y pueda realmente ser protagonista, actor y gestor del cambio que demanda su futuro.

Tenemos ante nosotros una oportunidad histórica para coordinar todos los esfuerzos públicos y privados para llevar a cabo acciones sólidas y consensuadas en el desarrollo integral de los jóvenes. Desarrollo que, inevitablemente, tiene tres vertientes fundamentales que demandan una gestión diferente: la educación, el trabajo y la participación. La adaptación de éstas a los nuevos tiempos, marcada por las nuevas generaciones, es la razón que nos debe hacer creer en el poder transformador las nuevas generaciones y en su participación como sujetos activos del cambio futuro que a ellos mismo les va a corresponder gestionar.

En uno de sus primeros discursos como secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, hizo una acertada reflexión sobre este tema: “Parece difícil entender que se creen iniciativas para la juventud hechas por personas que no son jóvenes. Debemos empoderar a los jóvenes, aumentar su participación en la sociedad, en la definición de políticas públicas, en su acceso a la educación y al empleo”.

No son la generación perdida, son la generación futura.

* Helena Orella Salinas es consultora experta en Relaciones Institucionales

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