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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El sombrero de tres picos

Andoni Ortuzar, Arnaldo Otegi y Nagua Alba.

Txema Montero

Las izquierdas vascas navegan sin rumbo y eso es malo para el país. El PSE-Euskadiko Ezkerra tomó la decisión de integrarse en un gobierno de coalición con el PNV lo que es bueno para ellos y para el propio gobierno, aunque no tanto para una izquierda vasca incapaz de ponerse de acuerdo en el diagnóstico de lo que está pasando en el mundo, en Europa, en España y en la propia Euskadi. Cuando la Izquierda Abertzale y Elkarrekin–Podemos pensaban que el neoliberalismo globalizador era el enemigo a batir, se encuentran con lo impensable: el populismo de la plutocracia americana; los xenófobos europeos o los partidarios del regreso al Estado-nación-fortaleza que se confunde con los anteriores.

¿Qué ocurre con el debate sobre el Tratado de Libre Comercio (TTIP) entre la UE y los EEUU? Hasta hace unas semanas era el eje central de la discusión contra el neo-capitalismo. Después de la elección de Trump y el rápido anuncio de que el nuevo presidente esquinará el proyecto de Tratado para establecer acuerdos preferenciales con socios “confiables”, la Unión Europea y los países del Pacífico se han quedado tan estupefactos como la propia izquierda en general y la vasca en particular. Los primeros sin Tratado, las segundas sin enemigo.

La política de alianzas también ha girado. La Rusia de Putin comenzaba a destellar como referencia de la izquierda en la toma de posición ante el peliagudo asunto de Ucrania, la ocupación de Crimea, la guerra de Siria y la situación de Cuba. Ahora resulta que el socio preferente de Rusia ha pasado a ser los EE UU de Trump, quien no ha tenido empacho en llamar a su gobierno a lo más selecto de Wall Street, del negacionismo medioambiental, del militarismo de a trompazos se arreglan las diferencias, de la enemistad visceral con Cuba y como receta para Siria más El Assad. No dejo de preguntarme cuándo se convertirán en partidos europeístas Sortu y Podemos, cuándo tomarán como referencia la realidad europea tan titubeante como ineludible.

La nueva era “post-ideológica”, que comenzará en enero tras la jura de Trump, precisa de una izquierda capaz de definir alternativas al seguratismo antiterrorista, al problema de la inmigración, al descontrol de los mercados y a la tecnocracia cada vez más creciente frente a la desfalleciente democracia. Y yo no veo ninguna reflexión al respecto en la izquierda vasca. Tampoco en el otro lado del tablero político, pero tal déficit se echa menos en falta porque el PNV y el PP están dedicados a gobernar, lo que supone un ejercicio diario de realismo político difícil de conciliar con la reflexión ideológica sobre temas de tanta complejidad como los mencionados.

Una aproximación a nuestro inmediato futuro anticipa el envejecimiento de la población; la insostenibilidad del Estado de bienestar tal y como hemos venido disfrutando los últimos 20 años; la desafección de la política por unos ciudadanos cada vez más desmovilizados; y el proceso de construcción nacional vasco reducido en lo sustancial a discutir el Cupo o el Concierto y en lo formal a la transferencia de competencias o la bilateralidad de nuestras relaciones con el Estado. Esta compleja situación debería poner las pilas a la izquierda vasca para ejercer una oposición creativa y creadora. Dudo mucho de que tal cosa suceda. Es difícil la unidad de acción sin una previa unidad de debate, y debatir en el seno de la izquierda no está entre sus prioridades. Sí lo está en el sindicalismo abertzale, desde hace tiempo el elemento que patrimonializa lo más ideológico de la izquierda, pero fuera del juego político porque nunca legislará y porque es ajeno al hecho de la ética de la responsabilidad: no pasa por el control da calidad democrática que suponen las elecciones políticas. Este rol es potencialmente disruptivo y deletéreo, los precedentes del sindicalismo como agente ideológico de la izquierda no han sido felices en Europa, sirva como ejemplo Gran Bretaña donde acabaron con el laborismo histórico lo que facilitó el paso al laborismo liberal de Blair y al actual caos de la izquierda británica.

La bella esposa del molinero de Arcos perseguida por el corregidor es la trama de una comedia de enredos que Pedro Antonio de Alarcón tituló ‘El Sombrero de Tres Picos’. Manuel de Falla hizo del libreto una danza teatral que rompía con la tradición temática del baile clásico donde solo cabían princesas, cisnes y apariciones. La obra de Falla era también precursora en lo ideológico pues evidenciaba una simpatía hacia la burguesía nacional inexistente en los libretos y coreografía preexistentes. Si la izquierda vasca está en disposición y capacidad para interpretar los cambios sociales que se están produciendo en nuestro país deberá elaborar un libreto -relato lo llaman ahora- y una partitura -tempo político- capaz de seducir a una clase media y de trabajadores tradicionales crecientemente perpleja y atemorizada por las consecuencias de la crisis que le están llevando a la proletarización precisamente en el momento en que el proletariado se halla en fase crepuscular.

En otro caso, el populismo será quien pesque en ese río revuelto, como lo ha hecho con fortuna en EEUU, Inglaterra y muy probablemente en Francia la próxima primavera. Porque si algo hemos aprendido es que en política no hay nada inevitable temo que el populismo puede encontrar un hueco en nuestro país. Por el momento no vislumbro quien desempeñará el papel del corregidor populista a la conquista de la mayoría social vasca, pero tampoco se atisba lo que la izquierda vasca está haciendo al respecto para que tal cosa no suceda. Por el momento parece que tienen otras prioridades, en concreto dilucidar quién será hegemónica en ese espectro ideológico. Y en un futuro inmediato ¿Ven ustedes ese sombrero de tres picos cubriendo una sola y misma cabeza? No. No mientras primen su egoísmo y su miopía.

*Txema Montero es abogado

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