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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

El jubilado, ¿es sostenible?

Organización de mayores denuncia el indignante empobrecimiento de jubilados

Javier Arteta

Las perturbaciones meteorológicas en cadena, tan propias del calentamiento global, no parecen más intensas que los frecuentes vendavales que amenazan la supervivencia del Estado de bienestar. Ahora mismo, en España, estamos viviendo un baño de acojono colectivo (con los 'expertos' como punta de lanza), para dar por sentado que el actual sistema público de pensiones resulta inviable. Parece que, por decirlo con el lenguaje de José Luis Bilbao, “la vaca ya no da más leche”, a falta de cotizantes. Y a la vuelta de unos años será peor, porque ya nos auguran que tendremos a una persona activa por cada cuatro jubilados. De modo que los que aún trabajen y no hayan sido sustituidos por robots se verán cercados y vampirizados por legiones de premuertos vivientes, con ansia de seguir envejeciendo a costa del esfuerzo ajeno.

Cada vez está más claro que vivir es una ruina, porque atenta contra la prosperidad común. Nacer tampoco es rentable y, además, en los tiempos que corren se está poniendo imposible. Y uno se empieza a preguntar seriamente si el ser humano, el jubilado en este caso, es realmente sostenible o lo que hay que sostener es la competitividad de una economía que no admite correcciones ni alternativas, porque no las hay ni, al parecer, serían deseables. Y, en tal contexto, la dichosa Caja de las Pensiones se ha convertido en una especie de excrecencia tumoral que ninguna economía seria, y menos la nuestra, se puede permitir.

De ahí que cuando la gente sin recursos –la inmensa mayoría- se empeña en seguir viviendo como si los tuviera, se imponga la necesidad de cortar por lo sano. No por capricho, sino por pura necesidad. Celia Villalobos, ha denunciado el abuso: hay pensionistas tan irresponsables que no tienen ninguna prisa en morirse. Lo ha dicho de un modo más fino, claro: “Algunos están más tiempo cobrando la pensión que trabajando”. Y eso de vivir del cuento se tiene que acabar. Y los trabajadores de menos de 40 años tendrán que ir pensando en ahorrar, para que, en el futuro, alcancen las pensiones (privadas) que se puedan pagar.

Ah, y de entrada, según ha dicho también la buena señora, habrá que alargar la vida laboral: hasta los setenta o más. Por si ella fuera, quizá hasta los ochenta años, una edad en la que, como todo el mundo sabe, la gente hoy suele estar “divina de la muerte”. Al menos ella asegura estarlo, de manera quizá demasiado optimista, dada la colección de arrugas (o, mejor, zanjas) que surcan su rostro; aunque no cabe duda alguna de la frescura de su pensamiento, que es tan joven que está prácticamente por estrenar.

La verdad es que tampoco la diputada del PP necesite activar mucho sus entendederas para estar al frente de la Comisión parlamentaria del Pacto de Toledo. Seguramente con tenerla paralizada le basta y le sobra. El tema parece estar visto para sentencia; y la decisión sobre el futuro de las pensiones tomada por aquéllos que entienden y saben lo que hay que hacer. Sería suicida dejarlo en manos de políticos que se presentan a unas elecciones, les va la demagogia y lo dejan todo perdido de populismo.

Ahí tenemos, sin ir más lejos, a un Pedro Sánchez, empeñado en crear impuestos a la banca y a las transacciones financieras, como contribución al sostenimiento de las pensiones, en justa correspondencia con las decenas de miles de millones de euros que el sector bancario recibió en su día de las arcas públicas para solventar sus crisis. Este hombre es que no aprende. No sé ya cuántas primarias más tiene que ganar, y cuántos sorpassos electorales que defraudar para que acabe dándose cuenta de que está acabado.

Ni al que asó la manteca se le ocurriría lo que a él se le ha ocurrido: equiparar, en seriedad y trascendencia para el país, los bancos y la Caja de las Pensiones. ¡Como si no hubiera clases y todos fuéramos iguales! ¡Como si los ricos pudieran compararse a quienes, con una mano delante y otra atrás, todavía siguen empeñados en vivir por encima de sus posibilidades!

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