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Sobre este blog

Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Chautebriand

El expresidente del PNV Xabier Arzalluz.

Gonzalo Bolland

Tras el desmantelamiento industrial de la margen izquierda de la ría vizcaína durante los primeros años ochenta, los líderes nacionalistas de entonces decidieron colonizar la sociedad civil mediante la creación de una gigantesca maquinaria burocrática solo comparable a la de determinados regímenes soviéticos.

Los ciudadanos vascos comenzaron, entonces, a dividirse no solo entre ricos y pobres, tontos y listos, bebedores y abstemios, sino también entre aquellos que obtenían sustanciosas prebendas, magníficos despachos, hermosas subvenciones, perpetuas cátedras, respetados púlpitos, puestos de trabajo casi, casi vitalicios, jubilaciones magníficamente remuneradas e incluso insospechados protagonismos y quienes no tuvieron más remedio que buscarse el sustento en otras latitudes más propicias.

Muchos vascos no nacionalistas, no demasiados contentos con el próspero régimen que durante muchos años acaudilló monseñor Arzallus tuvieron, entonces, que censarse en otras regiones españolas por motivos laborales, cuando no acosados por los terroristas. Como es lógico esta circunstancia les incapacitó para ejercer el voto en nuestro territorio histórico, no pudiendo de esta manera intervenir en los asuntos administrativos ni elegir a los dirigentes políticos que les representaran en el parlamento vasco. Estas personas – médicos, periodistas, abogados, profesores, etcétera, etcétera – acostumbraban entonces a manifestar su desconcierto por la situación política de nuestro territorio, preguntándose como era posible que hubiéramos llegado a procurarnos la demagogia, los desmanes, las barbaridades y el fanatismo que padecíamos en nuestra lluviosa, limitada y desconcertante circunscripción vasca.

En las contadas ocasiones que hablé con algunas de estas personas tentado estuve de contestarles que ese hecho no era más que una consecuencia del definitivo triunfo de la estupidez en nuestras miserables vidas, pero como, por desgracia, nunca he ignorado que la estupidez no es una cualidad exclusivamente vasca, solía responderles que todas esas calamidades provenían de una cómoda, fatal y pretérita dejadez.

Durante muchos, muchos años permanecimos cómodamente instalados en la permanente reivindicación nacionalista, tan patriótica ella, mientras los “muchachos de la gasolina” exterminaban a los miembros de la UCD vasca, a guardias civiles, policías nacionales, funcionarios de prisiones, catedráticos, socialistas, ingenieros... Permitimos que nuestros políticos nacionalistas halagaran o denigraran a los jueces según servían a sus mezquinos intereses, calificando al juez Garzón, por ejemplo, de héroe o villano según decretara sentencias contra los organizadores del GAL o contra los “libertadores” de ETA. Consentimos que los símbolos españoles desapareciesen de nuestro territorio como por arte de magia, siendo su contemplación un espectáculo remoto, legendario, peligroso y singular. Toleramos que el euskera se utilizara como arma arrojadiza contra quienes considerábamos que el castellano y el francés eran también señas culturales de identidad de los vascos y ya, para rematar la faena, permitimos que a nuestros descendientes se les educara en los colegios, las ikastolas y los institutos en la perpetua negación de las palabras que el gran Chautebriand escribiera en sus “Memorias de ultratumba”: “Nunca el crimen será a mis ojos un objeto de admiración ni un argumento de libertad. No conozco nada más servil, más despreciable, más cobarde y más obtuso que un terrorista”.

Esto es lo que hicimos. No todos pero si bastantes de los que actualmente pretenden darnos lecciones de historia, cuando no de ética, desde alguno de sus muchos púlpitos.

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