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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

¿Seguro que apreciamos la pluralidad y el debate?

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón.

Roberto Uriarte

Una familia que apenas se reúne durante el año se sienta a la mesa el día de Navidad. Varios de los miembros discuten acaloradamente sobre unos sucesos cuando suena la puerta. Es una vecina que entra a pedir algo. Se hace el silencio y todos disimulan y sacan su mejor sonrisa. Ni la familia quiere que la vecina los vea discutir, ni lo quiere ella. Y resulta más fácil recomponer la sonrisa y los buenos modales ante ella que ante los seres más queridos. Es ley de vida. Funcionamos así, pero no nos gusta admitirlo.

Algo parecido sucede en la política en general y en los partidos en concreto. Existe una cierta hipocresía social. Aparentamos que no nos gusta la uniformidad y el pensamiento único, que somos fervientes partidarios de la pluralidad, que nos gusta el disenso, el debate, la confrontación de ideas, de estrategias, de tácticas, de liderazgos…porque ese contraste nos permite elegir; y porque elegir es la base de la democracia que decimos adorar.

¿Es eso del todo cierto? Yo creo que sólo relativamente. En la práctica, los desacuerdos y los debates no los solemos apreciar. Nos justificamos diciendo que no nos gustan porque se desarrollan de malas formas, que si se hicieran de buenas maneras, estaríamos encantados. Pero no sé si es del todo cierto.

Cuando les planteo a mis alumnos que el conflicto está en la base del comportamiento humano, que la convivencia entre nosotros, sea de pareja, de familia, de grupo, …. genera siempre y necesariamente el conflicto, al igual que sucede en cualquier manada de animales, y que las normas humanas tienen como objetivo no tanto buscar la eliminación de los conflictos, cosa imposible, sino su canalización de la forma menos mala posible, no suelen ser muy receptivos. Tienden subconscientemente a pensar que el conflicto siempre lo genera algún elemento externo que pervierte una naturaleza que es espontáneamente bondadosa y armónica. Siempre les choca aquella definición de que la democracia es el peor de los sistemas políticos, quitando todos los demás.

Esta tendencia social a no reconocer el conflicto adquiere una dimensión especial si entramos en la vida interna de las organizaciones y en concreto, de los partidos. Pondré un ejemplo gráfico que avala lo que digo. Se celebra un congreso de un partido, pongamos por ejemplo que es el PNV. Supongamos que se presenta una única ponencia política; que no se produce ningún debate, ningún disenso; que se presenta un sólo candidato; que la ponencia y el candidato reciben el cien por cien de los votos. Ni un sólo voto en contra, ni una sola abstención. ¿Alguien verá alguna crítica externa al pensamiento único, a la falta de pluralidad, a la ausencia de debate, a la incapacidad de generar liderazgos alternativos…? ¿Saldrán los medios de comunicación y los tertulianos y generadores de opinión en tromba a decir que esos procedimientos no casan mucho con la teoría de la democracia pluralista? ¿Castigará en las urnas la ciudadanía la pobreza del debate y la falta de pluralidad?

Si por el contrario en el congreso de otro partido se presentan, pongamos, tres ponencias principales que obedecen a las estrategias de tres sensibilidades diferenciadas y un montón de ponencias más de grupos que no se alinean del todo con ninguna de ellas y se genera un debate sin censura y presentado de forma transparente a la ciudadanía y a los medios, ¿cuál será la reacción? Ya se la pueden imaginar. Los formadores de opinión y los medios irán a degüello. Y mejor que no haya elecciones a la vista, porque quienes debaten serán aniquilados. Nadie dirá que le desagrada el disenso y el debate; hay que ser políticamente correctos. Los mayores dirán que todo eso es muy feo, porque los trapos sucios se lavan en casa. Los jóvenes, más partidarios de la transparencia, justificarán su censura diciendo que en teoría son partidarios del debate en abierto, pero que éste se está llevando de malas maneras. ¿Alguien ha visto agresiones físicas? ¿Alguien ha visto insultos graves? No importa, aunque se utilicen modales florentinos, el debate no gustará. Si el debate es respetuoso en el plano personal, se dirá que a qué viene tanto abrazo y tanto piropo entre quienes discrepan.

Y ahora pasemos de lo abstracto a lo concreto y aterricemos en el próximo congreso de Podemos. Yo soy muy crítico con dicho proceso, pero precisamente por las razones contrarias. Creo que en Vistalegre II no hace falta cerrar los debates, sino abrirlos y profundizar en ellos mucho más. Hay que entrar a fondo en las cuestiones internas y organizativas. Dicen los bienpensantes que eso no importa a la ciudadanía, que habría que hablar más de política y menos de cuestiones internas. Parecen ignorar que las limitaciones democráticas de los partidos y de las organizaciones en general constituyen uno de los principales problemas de la democracia. Por supuesto que también hay que debatir de política “externa” y no sólo de las diferencias en las tácticas y en las estrategias, sino también en los objetivos y en las ideas.

En resumen, nada de cerrar debates y nada de esconderlos dentro de casa. Al revés, a debatir, a confrontar, a lavar los trapos sucios en la plaza pública y a hacer pedagogía política. No sólo se puede, sino que se debe.

Roberto Uriarte Torrealday, profesor de Derecho Constitucional y exsecretario general de Podemos Euskadi

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