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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Era posible

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Pablo García de Vicuña

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La ciudadanía vasca despertó la mañana del pasado sábado con la deseada noticia del fin de las movilizaciones en la Enseñanza Concertada. Los acuerdos firmados por las partes implicadas en el conflicto daban por concluido el exigente calendario de huelgas previstas para todo un mes que los sindicatos convocantes habían establecido. CCOO Irakaskuntza, Steilas, LAB y ELA reiniciaban las acciones de protesta ante la pasividad y falta de respuesta de patronales del sector y Departamento de Educación desde el último verano. Planteaban una apuesta fuerte: era entonces o la nada desesperante.

El aviso de endurecimiento de las movilizaciones activó a patronales y Gobierno Vasco, que buscaron la forma de hacer visible lo que hasta entonces era poco menos que un erial negociador. Así, inmediatamente, se encontró otro instrumento de diálogo, que siempre había estado presente, pero que  nadie, salvo los sindicatos, parecía reparar en él: el Consejo de Relaciones Laborales (CRL), órgano que suele actuar en situaciones de enquistamiento de la negociación colectiva.

Me atrevo a asegurar que el primer pensamiento que recorrió las mentes de cuantas personas fueron informadas en la mañana de ese sábado –más allá del alivio y la tranquilidad que la vuelta a la normalidad significa siempre- se verbalizó, rápidamente,  con una escueta frase: “Era posible”. Probablemente, para un porcentaje significativo de lectores/as u oyentes, leída o escuchada la noticia de fin de huelga, el asunto perdió importancia; a partir de entonces, fijarían su atención en otras informaciones del día (elecciones generales, empeoramiento del tiempo, jornada X de la Liga, el Athletic,…)

Otro buen grupo, sin embargo, se plantearon continuar con esa primera reflexión que les había sorprendido: “Así que era factible llegar a sentarse en una mesa las tres partes implicadas en el problema”. “Así que era viable buscar soluciones a partir de un diálogo  en el que todos se escuchasen y pudiesen interpelarse directamente y no a través de los medios”.  “Así que podían acercarse posturas que condujesen a un acuerdo, adelgazando las diferencias, asentando principios de no vuelta atrás”. “Era posible y lo ha sido”.

Llegada a este punto la reflexión, cierta indignación habrá ido calando en el humor de muchas personas,  tanto como las lluvias otoñales han inundado las calles y el campo el fin de semana. Y entonces, surgirá la pregunta inexcusable: “¿Por qué, entonces, han tenido que transcurrir dos largos años de movilizaciones? ¿Por qué se han necesitado casi una treintena de jornadas de huelga, más de 50 manifestaciones, varios centenares de concentraciones ante las puertas de los centros educativos?¿Qué había cambiado? ¿Por qué?

Ante las distintas respuestas posibles, me quedo con algunas: porque la tenacidad de las organizaciones sindicales, en la defensa de sus reivindicaciones, ha hecho comprender que esta no era una ocurrencia de mejora de privilegios, sino de dignidad en la defensa de unas condiciones  sociolaborales cada vez más deterioradas. Porque la perfecta comunión con el conjunto de trabajadoras y trabajadores del sector les ha hecho conscientes de que había que jugársela con una apuesta fuerte. Y porque la respuesta del colectivo seguía siendo multitudinaria, pese a llevar una mochila cargada de indignación y cada vez más vacía de poderío económico. Era el momento de quemar las naves, convencidas/os de que la razón estaba de su parte.

Más aún, la solidaridad de la respuesta ha permitido aflorar las situaciones de los colectivos más precarizados y feminizados y empezar, a partir de su conocimiento público, la reversión de tales situaciones. No se trataba de una lucha para aumentar únicamente los salarios y reducir las jornadas laborales del profesorado, sino una pelea por integrar en mejores condiciones el trabajo de las/os especialistas de apoyo educativo y del personal del primer ciclo de Educación Infantil.

El esfuerzo ha sido largo y duro; los momentos de desánimo, muchos; la incomprensión de quienes no veían nada más que la alteración de la normalidad de sus vidas, infinita. Pero todo, todo, ha merecido la pena, si se llega a un momento tan ilusionante como el que sintieron más de 9.000 personas, todas ellas profesionales de la Enseñanza Concertada vasca, a comienzos de aquella madrugada: “Era posible. Ha sido posible”.

 

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