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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

De prostitutas, violencia machista y mujeres en general

Isabel Camacho

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Acabo de darme cuenta de que siempre he estado confundida. He tenido la certeza de que cuando un hombre maltrata o asesina a una mujer, abusando de su fuerza física y mentalidad de macho dominante sobre un ser al que considera débil e inferior, está practicando una violencia que solo se puede dar de forma piramidal entre un hombre rebosante de testosterona y una mujer a menudo subyugada. (Quizá también entre parejas homosexuales). Un crimen es un crimen pero en estos casos, además, el componente fundamental es el sexo de la víctima a la que se mata precisamente por ello.

Reconozco que desconocía que para que se considere violencia machista debe haber afecto o cariño de por medio ¡qué paradoja tan dramática! Eso que algunos denominan tan erróneamente crimen pasional. “Le quería tanto que acabó matándola”. ¿Constituye entonces la relación un eximente o es solo cuestión de nomenclatura? Que tampoco es baladí.

Porque la violencia contra las mujeres es una especie muy particular de terrorismo. Un terrorismo en el que los verdugos jamás piden perdón por el daño causado a sus víctimas ni tampoco a sus familiares; y mucho menos a las mujeres.

He descubierto esta personal laguna informativa al conocer que para el Gobierno del PP –estas siglas me resultan tan peligrosas como adentrarse en un campo de minas- el asesinato de una prostituta no debe conformar la letal lista de violencia contra las mujeres. Su argumento es que por violencia de género se establece la “manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres” que “se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia”. (Menos mal que no es necesario estar casado por la Santa Madre Iglesia o legalizado por la sociedad).

Y, la verdad, me estalla la indignación como si contuviera un Etna en mi interior. Pareciera que los autores de ese artículo 1 de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral Contra la Violencia de Género, que es de donde proviene el entrecomillado, no hubieran salido de sus despachos decorados con inútiles legajos –cosa que no me extrañaría- y desconocieran la realidad de la calle; de la vida.

¿No es acaso violencia machista la que puede ejercer un hombre obsesionado por una mujer que ni siquiera conoce, a la que persigue y termina atacando? ¿O el chaval violento que pasado de tragos se empeña en descargar su machismo contra una colega de la cuadrilla o una adolescente desconocida que regresa a su casa? Para muchos hombres, la mujer sigue siendo un objeto y en cuanto se descuidan se les dispara el machismo. No quiero decir que todos sean maltratadores en potencia. Pero que el machismo es una lacra que muchos hombres arrastran y algunas mujeres consienten y fomentan –así lo creo- es una realidad que no requiere mayor demostración que la propia existencia vital. Aunque datos, hay muchos.

Volviendo a la respuesta del PP al PSOE sobre el porqué de no incluir la muerte de una prostituta en el listado de mujeres víctimas de asesinatos machistas, resulta absoluta y peligrosamente equivocado considerar que para calificar un crimen de violencia de género debe haber existido pasión.

En este caso, la víctima es una prostituta, pero, debería ser lo de menos; lo fundamental es que se le ha asesinado por ser mujer y, porque, además, el criminal ejerció la dominación no solo en razón de su sexo sino también de su profesión: doblemente vulnerable. (A lo que se añade un elemento fundamental: poder. Ya que la víctima era emigrante y el agresor, militar).

Hace no tantos años era impensable que un tribunal de justicia reconociera como delito la violación de una prostituta durante el ejercicio de su trabajo. Quien paga, manda, parecía ser la consigna no escrita. Pero, un día, ya lejano, una mujer que ejercía en Euskadi se llenó de valor y denunció al cliente y, sentó precedente. Le siguieron otras, no muchas, porque el miedo y la desconfianza paralizan. Pero, se desbrozó la angosta senda.

Hace dos años, la Audiencia Provincial de Madrid condenó a 10 años y 6 meses de prisión a un policía nacional que detuvo ilegalmente y violó a una prostituta. El canalla adujo en su defensa que había trabajado en el País Vasco en la lucha contra ETA así que era imposible que él, un defensor de los derechos de las personas, atacara a alguien. Los jueces no le dieron crédito y desoyeron a la defensa que argumentó que la mujer era una ladrona y que no tenía signos de haber sido violada.

Peor suerte tuvo Rita Margarete, una mujer brasileña que acusó a un agente de la Policía Nacional de violación y a otros dos de complicidad, durante su detención en la comisaría de Indautxu, en Bilbao. Corría 1995. Fue un caso que ocupó muchos titulares durante meses y meses. Los agentes la acusaban de prostitución, ella siempre lo negó. Como si de haber sido cierto les eximiera del delito. Tras un largo calvario, el juicio se celebró en 1998. Los jueces creyeron la versión de Margarita en un “90%”, pero consideraron que no había pruebas para inculpar a los acusados. El Tribunal Supremo ratificó la sentencia. Rita Margarete, con la que hablé mucho y a quien entrevisté en varias ocasiones, no se recuperó nunca. ¿Fue un caso de violencia de género? Mujer, brasileña, prostituta para la policía…

Al terminar estas líneas, me doy cuenta de que, realmente, no he estado confundida sobre lo que debe considerarse violencia machista. Los equivocados son ellos. Aunque en Bilbao, envidiando a Macondo, llueve sin cesar, el invierno se empieza a retirar de puntillas y la vida se prepara para la primavera. Hay esperanza.

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