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Lo que queda de las muertes de Ceuta

Juan Luis Sánchez

Quedan pocas lágrimas que soltar. Pero ahí están, volviendo a los ojos de testigos, expertos, periodistas, para caer por el mismo recorrido de la misma mejilla que hace un año y que hace dos, bajando hasta la mandíbula apretada de rabia, de dolor, de sed de justicia. La pena goteando sobre los cuerpos de las víctimas que el gobierno todavía no ha querido identificar.

Quedan pocos 'mira este vídeo', 'fíjate en esta foto', '¡aquí se ve claro!'. Para qué ese esfuerzo, si ya está todo sobre la mesa: sin la actuación negligente de los oficiales y sus mandos, sin su esmero para retener con antidisturbios sobre el agua el avance de los flotadores precarios, sin su pasmosa omisión de auxilio, sin su descarada devolución en caliente de sombras convalecientes, no se habría producido la tragedia. Pero aquí están las imágenes, y algunas más, buscando un hueco en la memoria de las cosas tristes que no paralizan sino enervan.

Queda poco que argumentar si una jueza exculpa a la guardia civil porque “los inmigrantes asumieron el riesgo de entrar ilegalmente en territorio español”. La culpa de que se hayan muerto es suya. La muerte es algo que uno tiene que asumir si se cruza con el Estado en la frontera. Pero ahí están las familias, organizándose para dar la batalla legal.

Quedan pocas cosas por añadir sobre lo que pasó aquella mañana en el Tarajal. Pero aquí estamos, rellenando el vacío con líneas texto para recordar que murieron 15 personas, que se ahogaron en una bañera de pánico bajo las pelotas de goma, botes de humo y lanchas que hacían bucles a su alrededor. Que nos mintieron. Que el gobierno nos dijo que la guardia civil no había actuado, que nos dijo que no había cámaras de seguridad grabando lo que pasó, que aquellos negros habían sido chicos malos, violentos en la frontera.

Hoy hemos visto cómo en las casas de los muertos leían nuestras líneas, miraban nuestras imágenes, conocían el esfuerzo de tanta gente por esclarecer qué les pasó a los suyos.

La sensación de que lo que se hace aquí tiene un efecto allí es estremecedora. Y hemos visto sus lágrimas recorriendo con más fuerza la misma mejilla que recorren las nuestras, la del dolor, la de la rabia y sobre todo la de sed de justicia. Sus lágrimas abren surco y ese surco abre el camino para que ellos tengan justicia y nosotros seamos mejores. Eso es lo nos queda de las muertes de Ceuta.

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