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¿Alto el fuego o tirar la toalla?

La ministra de Igualdad, Irene Montero, y la de Derechos Sociales, Ione Belarra, conversan durante un acto el 16 de noviembre.

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Les diré de entrada que me estoy planteando si terminar de escribir esta columna que, al inicio, tengo ahora mismo en la cabeza. Sobre todo por la duda de que sirva para algo. La guerra político-mediática ha llegado a la lucha en el barro y no es un terreno limpio, ni cómodo. De las funciones del periodismo, la que menos me gusta es la opinión, ya ven qué paradoja. Cada cual solía formarla leyendo varias fuentes fiables y sacando sus propias conclusiones. Ahora, sigue habiendo fuentes fiables pero obliga a buscarlas entre la maleza. Y lo peor: el espectáculo mediático ha convertido algo tan tangible como los hechos en percepciones subjetivas que a veces se alejan dramáticamente de la realidad.

Contemplo con verdadera náusea la cacería emprendida contra la Ministra de Igualdad, Irene Montero. Continuada, más bien. Interminable, para ser precisos. Ahora es a causa de la Ley “solo sí es sí” por la que ha batallado con denuedo. Hay diversas interpretaciones acerca de si es un fallo o no lo que ha permitido a unos jueces rebajar condenas a reos de “abuso sexual”, un delito que ha sido englobado en el de “agresión sexual”, lo que lleva a cambiar la horquilla de las penas, algo que no es la primera vez que ocurre. Pienso que el magistrado emérito del Tribunal Supremo Martín Pallín es una referencia sólida en este mar de nuevos “expertos”. Asegura que no hay error. Otros juristas creen que, al menos, debería haberse añadido “una nueva disposición transitoria específica”, además de la que ya existe con carácter general desde 1995-, para no dejar resquicio a interpretaciones judiciales que perjudicaran a las víctimas. Sobre todo pensando que hay jueces machistas -algunos, solo algunos- y es preferible no tentar al mando y facilitar esa baza.

Y existen una serie de datos a valorar. En la elaboración de esta Ley han participado 6 ministerios, de forma destacada el de Justicia. “Lo cierto es que el Poder Judicial en funciones no avisó de esta omisión. Tampoco lo hizo el Ministerio de Justicia, ni el Consejo de Estado, ni el Consejo Fiscal… Tampoco se dieron cuenta los 205 diputados que aprobaron la ley”. Estos últimos datos y otros de interés se encuentran en un muy trabajado artículo de Ignacio Escolar.

Culpar a la Ley por las revisiones a la baja en tribunales de Madrid, no así en los de La Rioja que las han rechazado, y a cuantas vendrán, es inquietante. Y acusar en exclusiva a la ministra de Igualdad Irene Montero, verdaderamente alarmante por cuanto refleja de males profundos en esta sociedad. Se juntan machismo, clasismo, ideología, envidia e intereses varios. Las portadas, las columnas, los telediarios a todo titular de apertura varios días seguidos ya, las tertulias de alta y bajísima monta, las críticas de políticos hasta compañeros de coalición, los gravísimos insultos y descalificaciones también en el campo de fuego de las redes, son una pura mezquindad. Gentuza variada, como esta elementa que se anuncia periodista de TVE, que añade sus bulos particulares en uso de bulos anteriores que se arrojaron sobre Irene Montero. En su conjunto es fascismo puro, del que deshumaniza y cosifica.

Miles de ancianos muertos en las residencias a cargo de las comunidades autónomas durante la pandemia, los más de 7.000 encerrados en las de Madrid bajo un protocolo del gobierno de Ayuso que les privó hasta de asistencia médica, no han tenido prácticamente ni críticas. Salimos miles de personas en Madrid el domingo en defensa de la Sanidad Pública que en sus recortes amenaza la salud y la vida de personas y se tapa de inmediato con nuevas “causas”. Algo falla estrepitosamente. No hablemos ya de la tolerancia a la corrupción y tantos otros males.

Ocurre lo mismo que con Podemos en la batalla de la izquierda. Ninguno de los auténticos desmanes de la derecha alcanza el nivel de reprobación que lanzan contra ellos sin medida informadores del sistema. Los ataques personales a Irene Montero tienen que ver con eso y con quién es su pareja: Pablo Iglesias, a quien los periodistas asentados no logran sacarse del cuerpo como espina clavada porque tampoco él se achanta. Y ahí se junta un corporativismo infecto por definición que da la cara en la práctica a lo peor del periodismo.

Otra vez la cantinela del “macho alfa” que minimiza a las mujeres – valiosas- como hace la derecha. Ojos que ven con sesgo. Y además la exclusividad de quién puede hacer y opinar sobre periodismo si no se está en posesión de cátedras de dudoso prestigio. De ninguno, vamos.

Esta profesión tiene ya demasiados muertos en el armario, que apestan. Y desde ellos se avalan las cloacas abiertas en canal y que se siguen obviando. Hirieron de muerte la credibilidad del periodismo y no se ha hecho nada por remediarlo. ¿El problema del periodismo es Pablo Iglesias? ¿Y sus colaboradores? ¿La gran y valiente Inna Afinogenova por ejemplo? Que les escuece es más que evidente. ¿Da más fundamento colaborar con Ana Rosa Quintana o Marhuenda y todos los que ustedes saben entre otros muchos? ¿Esos sí son periodistas?

En este punto, la radicalización de las posiciones está en la profunda crisis de la izquierda. Cuando se tiene enfrente la posibilidad cierta de seguir gobernados desde las corporaciones locales y en el Estado español por la infame derecha de la tijera, la trampa y el autoritarismo es desolador. Personas enormemente valiosas están enfrentadas y con ellas sus cronistas de cabecera.

Sigamos en harina. Yolanda Díaz es una política muy capaz y dialogante que ha logrado notables éxitos como ministra y vicepresidenta del gobierno. Es un valor incuestionable. Como incuestionable es que no hubiera llegado a ese cargo de no estar en el lado de Unidas Podemos de la coalición. Los malos pasos de Manuela Carmena no deberían repetirse en ninguno de sus extremos. Todo ello dicho desde el puro pragmatismo.

Pablo Iglesias fue el alma de Podemos y sigue teniendo una fuerte presencia. Y un dolor y una rabia inmensos e indisimulados con todo motivo. No sé qué más le falta atravesar en el via crucis sufrido por liderar una política de izquierdas y conseguir en menos de 6 años de vida del partido llegar al Gobierno. Hasta con amenazas tan tajantes como aquella carta con balas cuya pista… se perdió. No ha aprendido la diplomacia al uso, esa de intentar llevarse bien con todo el mundo. Pero pensemos si humanamente es justo dar por asumido el maltrato como si de un daño colateral se tratase. Y, desde luego, los puentes rotos entre ambos son una pésima noticia para la izquierda, augurio de desastres.

Y siguen los ataques. Pablo iglesias no solo es un “macho alfa” sino que sus seguidores son “huestes”, y las muy batalladoras Irene Montero e Ione Belarra, silentes. La opinión es libre, pero estamos volviendo a las realidades contaminadas de fuerte visceralidad.

Verán, anoche, la noche del jueves, se entregaron los premios del Diario Público al cumplir sus primeros 15 años de vida. Público fue el periódico que formó y dirigió con grandes profesionales un jovencísimo periodista entonces, 31 años, llamado Ignacio Escolar, el creador y director de ElDiario.es. Ahora Público lo dirige Virginia Pérez Alonso, otra excelente y valiente periodista. ¿Por qué hemos de mencionar la valentía cuando se habla de periodismo honesto? Entiendo que no es nada fácil estar al frente de proyectos, con mucha o poca carga sobre los hombros, y con todas las variables que confluyen para su viabilidad pero, por encima de todo, la premisas han de ser la ética, el periodismo y la democracia.

Al escenario subieron periodistas muy jóvenes llenas de ilusión y más mayores, y una médica de la sanidad pública madrileña que se va porque hubiera preferido estar en su consulta pero ya no puede más y mujeres que luchan contra la injusticia patriarcal y hombres y mujeres que lo hacen contra la homofobia. Y el actor y director Juan Diego Botto que, junto a Olga Rodríguez y todo el equipo, ha logrado poner en la carne viva de la actualidad necesaria los temas que importan a la gente en su significado más profundo. Y más en momentos tan complicados como éste en España y en el mundo. Las crónicas sociales de los chascarrillos de los políticos en otros tiempos no servirían más que para las esperas en la peluquería.

Las disfunciones reales que causan ciertas políticas o las soluciones de otras gestiones políticas también, se conocen en buena medida gracias al periodismo honesto. El que se hace en varios medios, no en todos, sí en éste y otros. La meta de la política ha de dirigirse a lograr una vida mejor para las personas. En objetivo común aunque sea con distintos acentos. No es fácil. Pero están en juego valores tan esenciales que habría que darles un carácter prioritario. De no ser que ya no queden argumentos, ni ganas y haya que tirar la toalla.

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