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ZONA CRÍTICA

Borrell, Puigdemont y el ombligo del mundo

Josep Borrell, esta semana en Bruselas.

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Josep Borrell es el español con un cargo más destacado en el escenario internacional y alguien que en las entrevistas y muchas intervenciones públicas se mueve entre la excelencia y un tono que se asemeja mucho a la petulancia. Estaba ya pensando en la jubilación, en escaparse a ver cambiar los colores del otoño en la Vall de Boí, cuando decidió que todavía le quedaba mecha para convertirse nada menos que en el Alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.  

El lunes, en una rueda de prensa tras celebrarse una videoconferencia con los ministros europeos de Defensa, pronunció una frase que sirvió para crear una de esas polémicas domésticas que sonrojan en un momento en el que el corazón de Europa se enfrenta a una guerra. “Gracias a Dios, Zelenski no es el tipo de líder que huye escondido en un coche, se queda allí resistiendo y tenemos que apoyarle”, afirmó Borrell. Hablaba en tanto que encargado de coordinar la acción exterior de la UE y comparaba la valentía del presidente ucraniano con la del expresidente Viktor Yanukóvych, que huyó de su país en 2014, según aclaró un día después. Pero en la rueda de prensa no lo citó explícitamente y eso desató las especulaciones.

Borrell no mencionó el nombre de Yanukóvych y es conocido su espíritu provocador así como su beligerancia con el independentismo catalán. Además no hay nada que no pueda convertirse en una polémica doméstica por absurdo que pueda parecer en este momento. Así que la indignación se apoderó de muchos dirigentes secesionistas, Carles Puigdemont incluido. En un hilo de Twitter, el expresident le acusó de irresponsable y aprovechó para hacer una lectura en clave catalana: “Borrell insinúa una nueva política en la UE por lo que respecta a Catalunya. Esto clarifica posiciones y evita que perdamos oportunidades. Estoy seguro de que cuando llegue el momento, la UE nos respaldará y no presionará para que no hagamos como ahora Ucrania, que defiende su derecho a la autodeterminación”. Junts reclamó a Borrell que rectificase o dimitiese y en la rueda de prensa posterior a la reunión del Govern de este martes la portavoz aseguró que el político catalán “no da la talla” como alto representante de la UE. En redes y tertulias se siguió dando vueltas a la frase de Borrell porque ya se sabe que para ombligo el nuestro, incluso en unas circunstancias tan excepcionales como las actuales.

Preguntado en una entrevista en la Cadena SER, Borrell zanjó la polémica. Recordó que se pasa 15 horas al día colgado al teléfono y en reuniones para intentar avanzar en una resolución que permita acabar con la guerra en Ucrania y que en lo último que piensa es en el expresidente catalán: “En estos momentos, haciendo frente a una guerra, lo último que se me pasa por la cabeza es el señor Puigdemont”. Recordó que Yanukóvich intentó salir en helicóptero pero que al final tuvo que hacerlo en coche. Y pese a que aseguró que no quería entrar en polémicas que tildó de inútiles, añadió que las críticas que había recibido de los sectores independentistas probaban su visión “provinciana”. Ahí le salió el tono soberbio del que le cuesta desprenderse en las entrevistas.   

La aclaración no contentó al independentismo y por boca de una de sus voces más sensatas, la consellera de Exteriores, Victòria Alsina, se ha seguido arremetiendo contra Borrell. “Es racional pensar que se refería al president Puigdemont”, insistió la consellera este miércoles en una entrevista con Gemma Nierga, y de nuevo reiteró que el responsable de la política exterior de la UE muchas veces no está a la altura por su “obsesión” en relacionar “cualquier cosa con el independentismo”.  Podía haber zanjado la polémica pero no lo hizo.

Tanto el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, como la propia Alsina han evitado cualquier equiparación entre el caso ucraniano y el catalán. Saben que es un terreno más que resbaladizo para el independentismo que solo les puede traer problemas. En cambio, Oriol Junqueras, hace unos días comparó ambos casos para insistir en la necesidad de que la mesa de diálogo funcione. Pero lo hizo con una formulación más que cuestionable:  “¿Qué haría Ucrania si pudiera? Una mesa de negociación. ¿Cuál es el problema, Ucrania no quiere? ¿O hay una agresión exterior por un Estado que quiere imponerse con tentaciones autoritarias? En nuestro caso, tres cuartos de lo mismo”. 

La Unión Europea ha dejado claro que no quiere elementos desestabilizadores en su territorio y que una cosa es que sus tribunales decidan si la justicia española ha vulnerado o no derechos de los políticos independentistas y otra muy distinta es bendecir las aspiraciones secesionistas. El  Brexit no jugó a favor del secesionismo catalán y tampoco lo hace la guerra en Ucrania. Pensar lo contrario es volver a hacerse trampas y el independentismo, que tiene razón cuando insiste en que existe un conflicto político no resuelto, haría bien en no autoengañarse de nuevo.

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