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El circo

La Policía Nacional carga contra los manifestantes congregados en Vallecas para protestar por el acto de precampaña de Vox.

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Louella Parsons, una de las reinas del cotilleo del Hollywood de los años 20, decía a las jóvenes aspirantes a actriz: “no importa que sea bien o mal. Lo importante es que se hable de ti”. Un siglo después, con todo lo que ha cambiado desde entonces, ese parece ser el único criterio que inspira a los asesores de los líderes políticos en la presente campaña madrileña. Una tras otra, las noticias que llenan los informativos y sustentan sesudos “debates” entre los tertulianos son, fundamentalmente, inventos de los gabinetes de comunicación, se olvidan a los dos días, como mucho, y no sirven, ni de lejos, para la formación de la opinión de los votantes. Pero da la impresión de que no hay para más.

Puede que la infantilización del pensamiento de buena parte de la gente haya llegado a un punto en que solo ese tipo de mensajes fútiles incida en el imaginario del personal. Que, tras décadas de degradación de los contenidos televisivos, de banalización de la cultura, de la elevación del cotilleo al altar supremo, lo único que sea capaz de captar un porcentaje significativo del público, e incluso de ser motivado por ello, sea el chascarrillo, lo elemental, lo que entienden los niños.

Pues si es así, en esas estamos. Ayer Vox provocó en Vallecas el altercado que busca siempre para salir en los papeles y los medios llevan 24 horas hablando del asunto como si se tratara de algo importante. Cuando no pasó nada más allá de lo previsto. El día anterior el ABC revelaba que el gobierno de Díaz Ayuso había estado hablando con responsables de la vacuna rusa Sputnik a fin de fraguar una eventual compra de la misma, “cuando supere las pruebas europeas”, aclaró la presidenta. Luego se supo que el representante en España de los rusos es un empresario afiliado al PP.

Para entonces ya se había liado el guirigay en los medios. Con más de una desgarradura de vestiduras. A favor y en contra, derecha contra izquierda, por un asunto que por el momento no puede ir más allá. Otra cosa será cuando la Agencia Europea del Medicamento apruebe la Sputnik. Entonces habrá lío de verdad. Pero no en Madrid, sino en Europa, porque Alemania ya está tratando con los rusos y puede que rompa la unidad de la UE en esta materia.

¿Se atreverá Díaz Ayuso a hacer lo mismo? No cabe descartarlo. El empresario del PP que representa a los rusos estaría encantado de que eso ocurriera. No así otros barones del PP, como el gallego Feijóo, que insisten en la necesidad de que todas las regiones actúen unidas contra la Covid. Pero por el momento la presidenta madrileña debe estar encantada. La maniobra orquestada por los suyos, con el ABC de ponente, ha funcionado a la perfección.

Al PSOE no le están saliendo tan bien las cosas. La solemne comparecencia de Pedro Sánchez del miércoles, posiblemente coordinada con otros dirigentes europeos para revertir el efecto del relativo fiasco de la vacunación hasta ahora, no le ha salido bien. No dijo nada nuevo, pero quiso transmitir que a partir de este momento los enfermeros se van a hartar de vacunar. Y a las pocas horas saltaba la noticia de las dudas europeas sobre AstraZeneca que parece que va a obligar a repensar todo el calendario de vacunación y que venía a justificar la arbitraria decisión de Castilla/León de suspender la vacunación con ese fármaco.

Por no hablar del anuncio de Sánchez de que no tiene intención de prorrogar el estado de alarma, que ha generado críticas de expertos y que seguramente atenta contra el sentido común: a 7 de abril no se puede venir a pronosticar que la pandemia estará tan controlada un mes después, que no habrá necesidad de instrumentos jurídicos excepcionales para dictar cierres perimetrales o toques de queda. Por muy bien que ese anuncio venga a quienes, como sea, quieren salvar el verano turístico, lo peor que le puede pasar a Sánchez es que se tenga que tragar sus palabras porque la pandemia siga activísima en mayo.

¿O sea que el circo se le da mejor a la derecha? Seguramente no está tan claro. Hay actores en la izquierda que saben jugar muy bien en ese terreno. Pero no parece que los anuncios grandilocuentes de Ángel Gabilondo –“no voy a bajar los impuestos”, “no formaré gobierno con Pablo Iglesias”- hayan tenido tanto impacto como los de su rival madrileña.

Nada indica que en las tres semanas largas que quedan hasta el día de la votación la tónica de la campaña vaya a cambiar lo más mínimo. Es de agradecer que alguien haya sugerido que no se preste la mínima atención a los actos de Vox y este jueves sus escasos militantes se han quedado solos en dos barrios de la periferia madrileña. Como tenía que haber ocurrido en Vallecas.

Pero, justamente hablando del sur, ¿cómo va a lograr la izquierda que se movilice el voto potencial que existe en esa zona y que podría darle la victoria el 4 de mayo? No parece una tarea fácil. La desmovilización de ese electorado no es un capricho. Es ahí donde son más altos los índices de paro y de pobreza, la sensación de que los políticos no valen para nada. Y con monsergas y promesas al uso no se va a revertir ese estado de ánimo. Habrá que inventar cosas nuevas, entre ellas un nuevo lenguaje que pretenda convencer con verdades y no con juegos de manos. 

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