Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

La cosa se ha puesto difícil

Colas en una gasolinera de Tuy, en una fotografía de ayer. EFE/Salvador Sas

14

El panorama económico, y por tanto el político, se ha ennegrecido de golpe. En tan solo tres semanas de guerra, buena parte de las previsiones respecto de un futuro, a corto y, sobre todo, a medio plazo, han dejado de ser válidas. Algunas ideas ya se han consolidado en el ambiente. La de que la recuperación se ha acabado y la de que viene un tiempo, probablemente largo, de inflación alta, son las más consistentes. En ese contexto, lleno de incertidumbre cuando no de malos presagios, hay que concluir que también la situación política va a variar, y mucho, con respecto a la que existía hace solo un mes.

Al Gobierno le ha pillado un tanto desprevenido. La huelga de camioneros, salvaje por momentos, tiene como reivindicaciones principales cuestiones que ya llevaban planteadas hace ya tiempo y a las que no se ha prestado mucha atención. El argumento de que la ha provocado la ultraderecha no es precisamente muy útil. Porque, aun en el supuesto de que fuera cierto, lo cual es muy dudoso, sería preocupante reconocer que Vox tiene en estos momentos capacidad para paralizar todo un sector económico y dejar muy tocados a otros muchos. Porque podría ofender a los camioneros -en realidad, pequeños patronos en su mayoría- que no son de ultraderecha pero que creen en la justicia de su movilización. Y porque con esos modos no se va a llegar a acuerdo alguno.

Dentro de unos días esa protesta habrá acabado. Esperemos que sin que antes se hayan producido episodios dramáticos. Pero vendrán otras. Las del sector agrario, acuciados como otros tantos otros por las subidas de precios y por los bajos márgenes, no se va a hacer esperar mucho.

Por tanto, el ambiente social se va a enrarecer. La falta de algunos productos esenciales en los mercados de consumo es de las cosas que más puede inquietar a la ciudadanía. Y de la inquietud al enfado hay solo un paso. El aumento sin freno del precio de los combustibles y de la electricidad también golpea en la sensibilidad social de la gente. Sobre todo el de la gasolina. Porque en España, de lo que de verdad habla casi todo el mundo y todos los días es de coches. Y el fuerte incremento de los costes de funcionamiento de los vehículos indigna al que está en contra del Gobierno y lleva a no pocos neutrales a colocarse al lado de éstos.

Y luego están los salarios. Tras muchos años en el olvido -los gobiernos de derechas no dudaron en recortarlos para hacer frente a la crisis anterior- habían vuelto a la palestra pública. Con los sucesivos aumentos del SMI y con la previsión de que las nuevas normas laborales aprobadas recientemente abrirían paso a subidas salariales en las negociaciones entre las partes. Ahora, con la inflación desbocada -está en más del 7,5 % y es cosa de meses que llegue al 10- esas hipótesis han quedado desfasadas, por decir algo.

La idea misma del pacto de rentas que ha venido a proponer el Gobierno ha sido puesta en entredicho por las consecuencias económicas de la guerra. Porque anular el enorme impacto inflacionista que éstas van a tener exigiría sacrificios que es impensable que vayan a ser aceptados: como la de la reducción de los salarios reales, por ejemplo. Con todo, un acuerdo entre sindicatos y patronal podría calmar algo el clima de ansiedad que empieza a difundirse entre la ciudadanía.

De poco valen las previsiones que algunos economistas ya están haciendo sobre cuánto se va a recortar el crecimiento económico previsto como consecuencia de la guerra. Porque lo más probable es que dentro de unos meses haya que recortar de nuevo esos pronósticos. Y de nuevo algún tiempo después.

Sobre todo si, como empieza ya a sospecharse muy seriamente en los ambientes financieros, el Banco Central Europeo termina subiendo los tipos de interés, como ya acaba de hacer la Reserva Federal norteamericana. Todo indica que ese negro designio solo se podría alejar si la guerra terminara dentro de pocos días y si luego, casi inmediatamente, unos y otros se dispusieran a rebajar el impacto de las sanciones a Rusia.

Pero eso es un sueño. No tanto por la primera condición, que hasta podría verificarse, sino sobre todo porque la segunda es prácticamente imposible de cumplir. Porque los Estados Unidos no están para nada dispuestos a que Rusia salga sin graves o gravísimos daños del entuerto. Entre otras cosas porque ese castigo es también una seria advertencia a China.

Y si suben los tipos de interés habrá que atarse los machos. No solo porque eso supondría un nuevo golpe a la actividad económica, sino porque también pondría en cuestión la capacidad de nuestro Estado para hacer frente a los enormes compromisos que supone tener una deuda de más del 120% del PIB.

¿Qué harán Pedro Sánchez y el Gobierno para hacer frente a esos desafíos, que ya están ahí y que no harán sino agravarse a medida que pasen los meses? Hasta el momento no dan la impresión de tener un plan al respecto. Lo cual también sería mucho pedir, habida cuenta de la rapidez con que se han producido los acontecimientos catastróficos que nos han golpeado. Confiar en Europa, en la UE, es una buena idea, pero que también puede ser algo retórica. Porque no está dicho que dentro de poco la Comunidad deje de estar tan unida como lo ha estado en las últimas semanas. La reunión de esta semana de los dirigentes de Polonia, Chequia y Eslovaquia con el presidente ucraniano es un mal indicio al respecto.

Lo que está más claro es la que la oposición de derechas va a hacer todo lo que esté en sus manos en España para ahondar los problemas del gobierno Sánchez. Vox ya está en ello a todo trapo. Al PP todavía le faltan algunas semanas para que decida qué va a hacer. ¿Cabe la posibilidad de que Núñez Feijoo piense seriamente que un cierto tipo de acuerdo con los socialistas sería una buena fórmula para hacer frente a la situación tal y como piden cada vez más empresarios importantes?

Imposible saberlo. Pero tampoco se puede descartar del todo. Claro está que para que esa hipótesis se abriera paso como una posibilidad real sería necesario romper la coalición de gobierno. Y la manera menos traumática de hacerlo sería disolviendo Las Cortes y convocando elecciones anticipadas. 

Etiquetas
stats