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Nuestros emprendedores negreros

El panteón de Esteve Gatell Roig y su mujer, uno de los más reconocidos negreros nacidos en Torredembarra

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¿Qué tienen en común algunas corporaciones del Ibex 35 con joyas modernistas de Barcelona que atraen cada año a millones de turistas, el origen de importantes infraestructuras en España, como el ferrocarril, y muy distinguidos títulos de linajes nobles de la corte del rey Felipe VI?

En muchos casos comparten el empuje inicial de un capital de origen inconfesable: el esclavismo.

El capital que amasaron nuestros negreros en el siglo XIX, sobre todo cuando el negocio ya estaba prohibido en casi todo el mundo, sirvió también para construir en la práctica un nuevo país, con una nueva industria, una nueva corte y una nueva clase dominante, que en buena medida todavía definen los contornos de este país: la España actual no se entiende sin este pecado original.  

Esta realidad incómoda, compartida en parte por la mayoría de países occidentales, es bien conocida en el mundo, con estudios que sitúan a España como segunda “potencia internacional” de este infame negocio, que los países europeos empezaron a abolir en 1821, pero que aquí siguió hasta 1867: los académicos estiman que un mínimo de 12,5 millones de africanos fueron trasladados a América entre 1525 y 1867 para ser explotados como esclavos despojados de todo derecho. De ellos, más de dos millones hacia Cuba, entonces provincia española, un truculento récord sólo superado por Brasil.

Ojo: España no solo fue líder en la recepción de esta “mano de obra”, sino que encabezaba también el “sector marítimo” encargado del transporte, a través del cual estos millones de hombres, mujeres, niños y niñas cruzaron el Atlántico en condiciones equivalentes al que se daba al ganado.

Y pese a ello, España es todavía uno de los países más refractarios a la hora de afrontar esta realidad tan poco edificante, que en cambio han empezado a mirar de cara antiguas potencias coloniales.

Sin embargo, el mundo académico sí ha dado pasos muy decididos en el estudio del esclavismo y las fortunas que permitieron amasar en España. Lo prueban dos volúmenes formidables recientemente publicados por Icaria Editorial: Del olvido a la memoria. La esclavitud en la España contemporánea, coordinado por uno de los mayores expertos en España, el historiador de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) Martín Rodrigo y Alharilla, con la participación de otros 13 especialistas, y Deu històries negreres. Expedicions transatlàntiques catalanes al segle XIX, de Xavier Sust Fatjó.

El primero pone la lupa sobre cinco plazas españolas especialmente activas en el “negocio” -Madrid, Cádiz, Cataluña, el País Vasco y Baleares-, mientras que el segundo, editado solo en catalán, entra a fondo en diez casos muy concretos de Cataluña.

Estos trabajos se suman al alud de obras de la última década que retratan ya con mucha nitidez estas prácticas y sus efectos en el capitalismo español, entre las que destaca también Negreros. Españoles en el tráfico y los capitales esclavistas (Catarata, 2021), de José Antonio Piqueras, catedrático de la Universitat Jaume I de Castelló, que pone el foco en la formación de la burguesía como nueva clase dominante en la España del siglo XIX y su conexión con el negocio negrero.

Las huellas esclavistas pueden encontrarse, según estas investigaciones, en alguno de los ingredientes fundadores de las grandes corporaciones que hoy son el Banco Santander, BBVA, Caixabank, Iberdrola, Naturgy, Acciona o Vocento, entre otras; en el mecenazgo que permitió aflorar el modernismo y sus admiradas construcciones y hasta en los linajes familiares de políticos tan opuestos como el exdirigente del PP y de Vox Aleix Vidal-Quadras y el expresidente de la Generalitat de Cataluña, el nacionalista Artur Mas, cuyo ancestro Pigat todavía da nombre al gigante que llega desde el mar cada año para arrancar la Fiesta Mayor de Vilassar de Mar, localidad natal del político.

TV3 derriba estereotipos

Muchos de estos datos se muestran en el documental Negrers. La Catalunya esclavista, emitido esta noche en el espacio Sense Ficció, de TV3. El filme, producido por Abacus, con participación de la revista de historia Sàpiens y dirigido por el periodista Jordi Portals, es excepcional no tanto por las informaciones que desvela, sino porque hace un buen repaso de las ya documentadas sin ningún edulcorante  en una televisión pública. Y centrándose en los pecados propios y no en los ajenos.

Cataluña es quizá la comunidad que hasta ahora había ido más lejos en la búsqueda de esta verdad incómoda que relaciona la sociedad actual con el pasado negrero. Pero las experiencias con sello institucional que habían emprendido este camino parecían centrarse sobre todo en personalidades afincadas en Cataluña pero originarias de otras partes de España, como Antonio López, marqués de Comillas, cuya estatua fue retirada por el Ayuntamiento de Barcelona en 2018.

Este documental es diferente: obviamente, contextualiza la huella catalana en un contexto general, español y mundial, pero sin justificaciones ni omisiones, sin rebajar ni un ápice la responsabilidad propia e incluso resquebrajando tópicos tan arraigados en Cataluña como el supuesto genio de sus emprendedores industriales en la eclosión de la Revolución industrial. Mucho genio, sí… ¡pero también mucho capital de origen esclavista!

Al preestreno del documental, la semana pasada, acudió incluso una consejera del Gobierno catalán de Esquerra Republicana (ERC), así como dirigentes de este partido y de la CUP, lo que ha levantado polvareda entre los sectores más tradicionalistas del nacionalismo catalán, que han mostrado en las redes sociales estupor e indignación ante lo que consideran muestras de “autoodio” y de desviación del recto camino, consistente siempre en señalar los abusos de España, minimizar los propios e ignorar la ligazón profunda entre unos y otros.

Es por esto que se trata realmente de un paso de gigante, que además hace trizas muchos de los estereotipos sobre TV3  que se han consolidado en Madrid sobre la teórica supeditación absoluta de la televisión autonómica a la agenda nacionalista acrítica. Ojalá este documental pueda verse también en televisiones del resto de España para que se observe qué tipo de materiales emite en ocasiones TV3, y hasta ayude a abrir una senda en todo el país que vaya abordando críticamente el origen del capitalismo español y la acumulación primitiva de capital de sus clases dominantes.

A Honoré de Balzac se le atribuye la frase de que detrás de las grandes fortunas suele haber un crimen. Seguro que es una exageración: a veces lo que esconden es solo el esclavismo.

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