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Y la izquierda en su gallinero

Gumersindo Lafuente

Pedro y Pablo, Pablo y Pedro. ¡Cuántas veces os vais a acordar de los errores cometidos tras el 20D! Sánchez, acosado desde el principio por sus propios compañeros, no se atrevió a sentarse a negociar de manera sincera un pacto de izquierdas para echar a Rajoy. Iglesias, cegado por el éxito, aterrizó en el Parlamento como ese mal actor que lleva años ensayando el papel de su vida y el día que le toca subir al escenario se olvida del guión y la improvisación magnifica todos sus defectos.

Entre los desplantes y la cal viva, Pablo, se lo pusiste muy difícil a los socialistas. Que no te quieren, está claro, pero te necesitan, como tú a ellos, aunque te gustaría fulminarlos. Aragón es el último ejemplo. El PSOE gobierna gracias a Podemos y Podemos acaba de conseguir la presidencia de las Cortes gracias al PSOE.

Qué paradójica la vida, Pedro, lo que a Javier Lambán le vale en su tierra para poder ser presidente, parece no gustarle para que tú estés al frente del gobierno de España. Y así, entre empujones dialécticos y silencios estratégicos de los barones, llegamos al 26J. Y en vez de soluciones, las urnas lo complicaron todo mucho más. El lunes 27, Pedro Sánchez pudo haber dado un paso adelante para poner en su verdadero valor sus 85 diputados, pero calló. Y fue Albert Rivera el que habló, con los resultados ya vistos. Y los barones y las baronesas siguieron callados cara al público, aunque empezaron a enredar en los pasillos.

Pero el tiempo se acaba. Los socialistas huelen la debacle en Galicia y el País Vasco y llega el nerviosismo. El debate en las redes sube de temperatura. Y de pronto los que estaban en silencio saltan en tromba a través de Facebook y Twitter, pero no con un discurso de ideas y propuestas, si no con una letanía de lloros y lamentos pidiendo libertad de expresión y respeto.

El espectáculo no puede ser más desalentador. Los votantes socialistas, que apoyaron hace unas semanas a Pedro Sánchez en las urnas, supongo que ven con desconcierto este guirigay, coronado por la siempre oportunista desautorización de Susana Díaz al que debería ser su líder.

En Podemos no están mucho mejor, no se crean. Se acaba de abrir la batalla de Madrid. La capital ha sido por años el lugar preferido por la izquierda para despedazarse. Ni comunistas, ni IU, ni socialistas han encontrado nunca la tranquilidad. El resultado: casi 25 años sin tocar el poder. Iglesias y Errejón, Espinar y Maestre, van a jugarse parte del futuro de su partido en toda España. Justo ahora que controlan un trozo del Ayuntamiento.

Deberían tener cuidado. Algunos de sus votantes pueden estar pasando muy rápido de la indignación a la decepción por la teatralización excesiva del debate. Sobre todo cuando el barullo en el gallinero de la izquierda ayuda a mitigar los ecos de los escándalos del PP.

No puede ser que De Guindos y Rajoy salgan limpios de lo de Soria. No puede ser que sigamos teniendo un ministro del Interior que condecora a los que apalean inmigrantes. No puede ser que Rita Barberá, la reina de la casta, se aferre a un escaño que no le pertenece. No puede ser que el partido de la corrupción y la desigualdad se perpetúe en el poder y la izquierda no logre un acuerdo de mínimos que ayude a sacar a este país de la cloaca ética en la que se encuentra.

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