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Es justo y necesario

El magistrado del Tribunal Supremo Manuel Marchena

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En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación

Prefacio de la Misa Católica del Domingo

Los políticos catalanes presos ya están en sus casas. En mi opinión son unos indultos de justicia porque si su actuación violentó los límites de la Constitución –y para eso teníamos el arma jurídica del 155– nadie vio en los sucesos de 2017 un alzamiento violento ni un golpe de Estado, nadie y miren que los seguí en directo en varios platós, hasta que al fiscal general de Maza no se le ocurrió presentar una querella ficción en la que los hechos que todos habíamos visto se transformaban en una rebelión que nadie había presenciado. El golpe de Estado que se apresuraron algunos a decretar sin conseguir que, a pesar de tanto esfuerzo, ni el Supremo se atreviera a tanto.

Durante estos años les he ido narrando los forzamientos procesales y de competencias, los retorcimientos de los tipos penales y todo aquello que una parte de la judicatura estaba dispuesta a recrear para acabar con los políticos independentistas en la cárcel (El Supremo se hace bola). No ha sido una postura fácil pero siempre me pareció la honesta. Desde esa perspectiva y desde la que me hizo participar en aquella iniciativa de 2017, ¡Parlem!, para que no se abandonara la vía de la política, me reafirmo en considerar que los indultos concedidos son de justicia material y son necesarios para enmendar un camino, el del derecho penal, que nunca se hubiera debido iniciar y que no fue sino la manifestación de la inveterada costumbre de un hombre como Rajoy de ocultarse detrás de las togas. Siempre he compartido con todos los juristas que lo pensaban –y que han callado durante estos años– que si alguien quería empeñarse en ver un delito en la actuación de los independentistas en 2017 ese sólo podía ser de desobediencia a las órdenes del Tribunal Constitucional. El problema no son los indultos, como claman algunos, el problema fue que esa sentencia llegara a ser dictada.

Establece ahora el Gobierno de la nación sus directrices políticas para salir del impasse de confrontación que existe con Cataluña y dentro de Cataluña y está en su pleno derecho. Puedo asumir que haya una parte de la población que considere que es un error iniciar esa senda, pero el Gobierno tiene derecho incluso a equivocarse buscando un objetivo de bien común. El bien común no se establece por aclamación de la opinión pública como pretende el Partido Popular. El bien común debe estar por encima de los propios cálculos electorales y partidistas. En esto se contradice la derecha que considera que haber dado este paso perjudicará a los socialistas en las urnas –lo cual debería haberles llenado de alegría– y si eso es cierto sólo el bien común puede llevar al PSOE a ponerse en tan difícil posición electoral.

Las derechas están cómodas con esta confrontación. Yo iría más lejos y diría que no sólo las derechas nacionalistas españolas sino también la derecha independentista catalana, que es la que más ruido está haciendo contra la decisión de indultar. Su comodidad electoral, su comodín del inflamado amor patrio, no tiene por qué responder al bien común dado que, como bien saben los empresarios, que las aguas vuelvan a su cauce es el mejor escenario tanto para la economía como para la convivencia. Siempre se olvidan las derechas de contarnos que cientos de miles de catalanes no independentistas ansiaban también que llegara este momento que, ellos lo saben bien, era imprescindible para abordar cualquier tipo de normalización social.

Casado está derrapando terriblemente con esta cuestión. No sólo con la ¿torpeza? de Ayuso metiendo en la polémica la figura constitucional del Rey; sino con las idas y venidas de la foto de Colón, que no fueron sino la demostración de que esta cuestión está más que amortizada y que no van a lograr soliviantar masivamente a una población que ahora tiene otras prioridades. La última ha sido exigir a Sánchez que convoque unas elecciones plebiscitarias “sobre los indultos”. No sabe ya cómo patalear para pedir unas elecciones, que decía eran inmediatas tras las de Madrid porque el Gobierno estaba a punto de caer.

Esto va a ser duro y difícil y tal vez ni salga. Ya ven cuántas partes hay que preferirían que este intento de hacer política se fuera al traste para sacar tajada de ello. Son más los que van a maquinar para hacer descarrilar la búsqueda de la convivencia que los que están dispuestos a pelear por ella. Están en Madrid pero también en Cataluña. Vamos a oír decir de todo, fundamentalmente a cada líder lo que crea que más enardece y fideliza a su parroquia. No es momento de perderse en relatos ni en cuentos chinos. Aquí lo que cuentan son los hechos. Si quieren estar al corriente de lo que pasa, quítenle bastante banda sonora y quédense con los hechos. De los hechos que vivimos venía mi plena convicción de que nunca asistimos a un alzamiento violento, por muchas vueltas al “ambiente” que le dieran los jueces. De los hechos vendrá la constatación de si se van subiendo nuevos peldaños en esa escalera en busca del reencuentro, de la que los indultos son sólo un primer escalón.

Era necesario y está hecho.

Ahora sólo queda por hacer todo.

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