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Machismo asesino: todos los cómplices

Manifestación con motivo del Día Internacional contra la Violencia Machista.

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Nos fuimos a dormir sobrecogidos por la noticia: el secuestro y asesinato de dos criaturas, perpetrados por su progenitor, para dañar en lo más profundo a la madre tras su separación. El cadáver de Olivia, 6 años, fue localizado en aguas de Tenerife a mil metros de profundidad, metido en una bolsa de deporte atada a un ancla. Rematando la extrema crueldad y su propia inhumanidad. La pequeña, de 14 meses, habrá seguido la misma senda. El Ministerio del Interior maneja la hipótesis de que las sedó a ambas y las tiró vivas al mar.

Ese crujido de dolor que nos asola se torna con las horas en indignación insoportable. Dos niñas preciosas, rebosando alegría de vivir y el candor de la fragilidad infantil, segadas por su propio progenitor –ser padre es otra cosa-. Casi simultáneamente el exnovio de Rocío Caíz, una menor de 17 años, confesó que la había matado y descuartizado. Tenían un bebé de 4 meses. Fue en Sevilla. En Ibiza, la Policía concluye que Elena Livigni, 21 años, murió al ser arrojada por un balcón en otro crimen machista. El balance de los últimos 30 días es de 10 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas. Añadamos a las niñas de Tenerife, y sin duda la madre a la que su pareja ha dejado muerta en vida.

Y este viernes ha entrado en prisión Juana Rivas, condenada por haber escondido a sus hijos durante un mes por temor al progenitor al que había acusado de maltrato. El Tribunal Supremo rebajó el tiempo de condena a dos años y medio, pero ratificó la sentencia. Es el timing de la justicia española. Casualmente fue el 27 de abril, día en el que Tomás Gimeno raptó a sus hijas, anunciando a su madre que no las vería nunca más.

No es posible seguir divagando sobre un asunto tan grave. Los asesinatos machistas y el machismo de todo los días tiene culpables y mientras no sean identificados y depurados, este terror seguirá ahí.

El machismo forma parte del ADN de la España oscura. Cuatro décadas de dictadura franquista han dejado huellas profundas en la educación. 40 años de pata quebrada, con las mujeres tratadas como minusválidas mentales y supeditadas al hombre, padre o marido. Quizás no se ha hablado suficiente, por mucho que parezcamos agotadas de repetirlo,  de cómo crecieron mermadas en derechos varias generaciones. Luego reproducen los esquemas, especialmente en familias y ámbitos endogámicos.

Hoy comprobamos que España sigue pagando haber dejado intacto el poso fascista con cuanto conlleva. Los gobiernos progresistas a partir de la Transición aportaron algunos avances y mucho maquillaje, de esos que con el tiempo se cuartea.

José Luis Rodríguez Zapatero sí se propuso modernizar la vetusta y rancia piel de toro. El PSOE presentó en 2003 una propuesta para una Ley Integral contra la violencia de género y fue rechazada con los votos del PP. La aprobó en 2004 tras ganar las elecciones. Y también la de Igualdad, bastante contestada.

El machismo siguió matando, por supuesto. No hay policías suficientes para proteger las denuncias que ya sumaban 600.000 en el balance de los últimos 5 años, en datos recientes. El machismo se educa o se doma a través de la educación. Y se ha opuesto una fuerte resistencia. Ahora emerge todo lo que no se corrigió.

Ha salido de sus madrigueras o de sus palacios señoriales, todo el fascismo, machismo, homofobia e involución insertos en los genes españoles. Y se ha sentado en los parlamentos nacionales y locales. Y en los medios y tertulias. Y sigue en la judicatura. Y en la Iglesia. Y en la enseñanza. Y en la educación, por tanto.

Los obispos decían en 2004 que la violencia de género era “el fruto amargo de la revolución sexual”. Los colegios católicos concertados que segregan por sexo han sido una potente base de operaciones. Zapatero suprimió su financiación a cargo del Estado, pero Wert en el gobierno ya de Rajoy los repuso contra viento y marea y el Tribunal Constitucional rubricó la operación.

No hay justificación para el machismo, ni para la educación segregada, ni para negar la violencia ejercida contra las mujeres por serlo. No son locos, son posesivos, controladores, rencorosos, vengativos, convencidos de su derecho a dañar y hasta liquidar lo que creen es suyo. Son mentira sus cifras y excusas. Hemos de dejar de caer en las trampas que tiende la involución. A cualquier persona normal le repugna intelectualmente su argumentario. Las olonas y rocíos, que les hacen el trabajo machista a sus hombres, como en El Cuento de la Criada, y todo el conciliábulo que se expande por medios y redes saben cómo captar debilidades mentales proclives. Las redes se han llenado este viernes de toda su propaganda y mentiras. Con periodistas que no deberían tener lugar en medios de un país democrático.

Como toda ideología autoritaria quieren penas duras de cárcel, no soluciones. Porque eso es lo que les refuerza. ¿Cadena perpetua para quien se mata en orden distinto a sus impulsos? Mientras, se oponen a las condenas institucionales de los asesinatos machistas. Madrid ya ha dejado de hacerlo, con el plácet de Díaz Ayuso. Que luego pongan tuits con condolencias por las dos pobres criaturas en Tenerife es una hipocresía insufrible, un insulto. Lo mismo que quienes impulsan estas ideologías y nutren sus emisiones usando hasta las vísceras de las víctimas para atrapar audiencia.

El gobierno de coalición de Pedro Sánchez ha impulsado leyes contra la violencia de género, suscitando feroces críticas –dentro y fuera del ejecutivo- a la Ministra de Igualdad, Irene Montero. Salvajes insultos en muchos casos en el parlamento político y en el circo mediático y no digamos en las redes, coto de caza machista para toda mujer -política o periodista- progresista y libre. La violencia vicaria, la que se ejerce sobre la madre para hacerle el daño más extremo, ya está reconocida en la Ley. Se acabó con violaciones encubiertas y la impunidad a los violadores en manada. Lástima, los enfrentamientos dentro del feminismo que pierden el norte sobre el problema crucial: el machismo se refuerza, el machismo mata. La Ley del Menor, impulsada también por Unidas Podemos, es pionera en la protección de los niños frente a la violencia. Vox y PNV votaron en contra.

La lacra del machismo se sufre en todo el mundo en mayor o menor grado. La practican hombres y mujeres. De derechas y de izquierdas. En España forma un cóctel letal: machismo, franquismo también, lleva décadas atrincherado en la Justicia, pervive en la enseñanza y deja profundas huellas en la educación, reforzada por muchos medios. Demasiados. Condicionados por sus prioridades, tergiversaciones y censuras.

A Olivia y Anna, a Beatriz, las han matado con la complicidad de políticos y periodistas, incluso con los que no creen vender machismo pero sí las políticas que lo llevan como estandarte. Y de jueces y directrices de enseñanza. Y de personas obtusas, tibias. Pero esto no puede continuar. Hay que romper ese hilo. Desconecten de una vez las fuentes que emiten tóxicos. Lean un libro, cocinen una tarta o bailen un vals antes que enchufarse a ellas. Usen la cabeza y la dignidad al apoyar acciones políticas. Sin esa cadena de colaboradores no podrían tener la fuerza, la extensión y la capacidad de ejecutar sus acciones.  

Hemos de parar estos abusos, este terror...

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