Rajoy y el cuento de la lechera
En uno puede ser afán ejemplificador, en dos puede ser falta de imaginación, en “ene” más viene a ser la plasmación de un argumentario que sólo puede tener un origen. Me dicen,me repiten, me machacan: lo del presunto delito de cohecho de los empresarios al PP para obtener obra pública es “el cuento de la lechera”. Sea en la versión de Esopo sea en la de Samaniego, que me pilla más próximo, el aviso viene a ser el mismo: ese cántaro se romperá en los pies de la Justicia. Me temo que no es sino una plasmación de lo que Rajoy I, el Resistente espera. Que entre las prescripciones de los delitos más básicos y lo que consideran la “imposibilidad” de probar “que no son inocentes” todo quede en unas salpicaduras.
Olvidan que a la lecherita le pasó lo que le pasó por querer vender la piel del oso antes de cazarlo o bien creen que, en este caso, el cazador no saldrá a por el oso. Es cierto que investigar el delito de cohecho exige una postura pro activa más allá del encargo de informes de trámite pero también lo es que es perfectamente posible seguir el rastro de una actividad ilícita de este tipo aunque no colaboren los sobornadores ni los sobornados.
Es evidente que Bárcenas se guarda cartas, que no dice toda la verdad, que oculta datos y que maquilla los que son verdaderos. Es lógico. Bárcenas no está colaborando con la Justicia, se está defendiendo. Hay indicios de ello en la saña con la que aporta datos sobre algunos y la nebulosa con la recuerda a otros, ¿JM?, que, por lógica, deberían estar grabados en su memoria.
Un claro ejemplo es el de la aportación de datos concretos y comprobables sobre las actividades de financiación del partido a través de las donaciones ilícitas de empresarios que a la vez eran contratistas de la Administración. Un relato muy creíble en el que el ex tesorero se queda a un paso, en el que dibuja el delito de tráfico de influencias pero en el que se cuida mucho de añadir esa actitud finalista que constituiría el mucho más grave delito de cohecho. Lógico. A la par que saldando cuentas se está implicando.
Da la sensación de que los leguleyos de Génova creen que el doble hecho de que “El Cabrón” no quiera complicarse en delitos mayores y la seguridad de que los donantes no van a meterse de hoz y coz en un berenjenal delictivo, les mantiene a salvo. Insinuan, repiten y machacan por voz propia y de acólitos, por bajinis y a gritos, que nada podrá probarse.
No es cierto. La prueba indiciaria es básica en la delincuencia económica. Estos flotadores con los que se cree investido el PP, funcionan igual en otros casos de este tipo de criminalidad. Lo cierto es que si un juez sabe y quiere hay fórmulas para investigarlos.
Un vez señalados por Bárcenas o su contabilidad los casos existe un camino que pasa por cruzar los datos para ver que adjudicaciones se produjeron de forma simultánea a los donantes. Una vez obtenidas, habría que analizar el desarrollo de cada concurso. Habría que ver si las obras estaban contempladas en presupuesto, y por tanto tenía una necesariedad previsible, o fueron improvisadas después. Habrá que analizar si las ofertas del presunto donante coincidían exáctamente con el pliego de condiciones del concurso -que podría haberse redactado ad hoc- y si después hay una mejora de oferta leve que les convierte en la mejor opción -después de haber tenido un soplo sobre las plicas presentadas por los demás. Habría que ver si incluso se produjeron “bajas temerarias” para obtenerlos y fueron aceptadas.
Si es un sistema, si se reproducen en los casos de los contratistas de la Administración sospechosos de haber pagado por la obtención de estos favores, entonces judicialmente el relato de hechos se irá construyendo.
Hace falta para ello echarle arrestos y trabajo. Un juez debe investigar él mismo,no ser un simple recabador de informes, opiniones y datos ajenos. Así que no se por qué se muestran tan seguros de que esto acabará como la fábula. No deberían estarlo. No al menos que tengan datos que los demás no tenemos. Datos que les permitan sentirse a salvo a sabiendas de que esa senda de investigación no se va a recorrer y no vamos a creernos tal cosa, ¿no?
Al final esperemos que el único cántaro que se rompa es el del cinismo, la falta de responsabilidad y el afán de encubrimiento; que las ilusiones que se derramen sean las de los que piensan que todo es igual, que el que resiste gana, que todo sale gratis. Espero que paguen hasta el cántaro roto.