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10 razones para ir a votar y una para ser educados
1. Que no sabes lo que es el IPC, el FMI o la OTAN... la Comisión Europea, Lehman Brothers o la transición, pero sí puedes impartir un curso de verano sobre la vida de Tamara Falcó, Belén Esteban, Jorge tal y con quien se acuesta Pascual; pues claro que sí, ve a votar.
2. Que para ti la política es entretenimiento y espectáculo, como el fútbol, y además coincide que las elecciones son en domingo, como la Liga; pues está claro, ve a votar.
3. Que no sabes a quién votar, que a ti realmente te da igual, y simplemente te limitas a seguir al rebaño; no lo pienses más, ve a votar.
4. Que a ti la historia, la filosofía y las humanidades en general te parecen cosas para elitistas y eruditos que se quieren creer más que los demás; ve a votar con urgencia, no te hagas de menos.
5. Que tienes la oportunidad de coger un bisturí y operar a corazón abierto sin haber pasado por la facultad de medicina; pues no la desaproveches y después ve a votar, que coger un papeleta y meterla dentro de un sobre es incluso más fácil.
6. Que piensas que la tierra es plana y que la Segunda Guerra Mundial y la teoría de la evolución son bulos de los medios −pero cómo vamos a tener de primos a los monos, si ellos ni saben escribir ni van a votar−. Pues a votar se ha dicho.
7. Que eres racista y rencoroso; no pierdas el tiempo, busca una urna y mete tu voto, no pierdas la oportunidad de expresarte.
8. Que sabes que a los políticos les gusta mentir y a ti te gusta que te mientan, pues díselo en las urnas.
9. Que votes lo que votes, piensas que tampoco va a cambiar nada; a votar sin complejos y luego a seguir con lo tuyo.
10. Que pienses que el pueblo alemán fue ingenuo o simplemente estúpido y débil al votar mayoritariamente a Hitler en marzo de 1933, y que eso no puede volver a pasar en democracia.
No hay diez, hay diez mil razones para ir a votar. Pero también hay diez mil razones para pensar que no solo se trata de ir o no ir, sino de actuar en conciencia y con conocimientos. Con educación. La medida o la altura de una democracia no la dan la cantidad de votantes que acuden a las urnas. Una mayoría incluso puede elegir la tiranía, la brutalidad, en algún momento de la historia. Para ir a votar y para que todo lo demás funcione en un ambiente cada vez más complejo, se nos exige un esfuerzo intelectual. Una sabiduría. No nos podemos dejar el cerebro en casa cada vez que salimos fuera.
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