Adolescente bajo presión

Es un adolescente de entre quince y dieciséis años. De origen peruano. Lleva dos años en España, junto a su madre y su hermana. Viviendo en un piso humilde, en un barrio humilde, en la zona periférica de la gran ciudad. Acude a un Instituto de Enseñanza Media de alumnado similar a su caso y a su situación, de origen humilde y migrante en gran parte. Además, los rasgos del adolescente de origen peruano son “muy andinos” y le resulta difícil pasar desapercibido sin mostrar cuál es su origen.

Por lo demás y por encima de cualquier otra consideración, es un muchacho excelente, educado, correctísimo y dedicado, dentro de sus posibilidades y su retraso académico, a sacar adelante sus estudios obligatorios, con esfuerzo e interés redoblados.

Su ilusión o su sueño es poder estudiar un primer Grado de Mecánica, tal vez uno posterior Superior, buscar trabajo en algún taller de su barrio y, con el tiempo, llegar a disponer de su propio taller de Mecánica. Sabe que lo tiene difícil, pero, de momento, no se rinde.

Este joven tiene un amigo, de origen paisano idéntico, también peruano, emigrado a nuestro país, con el que se lleva muy bien y con el que algunas tardes de los fines de semana suele salir a dar una vuelta, un paseo… a charlar, a reírse un poco, a contarse sus secretos y sus confidencias.

Pero ambos tienen que sortear con alguna frecuencia su contacto imprevisto con alguna “banda” del barrio, de esas bandas de latinos que, cuando van en grupo se crecen y arremeten contra convecinos de su mismo origen, también “latinos”, intentando presionarlos para que pasen a formar parte de sus bandas y sus protocolos, procedimientos y cometidos, no demasiado recomendables.

Como dice el chico en cuestión, cuando vienen solos es fácil evitarlos y negarse. Pero cuando aparecen en grupo es mucho más difícil. Como sucedió el último fin de semana, cuando se vieron rodeados por un grupo numeroso. El amigo logró escabullirse en cuanto vio lo que se les echaba encima, pero quien soñaba con convertirse en un buen mecánico, no pudo hacerlo, y muy pronto comenzó a recibir toda clase de presiones, insultos y empellones de la banda crecida.

Al fin logró escapar del asedio callejero, aunque se llevó una buena marca en uno de los pómulos, seguramente efecto de algún puñetazo bien dirigido. De momento seguía siendo un adolescente libre.

Al día siguiente, el adolescente no fue al Instituto, necesitaba recuperarse en casa, física y emocionalmente. Se lo había contado a su madre y sabían, ambos, que deberían seguir resistiendo.

El martes ya regresó a estudiar, al Instituto, a cumplir con sus obligaciones escolares, con la marca aún reciente del golpe en el pómulo. Se lo contó todo a una profesora que sí lo escuchó y trató de consolarlo, animarlo y darle algo de fuerza.

Nuestro protagonista adolescente es todo un héroe, un resistente, un superviviente… y en el instituto no encuentra suficiente apoyo, salvo que una profesora lo haya escuchado. Su lucha es solitaria y lo tiene todo en contra. Además, por sus rasgos es un sospechoso preventivo y habitual… para algunos malnacidos que presumirán de patriotas… “a tiempo completo”.