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Un argentino en el metro de Estocolmo

Domingo Sanz

De regreso a casa con él, de 11 años, y con ella, de 14, les enseñé el vídeo editado por “Mente millonaria” que comienza con “El ingeniero Leandro Guido, un argentino en un intercambio en Europa...”, que dura casi tres minutos. Lo vieron por separado y en momentos distintos, pero al final los dos me preguntaron lo mismo: “¿es verdad?”.

Supongo que, de manera espontánea, pensaron que la sorpresa del ingeniero ante los molinetes del metro de Estocolmo era un montaje porque, si la mentira y lo falso no fueran hoy la manera de comunicarse, ellos no habrían dudado ni aunque el relato contara que en la capital de Suecia el transporte público es, en realidad, una gigantesca ONG en la que las personas que tienen dinero le pagan el billete a las que no lo tienen.

Acto seguido pensé que lo que debe ocurrir en Suecia es que allí se conocen todos, pues solo son diez millones, y confían tanto los unos en los otros que pueden permitirse cualquier generosidad sin miedo a que los desaprensivos abusen de la buena fe de los demás.

Enredado en este hilo mental era inevitable pensar en los inmigrantes. Pues es un lugar común, que incluso la simple llegada de nuevos vecinos a un bloque de viviendas implica siempre unos primeros momentos de prudencia mientras se buscan encuentros para saber como son y de qué van. Como vivo en España, donde los de Vox acaban de conseguir un 15,1% de los votos atizando el rechazo al inmigrante, entre otros odios, no podía dejar de pensar que si en el metro de Madrid no hay molinetes de dos clases es porque debemos estar rodeados de “desconocidos” en una proporción muy superior a la de Suecia.

Pues de eso nada. Mi sorpresa ha sido mayúscula al constatar que el porcentaje de inmigrantes en Suecia es un 70% superior al de España, siempre en relación a sus respectivas poblaciones. En España un 10,1% y en Suecia el 17,3%.

Pensando en los inmigrantes había reparado también en la ultraderecha sueca, unos políticos a los que no deben gustarles ciertos molinetes, y confirmé lo que ya había leído antes: en ese país todos los partidos se han conjurado para aislar al SD, los ultraderechistas que allí han conseguido el 17% y que, al igual que en España, se han convertido en la tercera fuerza en el Parlamento. En cambio, aquí nadie duda que si a PP, Cs y Vox les dieran los números, se repartirían encantados el nuevo gobierno, y que una de sus primeras medidas sería multiplicar los efectivos de las fuerzas represivas para golpear manifestantes y, en sus ratos libres, pedir el billete a todos los usuarios de transportes públicos.

Esta vez terminaré con una pregunta: ¿es el metro de Estocolmo una ONG?

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