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¿Quién es el bueno y quién el malo?
No hace mucho tiempo que hablé en este mismo medio de un negativo impacto emocional, provocado por el gobierno de España. Me refería entonces, y me sigo refiriendo ahora, al cambio de posición de nuestro gobierno en la cuestión del Sáhara Occidental, reconociendo, en una carta enviada al rey de Marruecos, firmada por el presidente Pedro Sánchez y posiblemente filtrada a los medios, que la solución propuesta por Marruecos (que pide su soberanía sobre el territorio saharaui, aunque concediéndole una autonomía sin concretar, pero sin contar con el pueblo saharaui mediante referéndum, en contra de lo resuelto por la ONU) es la base más seria, realista y creíble para la resolución del conflicto. Una afirmación que debió dejar perplejos a los lideres del movimiento saharaui y al gobierno de Argel, que los apoya desde que el ejército marroquí invadió buena parte del territorio del Sáhara Occidental. Y, lógicamente, a la perplejidad debió de seguirle el enfado, la reflexión y una declaración del gobierno argelino por la que notificaba que suspendía el Tratado de Amistad con España, un acuerdo bilateral entre ambos estados. Lógico, ¿no?, España no puede pretender que Argelia siga siendo su amiga después de darle la razón a su mortal enemigo, Marruecos, contradiciéndola en un asunto tan trascendental para ella y para su protegido, el pueblo saharaui, en buena parte desplazado de su patria, al que también, ¿por qué no decirlo?, España debería sentirse obligada a proteger. ¡El gobierno español, no todo, es responsable!, puso el grito en el cielo la oposición ante el posible bloqueo comercial argelino a España. ¡Nos van a cortar el gas!, nos alarmaron algunos medios. Pero Alvares, el ministro de AAEE, se fue a Bruselas, y volvió; la Unión Europea nos da la razón, está con nosotros, no nos cortarán el gas los argelinos, podéis estar tranquilos que todo sigue igual, anunció en actitud triunfante, y haciendo ver que el malo es el gobierno argelino. ¡Qué geta, Dios mío! La verdad es que Argelia sigue teniendo su amistad con España en entredicho, y el acuerdo bilateral con España sigue igual de suspendido. ¿Entonces?, ¿nos cortaran el gas?, no, no hay que preocuparse por eso; Argelia, la Unión Europea y sus estados miembros, entiendo que solidariamente, están obligados mutuamente mediante el Acuerdo Euromediterráneo, firmado en Valencia el 22 de abril de 2002, y, en consecuencia, no cabe que Argelia pueda discriminar a España dándole un trato diferente a los demás estados miembros de la UE. Y es de suponer que así lo ha reconocido Argelia. Así que podemos decirle al señor Alvares que menos flores, que la solución ya estaba escrita. Pero, releyendo los Títulos I (Diálogo Político) y IX (Disposiciones Institucionales) del Acuerdo Euromediterráneo, es posible que se pudiese concluir que el malo de la película es el gobierno español, más concretamente su presidente, pues, en mi opinión, podría haber conculcado dicho acuerdo al hacer la declaración de marras en su cartita al rey de Marruecos, ya que una cuestión como la que nos ocupa debe de estar claramente sometida al diálogo político entre las partes del acuerdo y, además, puede que no sea competencia, aisladamente, del gobierno de cualquiera de los estados miembros de la UE, ya que el Título IX se los otorga en última instancia Al Consejo y a la Comisión de la UE y nunca a los gobiernos de los estados miembros.
Si el asunto, en todo caso, debió ser dialogado con Argelia y si, además, no era de su competencia, por qué entonces el presidente Sánchez le envió esa carta, detonante de la crisis con el gobierno de Argel, al rey de Marruecos. Es de suponer que la raíz del asunto está en el envío de Ghali, líder del Frente Polisario, desde Argelia a España para ser atendido en un hospital de Logroño. La operación debió organizarse entre los gobiernos de Argelia y España con el máximo sigilo, pero Pegasus, que todo lo escucha, la puso al descubierto. Consecuencia: invasión de migrantes en la playa del Tarajal y llamada a consultas a Rabat de la embajadora marroquí en Madrid. Y ante esto, ¿qué hizo Sánchez?, pues eso, mandar la cartita, pensando que así apaciguaría al monarca alauita. Craso error, en mi modesta opinión, además de una villanía, de la que ya hablé. ¡Qué ingenuidad! Marruecos lleva siendo hostil a España desde antes de que Sánchez terminase la primaria. Y Sus ambiciones anexionistas no tienen límite, nunca renunciará al Sahara, ni a Ceuta, ni a Melilla, ni tampoco a las Canarias, pasando por Mauritania. Lo que debió hacer Sánchez, si había que traer a Ghali, traerlo a cara descubierta, pero, como no lo hizo así y lo pillaron, debió decir la verdad sin tapujos y no hacérsela pagar con la dimisión a la entonces ministra de AAEE. El rey de Marruecos se hubiese cabreado igual, pero España habría tenido la ocasión de decirle cuatro cositas: 1. Que el ejército español garantiza la integridad territorial de España. 2. Que España es miembro de la OTAN. 3. Que también lo es de la UE. 4. Que Marruecos debe de cumplir las resoluciones de la ONU, y que no estaría nada mal que se democratizase al menos un poquito.
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