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Carta abierta a Begoña Villacís

21 de octubre de 2022 21:55 h

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Señora Villacís:

El día 14 de octubre leo en su Twitter:

“Ellos me llaman ”Terracís“, yo les llamo ”Terracidas“

Y les recuerdo que la hostelería no solo da de comer a los que se sientan en esas terrazas, también a miles de familias que viven de ello

Nosotros buscamos soluciones equilibradas, para buscar enfrentamiento ya están otros“

Y me deja perpleja, querida Begoña. En la acera donde se encuentra mi piso hay cinco terrazas donde antes de la pandemia había dos. Ya no importa el virus, la mascarilla está cayendo en desuso y se puede consumir dentro de los locales sin mayores restricciones, pero inexplicablemente las terrazas añadidas permanecen, invadiendo aceras y calzadas a pesar de las innumerables quejas de los vecinos. Es cierto que hoy la demanda existe, pero existiría igualmente demanda de flores si nuestro Consistorio hubiese inundado las calles de floristerías, o de fruta fresca si ese fuese el gremio afortunado al que repartiese licencias de “invasión del espacio público” a diestro y siniestro. La gente pasea por la calle y se apunta a lo que ve.

Antes de la pandemia bares, cafeterías y restaurantes hacían negocio. Miles de familias vivían de ello holgadamente sin que, salvo casos puntuales, molestasen a los vecinos. Pero ahora las protestas vecinales se multiplican. Dice usted, señora Villacís, que busca “soluciones equilibradas”, y para ello recurre a una normativa específica cuya mera publicación corrobora el conflicto. Pero esa normativa, dada la aparente incapacidad del Ayuntamiento para hacerla cumplir, es papel mojado. Muchos establecimientos la infringen, y a mí me ha tocado vivir al lado de uno de ellos. No me extenderé sobre mi caso, pero sí puedo decir que las infracciones en las que incurre son manifiestas, detectables y reiteradas, de manera que si se cumpliese su famosa normativa hace tiempo que se le habría retirado la licencia.

No, señora Villacís, no hay equilibrio, no puede haberlo cuando impera la ley de la selva y no hay forma de hacer valer el derecho al descanso y a la tranquilidad. Usted no está salvando nóminas ni hambrientos, sino enriqueciendo a los hosteleros del barrio a costa de la salud de los vecinos. Hay miles de familias afectadas que pagamos impuestos y merecemos ser protegidos, miles de hombres y mujeres que ejercen una profesión de la que viven ellos y sus familias, miles de profesionales sanitarios, docentes, bomberos, trabajadores de todo tipo que quizá se activan a las seis, a las siete de la mañana o tienen que dormir de día porque han hecho turno de noche. Miles y miles de personas necesitan descansar para, ellos sí, cobrar sus nóminas. El descanso es imperativo, es una necesidad inexcusable, prevalece y es previo al ocio que usted protege por encima de todo. Quienes protestamos por no poder descansar no buscamos enfrentamientos, no somos “terracidas”, sólo defendemos un derecho fundamental contemplado en el artículo 15 de nuestra Constitución, el derecho a la integridad física, que el Ayuntamiento de Madrid es incapaz de garantizar.

Es usted el pirómano bombero que se jacta de apagar equilibradamente el incendio que ha originado aunque sólo consiga avivarlo. Pero si realmente quiere apagarlo, es muy fácil: revierta usted las terrazas a su estado anterior, cumpla la Constitución y déjese de excusas baratas. Después de cuarenta años viviendo en él, mi barrio, Chamberí, ya no es mi barrio. Desde mi balcón veo cada vez más chavales (y no tan chavales) que se pelean, que vomitan, que pululan visiblemente drogados o borrachos, que desafían o torean en medio de la calzada a los coches que pasan. Este no es el ambiente en el que crecieron mis hijos y no quiero que sea en el que crezcan mis nietos. Si tiene usted “pundonor y lo que hay que tener” haga honor al nombre de su partido defendiendo a todos los ciudadanos y devuélvanos la animada tranquilidad prepandemia de la que hemos disfrutado tantos años.

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