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Catarsis contra el miedo

Salva Soler

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Voy a contar esto por primera vez. No es por protagonismo, ni mucho menos, ni espero compasión o condescendencia, como sabrán los que me conocen bien.

Conozco historias mucho más graves, por supuesto.

Escribo esto para soltar lastre, pero sobre todo porque creo que contar nuestras experiencias puede ayudar a algunes a entenderse mejor y quizás a otros a replantearse algo.

Cuando tenía 12 años, en el WC del colegio, un par de niños más mayores me “acorralaron” mientras me agachaba para beber en la pila, uno hizo el gesto como si me diera por culo, me llamaron maricón y se rieron a carcajadas. Me di con la boca en el grifo, pero eso no fue lo que más dolió. Recuerdo que miré para ver si había alguien más, no por tener testigos, sino por vergüenza. Salí del WC intentando no llorar y “performando” la normalidad para volver a clase de educación física (encima...). Además, uno de ellos era alguien de un entorno cercano con el que me he encontrado demasiadas veces. Por supuesto, por aquel entonces yo no estaba totalmente seguro si me gustaban los hombres ni era un niño con pluma o del que ya pudieran percibir los otros con seguridad que fuera maricón.

4 años más tarde, en el instituto, el que consideraba mi mejor amigo dijo que le repulsaría que le tocara un gay. Por supuesto, hubo muchos más comentarios de otra gente cercana durante esos años que todes hemos escuchado.

Por eso aprendí a VIVIR en un personaje y tardé tanto tiempo en salir del armario. Un personaje asexuado y que tenía que mostrar siempre seguridad y fortaleza, saber estar solo y saber hacerlo todo solo.

Esa seguridad trajo muchas cosas buenas, pero también muchas malas y comportamientos muy tóxicos que ha costado mucha terapia y esfuerzo corregir. Hubo que “reaprender” esa seguridad para que sea ahora más real y auténtica que nunca.

Ese personaje también hizo bullying a otras personas y es algo de lo que me arrepentiré siempre. Es otro de los mecanismos de defensa que creamos nosotres.

Y no solo nos hacen sentir vergüenza y miedo por nosotres, sino también que lo sintamos por nuestros padres, por nuestra familia… el “qué dirán”…

Estos días ha habido un ataque de odio en mi pueblo, precisamente ESTE fin de semana. Algo que parece “menor”, pero me ha hecho venir todo a la memoria (como cada cierto tiempo) y que hace que vuelvan los debates. Debates en los medios, pero también con gente cercana, con argumentos totalmente vacíos como los de aquellos que ningunean una bandera que representa la diversidad y la igualdad y en contra de todo odio y discriminación porque no tienen nada mejor que decir.

Esos mismos que vociferan mensajes absurdos y populistas que se han comido con patatas, excusas baratas o comparativas que mezclan churras con merinas (o peras con manzanas…).

Ahora la excusa es que esa persona no está bien de la cabeza… ¡siempre hay una excusa! Pero nadie salió a pararle y estoy seguro que todos los necios han mirado a otro lado hoy en el bar cuando se jactaba de su hazaña.

Y justo ahora que me siento rodeado más que nunca de personas maravillosas que me demuestran su amor cada día, VUELVO A TENER MIEDO (y rabia y dolor y frustración…). Miedo por lo que ya está pasando en mi comunidad autónoma de origen y en la que vivo, y por lo que se nos viene encima, por sentir todo aquello y porque lo sientan otres, les conozca o no -mi verdadera comunidad- porque de eso trata la empatía.

También tengo miedo de un ataque físico y de que si me defiendo -con mi corpulencia- pueda hacer demasiado daño físico y recibir yo peor sentencia que el que hace el ataque de odio.

Y sí, todo en esta vida es política y ya puestos…

No creo que el problema solo sea Vox. Veo un problema mayor en los que están dispuestos a gobernar a toda costa y pasándonos a todes por encima, ¡y encima con mentiras!

Quiero que tengamos que dejar de ser valientes por obligación y que podamos, simplemente, vivir sin miedo.

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