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Compañeros del alma, compañeros...
Cabalgando, o a pie, tras el fragor del polvo y el eco de sus palabras, soliloquios a la sombra escasa de los encinares en Sierra Morena, o calmos ambos, caballero y escudero, marchando sin rumbo, por caminos y horizontes planos, áridos y deshabitados, hasta llegar a encontrarse con realidades que ellos imaginaron celadas o encantamientos, fiero el caballero para intentar enderezar los desafueros, escéptico el escudero para, a pesar de todo, no dar un paso atrás, junto a su señor amado.
“De este modo, ayudado por los vientos de la novela y la creatividad humana, empezó don Quijote a cabalgar la llanura manchega, y luego los ojos de los lectores españoles, de siglo en siglo, de traducción en traducción, de cultura en cultura, de siglo en siglo, denunciando a los que maltratan, los que quieren humillar las libertades, los que usan una religión para despreciar a otras y un saber elitista para hundir en la incultura y el sufrimiento a los barrios y los suburbios de cualquier comunidad. Utilizaban la palabra verdad para mentir y la palabra nación para hundir a su tierra”. Luis García Montero.
E indesmayables don Quijote y Sancho han seguido buscando venturas que afrontar, con el rictus amargo de los justos, a pesar suyo, a pesar de la nobleza y bondad de sus semblantes, a pesar de haber desvelado la verdad a través de la burla, como supo hacer su creador, Miguel de Cervantes, que empezó la historia de sus fieles intérpretes en una inhóspita celda, y quiso redimir su vida derrotada, uniéndose, también él, a la partida, del hidalgo y el villano, ambos hermanos caminantes, ambos complementarios, ambos tan ilusos que se convirtieron en héroes cercanos, tras haber descubierto la crudeza maldita de la existencia acobardada, la mentira premiada a los poderosos y el abuso indisimulado, vástago de la soberbia de los más… inútiles, de los más poderosos.
Y por eso mismo regresaron a casa, tal vez desengañados, nunca vencidos, don Quijote y Sancho por la ancha llanura manchega, camino al adobe milenario de su tierra pobre, de sus gentes, humildes y explotados en silencio.
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