La izquierda, también en España, nuevamente en la encrucijada

Abril de 1931, unas elecciones municipales traen sin sobresaltos la II República, y a los dos meses, la victoria de ‘la Izquierda’ en las elecciones generales. Su final, ocho años después, tras un ambiente crispado favorecido por la ‘cultura de la confrontación’, se vivió como una horrible tragedia en una guerra fratricida que dio paso a una larga Dictadura.

Hoy, mayo de 2023, unas elecciones municipales dan la victoria a ‘la Derecha’, después de casi cuarenta años de hegemonía izquierdista. Y en el ambiente, la política se está viviendo como una farsa.

Una primera conclusión, es que siguen existiendo ‘las dos españas’. Pero Europa ya no camina para derrotar al fascismo; el cual ahora se presenta bajo la careta de un Populismo que proclama medias verdades y su gran promesa se reduce a: ‘Primero yo y los míos’. Aprovechando que la izquierda hace lo que buenamente puede y le dejan, pero sin explicar nada ni desvelar los planes, entre egoístas y perversos, de una minoría que se está enriqueciendo a pasos agigantados, rebajando las expectativas de la mayor parte de la población y precarizando todo empleo; de forma que la juventud no logra alcanzar su vivienda ni contempla un futuro mejor.

Esta falta de esperanza e ilusión está desenganchando a buena parte del electorado y propicia ese discurso cargado de recelos frente a la diversidad que fomenta una libertad atomizada incapaz de defender y sostener los servicios públicos; o sea el bien común, tan imprescindible para vivir con dignidad en este mundo.

Esta situación es el resultado de varias décadas obcecadas con fomentar un crecimiento económico imparable; tan atractivo para la mayoría tras el anzuelo de ‘todos queremos más’ en una cultura de ‘felicidad consumista’, pero imposible de sostener indefinidamente. Y por eso hemos llegado al estancamiento y la incertidumbre, tras el grave episodio neoliberal globalizador del libre juego bancario apostando en bolsa con una dudosa ingeniería financiera que saqueaba empresas e incitaba al crédito fácil en torno al derroche inmobiliario. Dejando endeudados a millones y millones de personas y a los propios Estados, incapacitándolos para gestionar su soberanía.

Una jugada redonda para hacerse con todo el poder político, sabiendo manejar los hilos mediáticos; porque el mero deseo ‘Altermundista’ no es suficiente para generar un movimiento utópico bien organizado.