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Y en esto llegó la guerra
Hay lágrimas que nunca llegan a su destino,
abatidas apenas desbordadas y sonrisas, hoy
mensajeras del miedo, que hubieran surcado
mares de plata cuando todavía era posible
el apacible sosiego, sin el ruido de la guerra.
Dicen que hubo un tiempo para el amor y se
llamaba paz, y ventanas sin horizontes de paisajes
infinitos. El recuerdo, el sentimiento marchito, el
curso de la historia sellando de ocres y azogues
los puentes de vientos y primaveras.
El miedo que surge de cualquier parte, de flores
perdidas en la niebla, de agónicas distancias que
prohíben el abrazo, del sueño interrumpido por
la ausencia y el soplo del relámpago que propicia
el dantesco espejismo de jardines umbríos.
Hoy ya no es nada y todo se derrumba, mientras
el grito ahoga el alarido del trueno y el anhelo
naufraga en las alas de las mariposas, prisioneras
también de un mañana de luces parpadeantes,
inseguras, alejadas de la realidad, exhaustas.
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