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Por un nuevo orden mundial

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De las situaciones críticas, y esta lo es, se debería salir con una nueva realidad, pero no solo nueva sino mejor.

La invasión de Ucrania, para nada distinta en su carácter legal de las ocurridas no muchos años atrás como para que la memoria colectiva mundial las diferencie en función de quien fuese el invasor, tiene que ser “aprovechada” en el sentido señalado en el primer párrafo, de manera que el organismo creado tras la Segunda Guerra Mundial, la ONU, modifique su funcionamiento de tal modo que sea, única y exclusivamente quien, de forma democrática y en condiciones de igualdad para todos sus miembros, establezca el nuevo y único orden mundial y garantice su acatamiento, respeto y defensa, así como su transformación y posibles adaptaciones conforme fuesen necesarias. Se sobreentiende que el único sistema político posible para cualquier país tiene que ser democrático, independientemente de la forma de Estado por la que opte.

Cuando escucho que hay que invertir más en defensa para garantizar la paz, además de “echarme a temblar” y recordar la letra de “El cobarde”, de Víctor Manuel San José, me pregunto: ¿por qué no empezamos por invertir todos los recursos mundiales en erradicar el hambre en el mundo? O eso, ¿no sería más rentable que “garantizar” cierto tipo de “paz”, basado en que mientras unos tenemos el estómago lleno, incluso hasta en exceso, otros no tienen asegurado ni el acceso a algo tan esencial para la vida como el agua, por ejemplo?

Cambiemos pues el sentido de las “guerras” que tenemos por hacer, y que serían muchas, para conseguir un mundo en el que esté garantizado que, ante discrepancias y conflictos, la única arma que podamos empuñar sea LA PALABRA. O ¿será que ese tipo de paz no defiende de forma efectiva y segura los intereses de algunos, que se anteponen a los de todos?

Procede pues, y por coherencia, que, para un mundo globalizado económicamente, se establezca un gobierno mundial global, donde ni dos o tres “potencias” se disputen la hegemonía económica y sientan la necesidad de defender militarmente esa hegemonía, sino que, democráticamente, impere la decisión mayoritaria adoptada por todos los países.

Cabe recordar que una ilegalidad lo es tanto si la cometes “tú” como si la hago “yo” Y ese tendría que ser uno de los principios que rija el nuevo orden internacional que salga de la actual situación que vivimos si no queremos seguir sin aprender prácticamente nada, desde que estamos en este planeta, respecto a la convivencia humana.

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