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Odio obsesivo
El culto atolondrado e intolerable, que trata de conducir al enrarecimiento de la convivencia, cueste lo que cueste, en base a generar un populismo, no ya solo destructivo y malsano, sino autodestructivo, camino de un despeñadero que lleve a “la personalización vengativa” del adversario, cueste lo que cueste derribarlo, cueste lo que cueste odiarlo… visceralmente.
Decían antaño en nuestras casas que “donde comían uno, dos, tres… comerían cuantos hubiese preciso dar de comer”, porque la hospitalidad no debería tener límites, al menos entre vasallos que solo intentan sobrevivir, “aunque resulten que ni pongan ni quiten rey y sólo pretendan ayudar a sus señores”. De presidenta de Comunidad a palafrenero de a pie, todos y todas servidores del más común de los y las compatriotas, pese a unos y a otros, enjalbegados en sus golas e intereses.
Salvo que se intente, insisto, enmierdar el paisaje desolado y echar la culpa al de enfrente, caiga quien caiga en la refriega, desde el odio obsesivo de quienes no echan cuentas para acabar con cualquier viabilidad de convivencia. Tal vez porque creen que les saldrá, de nuevo, bien la jugada, tal vez porque los suyos disfrutan hozando en el fango.
Como decía Antón Losada, tras haber contemplado el lamentable espectáculo del acto principal de la Comunidad de Madrid, durante la celebración del día “grande” de esa misma Comunidad, en el que se impidió el acceso a la tribuna al representante del Estado, es decir de España misma, del gobierno legítimo, democrático y central de todos los españoles, también de todos los madrileños/as, en compañía civilizada con la presidenta de la Comunidad, el alcalde de Madrid y la comandante general de la tropa que desfiló, la señora Robles, “alguien debería haber terminado en el cuartelillo”, por comportamiento incívico.
Aunque lo más vergonzante fue como una servidora de todos y todas, la jefa de protocolo de la Comunidad, se veía animada, cumplidora estricta de las órdenes recibidas o sugeridas, escenificando las malas artes, el juego sucio, que pretendía y así se consiguió, obstaculizar de malas maneras, es decir “manualmente”, el intento de acceso del señor ministro Bolaños, a la tribuna. De manera grosera, enfervorizada “la bestia” que era y es la grey abrazando la mala baba que debe dar “excelentes resultados”.
Porque una vez más se conseguirá mantener revueltas y turbias las aguas, para poder quedarse con la espuma superficial de toda la porquería que anida en el fondo. Porque lo saben hacer muy bien, porque es un error entrar en la pelea sucia de la que son “artistas” los secuaces de la derecha, es decir del Partido Popular, por mucho que la izquierda modera se deje enredar por la trifulca barriobajera, por el desprecio a la convivencia que… leal y educada, que no interesa.
Porque han conseguido que se instale el “odio obsesivo” como arma política de primer orden.
“La economía española crece, la inflación se controla, baja el paro, suben las pensiones y el salario mínimo, se aprueban leyes del gusto de la mayoría, la amenaza independentista flojea, hay paz social, España es respetada en Europa como nunca y los españoles se despiertan confirmando que el apocalipsis no llega, aunque haya dificultades…”. Luis Arroyo, Pero nada de eso importa si se consigue escenificar la pelea burda y zafia. Tan fácil, tan indecente.
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