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Pongamos que hablo de mi colegio (y del tuyo)

25 de febrero de 2022 19:57 h

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No era un colegio cualquiera. Se llamaba Reino de España, tenía 47 millones de alumnos/as y era muy grande y diverso, con una gran montaña al final del patio que hacía de dama de la guadaña de nuestras pelotas de fútbol y una entrada un poco fea con una verja alambrada con concertinas que auguraban un mal presagio para las carnes de aquellos niños/as que pedían la escolarización y se la negaban.

Como sabes, un colegio sin un buen director/a no puede marchar bien, y esto es lo que pasa en el mío: siempre el director es el padre del hijo y encima quieren enseñarnos a resolver los conflictos con el diálogo, pero ellos han accedido al puesto peleándose, y cuando hubo un interino, fue tan cruel que muchos alumnos/as huyeron corriendo por la montañita trasera del patio, algunos/as con fatales desenlaces. El director actual lleva desde 2014 y no sé, pero me da que está enfadado con su padre, pues este se pasa todos los días en el CEIP “Golfo Pérsico”.

En mi colegio – digo, tu colegio - los niños/as son un poco especiales y tienen nombres de localidades: están Toledo, Parla, Llanes, Anchuras… pero quién más destaca es Madrid por el siguiente motivo: el trato que recibe de los maestros/as, cuyos nombres son también especiales; son números: el uno, el cuatro, el seis, etc., otro grupo se apellida FM y otros tantos se jactan de saber todo del abc del mundo y del país, de tener la razón, de ser vanguardia, etc.

Todos estos maestros/as, cuando dan el turno de palabra, siempre y solo se la dan a Madrid, una niña extravagante y fría que viene con muy pocos modales, se cree por encima de todos los compañeros/as y todo le da igual. Además, nunca la castigan y siempre la aplauden o dejan pasar sus actitudes que más dañan la convivencia en el colegio y en el patio: cuando anima a todos los niños/as a saltarse las normas, a coger balones sin permiso, a comer pizza todos los días en el patio, cuando grita y se mete con los demás…

Es cierto que Madrid fue elegida delegada de su clase, lo cual no es motivo para legitimar a sus maestros/as a darle voz en los conflictos que atañen a todo el colegio ante el jefe de estudios, que sí fue elegido democráticamente por todo el colegio pero que no tiene muchos amigos/as entre el equipo docente.

Madrid lleva varios años en la escuela y los profes siempre les ríen las gracias, como que se pasara todas las tardes con el Twitter, ojo, del perro de una compañera que ya estaba en el instituto. Un día, incluso, le dijo a la cara a los enfermeros/as que venían al colegio que eran unos malos profesionales y unos vagos.

Pero los maestros/as JAMÁS la censuraron. Solo unos pocos/as ofrecían resistencia y hacían un buen trabajo y le ponían las cosas en su sitio pero eran los menos y no tenían capacidad para cambiar la dinámica del colegio.

Todos los niños/as estamos cansados. A partir de ahí, al ver que no le pasa nada a Madrid ni sus acciones tienen castigos consecuentes, muchísimos niños/as han empezado a copiar su actitud y hay muy mal ambiente en el recreo. Si falta alguna pelota, todos ellos/as, junto con la connivencia de estos maestros/as y del director, que no se pronuncia en estos casos, aprueban sus teorías sin pruebas de que ha sido un chaval que se ha colado por la verja de entrada del colegio. Dakar, por ejemplo.

A ver, realmente no sé si lo aprueban, pero llevan años creando una bestia y justo ahí está el problema: si uno, cuatro, cinco… solo le dan el turno de palabra a Madrid (de grito e insulto en su caso) jamás escucharemos qué piensa el resto.

Ahora, los profes están divididos porque ha habido un conflicto jugando al escondite entre Madrid y dos niños también muy influyentes, Ávila y Murcia, y no tienen claro a quién darle la razón. Mientras tanto, algunos siguen resignados; otros, con ayuda de algún maestro/a partisano, contamos lo que pasa; y los más valientes, como Soria, han seguido el ejemplo de Teruel y ha decidido dar un puñetazo encima en su mesa.

Pero vamos, para mí, la convivencia del cole dependerá de que dejemos de hacer caso al ruido de esta niña irresponsable y nos centremos en lo que importa a los y las estudiantes de este colegio: quitar las concertinas de la entrada, restaurar las clases derruidas y abandonadas del interior para que puedan entrar nuevos chavales, garantizar que haya calefacción y luz en todas las clases…

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