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Los sagrados genocidios de Israel, segundo intento
Confieso que fue algo extraño. El día 21 de octubre mandé un artículo de opinión a eldiario.es que nunca me publicaron: era la segunda vez que sucedía de tantas otras muchas ocasiones en que sí se publicó lo enviado. Confieso que ya su título era, como este de hoy, más que polémico. No obstante, lo que el día 21 podía parecer osado (justificar con una cita del Antiguo Testamento cómo se produce, según el sionismo, la bendición divina de un genocidio), una semana después, el día 28, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu lo convirtió en oficial, dando un paso más con su discurso en su construcción del horror.
Yo aludí explícitamente en ese artículo y en mis clases de literatura universal del día 18 a la cita del Oráculo contra Amalec relacionándolo con la actitud genocida del estado de Israel: “Esto dice Yahveh Sebaot: He decidido castigar lo que Amalec hizo a Israel, cortándole el camino cuando subía de Egipto. Ahora, vete y castiga a Amalec, consagrándolo al anatema con todo lo que posee, no tengas compasión de él, mata hombres y mujeres, niños y lactantes, bueyes y ovejas, camellos y asnos” (1 Samuel, 15, 2-3). Reitero: adelantándome una semana a la explicitación de Netanyahu. No habría estado mal que eldiario.es hubiera publicado ese artículo en esos días, sobre todo por lo que de anticipación suponía a las declaraciones del mandatario.
Por su parte, la periodista Olga Rodríguez, en una generosa respuesta a mi comentario de su análisis, me recuerda las palabras del abogado de derechos humanos y director de Human Rights Watch hasta 2022 Kenneth Roth: “ha habido mucha discusión sobre si el gobierno israelí está cometiendo genocidio en Gaza. La cita de Netanyahu de Amalek, mandato bíblico de ”matar tanto al hombre como a la mujer, al niño y al lactante“ se citará como prueba de intención”.
Los libros del Antiguo Testamento, desde el “Éxodo”, pero no sólo, con oráculos del mismísimo “Yahveh Sebaot” (es decir, Dios de los ejércitos), aluden a numerosos genocidios para conquistar la llamada “Tierra prometida” (es decir, Palestina) por parte del Pueblo elegido por Dios (traducido: la raza elegida por Dios). Dicho de otro modo, según una interpretación integrista ultraortodoxa, Dios (ese Dios) no sólo toleraría, sino que, además, alentaría el genocidio practicado por los judíos hacia todos aquellos pueblos (etnias) que, no siguiendo al Dios del judaísmo, ocupen Palestina. De paso, se confunde a propósito “judío”, “israelí” e “israelita” (términos nunca sinonímicos) para justificar la barbarie. Los ejemplos son numerosísimos. Para muestra un botón más: “Cuando Israel acabó de matar a todos los habitantes de Ay en el campo y en el desierto, hasta donde habían salido en su persecución, y todos ellos cayeron a filo de espada hasta no quedar uno, todo Israel volvió a Ay y pasó a su población a filo de espada. El total de los que cayeron aquel día, hombres y mujeres, fue 12.000, todos los habitantes de Ay” (Josué, 8, 24-25). Sobre las confusiones terminológicas remito a mi artículo publicado hace días en esta sección: “La falsa e interesada terminología del sionismo”.
Sin embargo, tales interpretaciones nacen ligadas al sionismo más extremo, al que del nacionalsocialismo junto al que se desarrolló hace un siglo, resalta, no tanto los valores sociales de algunos sionistas de primera estampa, sino la parte ultranacionalista israelí, xenófoba y de eliminación de toda raza que no sea la judía. Esa parte es contra la que muchos judíos razonables del mundo se levantaron y se levantan, desde Albert Einstein hasta Noam Chomsky, quienes recordaron y recuerdan la profunda vinculación del sionismo, que no de las tradiciones judías, con el fascismo. Y no sólo judíos religiosos lo hacen: ha habido en Nueva York en estas semanas manifestaciones de rabinos ultraortodoxos a favor de la liberación de Palestina y contra el sionismo. Ninguna contradicción: todo muy lógico siguiendo la vinculación proverbial del sionismo con el régimen de Hitler y los fascismos históricos.
Contra la razón, la confusión terminológica, muy querida para los dirigentes israelíes, a la que sucumbe la defensa de los palestinos en el mundo, entre los términos “judío” e “israelí”, entre “semita” y “sionista, sigue haciendo mucho daño. Los periodistas en masa confunden tales conceptos, haciendo un flaco favor a la verdad informativa y, de paso, a la justicia. Insto a los periodistas de elDiario.es a que, al menos ellos, no caigan ni nos hagan caer en esa trampa.
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