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Socio, línea, agenda y prestigio

Pablo Sañudo Hacar

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Hace unos días anuncié mi baja como socio de elDiario.es en un comentario sobre el artículo de Ignacio Escolar “Qué ha fallado con la Ley del sí es sí”. Hoy me gustaría explicar qué me llevó a una decisión así y hacer un truco de magia. La opinión de un socio cuarentón y rojete, seguidor “desde siempre” de elDiario.es no es importante, aunque quizás explique el desencanto de otras socias de perfil similar, quizás genere algún debate, quizás aporte alguna idea nueva.

De forma resumida, dije que la línea de elDiario.es tiende a lo que en los 80 y 90 representaba El País, un diario de línea progre, pero no mucho, que continuamente remarca su espacio en un lugar tan deletéreo como el centro izquierda; lo hace tanto mediante un claro antagonismo hacia las manifestaciones de la derecha como por la crítica continua hacia las formas de los partidos más a la izquierda; ello, se quiera, o no, termina por identificar al P(SO)E con ese supuesto centro izquierda razonable.

Probablemente esta línea no sea buscada, ni siquiera querida, ni mi percepción es una muestra válida estadística, claro, pero creo que tampoco es una sensación extraña entre los más izquierdistas del lugar.

Definir la línea me resulta más complicado; la línea no la marcan los artículos de opinión, que afortunadamente son diversos. A mí puede no gustarme Palomera, enervarme a veces Beni o Maestre, disentir de Losada o disfrutar casi siempre de las reflexiones de Artal, Pérez Royo, Gallego, Rodríguez, Aroca o Serrano, por citar las firmas más conocidas. Es opinión y así se anuncia. Y creo que es positivo contar con distintos enfoques, incluso o especialmente, aquellos que me resultan molestos.

Por eso, entiendo que la línea la marcan los artículos de información que copan la portada. Y ahí, de forma marcada en política, sí percibo un sesgo doble que, como rojete impenitente, me desencanta.

En primer lugar, me chirrían, cada vez más, artículos que, siendo piezas informativas incluyen valoraciones de opinión, un mayor peso de los testimonios o citas de una de las partes y descontextualizaciones. Eso sucede de una forma más evidente cuando hay discrepancias P(SO)E - UP; a la disensión noticiable de turno se suma mucha opinión y poco análisis del motivo discutido.

En segundo es la propia selección de agenda; hace mucho siento que en elDiario.es mayoritariamente leo las mismas noticias que en la mayoría de los diarios. Algo más escoradas hacia mis posiciones que en El País y mucho más, claro, que El (in)Mundo, ABC o La (Sin)Razón, pero, en definitiva, dando vueltas a lo mismo. El artículo que me provocó darme de baja se enmarcaba con ese enfoque. Dentro de la profesión periodística, muchos decían que había que hablar de los fallos en la ley “sólo sí es sí” por la alarma social. Es un magnífico ejemplo. Incluso si hubiera un agujero en la ley no debería haber “alerta”, y si esta existió es porque los medios conservadores prendieron la mecha. La posible rebaja de penas de algunos reos sin que aún se haya unificado jurisprudencia y su discusión en términos de ver quién suma más expertos a su interpretación sólo hace el caldo gordo a la derecha, que obviamente es quien escoge el tema para atacar. Así se impide el diálogo pausado y constructivo.

Lo cierto es que los medios de comunicación son un agente político más y la derecha los está usando impúdicamente en una guerra que van ganando de calle. No hay que caer en los defectos que se critican, pero ello no debería implicar tibieza o candidez.

elDiario.es empezó como un proyecto ilusionante para mí precisamente porque hablaba de lo que otros no, o lo hacía antes que ellos. Marcar la agenda y hacerlo en portada es lo que debería diferenciar al periódico digital del que me hice orgullosamente socio. Pasar a ser creadores de relato, sumar opiniones “progres” a los temas que otros están señalando resultará decepcionante para las que esperamos más.

El truco final o prestigio es sencillo; no me daré de baja; tras escribir mi opinión, en un artículo que comentamos casi 300 socias, me llamó alguien de la redacción. Intercambiamos opiniones, y aunque no me convencieron todos sus puntos de vista, sí comprendí que en elDiario.es todavía duele cada socio perdido, y escuece la comparación con otros medios más grandes vendidos al dictado del Poder. Continuaré un poco más el camino, leyendo y aportando críticas que espero sean constructivas. A fin de cuentas, en aquel momento, parecía una buena idea.

Hace unos días anuncié mi baja como socio de elDiario.es en un comentario sobre el artículo de Ignacio Escolar “Qué ha fallado con la Ley del sí es sí”. Hoy me gustaría explicar qué me llevó a una decisión así y hacer un truco de magia. La opinión de un socio cuarentón y rojete, seguidor “desde siempre” de elDiario.es no es importante, aunque quizás explique el desencanto de otras socias de perfil similar, quizás genere algún debate, quizás aporte alguna idea nueva.

De forma resumida, dije que la línea de elDiario.es tiende a lo que en los 80 y 90 representaba El País, un diario de línea progre, pero no mucho, que continuamente remarca su espacio en un lugar tan deletéreo como el centro izquierda; lo hace tanto mediante un claro antagonismo hacia las manifestaciones de la derecha como por la crítica continua hacia las formas de los partidos más a la izquierda; ello, se quiera, o no, termina por identificar al P(SO)E con ese supuesto centro izquierda razonable.