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La última cuneta

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Alberto Núñez Feijóo, a raíz de la exhumación de Queipo, manifiesta que a él no le gusta hablar de los muertos sino de los vivos y Abascal pregona que se están profanando tumbas y templos católicos con estas exhumaciones. Señor Feijóo, explíquele su aséptica opinión a los familiares de los asesinados y muchos aún sin identificar, sin poder descansar en paz. Señor Abascal, esos templos se profanaron desde el momento que dieron cobijo a los restos mortales de estos genocidas. La Conferencia Episcopal Española cómplice de la dictadura durante está ignominiosa época de nuestra historia pasada y cómplice hoy en día manteniendo en recintos considerados sagrados a los genocidas, la Macarena o la Basílica de Cuelga Muros y a los que aún permanecen en otros lugares de culto del catolicismo español.

Tras décadas de olvidos y silencios la entrada en vigor de la Ley de Memoria Histórica en 2007 y la posterior Ley de Memoria Democrática de 2022 han venido a explicar, a los descendientes de los españoles que sufrieron la victoria, que sus muertos tenían derechos y sus familiares la posibilidad de reclamarlos y al resto de los ciudadanos la obligación moral de conocer y  reconocer estas páginas nunca estudiadas en escuelas o universidades.

El conocimiento no conduce al odio, nada más que cuando se tergiversa para falsificar la historia. El miedo escenificado en los silencios, cuando no se podía hablar del padre o del abuelo  desaparecido y que está Ley les ha abierto un camino hacía la dignidad a través del reconocimiento, simplemente por haberles permitido reivindicar que sus muertos un día fueron ciudadanos de a pie, gente entre la gente que simplemente opinaban, creían y defendían conceptos como libertad, democracia o igualdad y que por está defensa, de unos principios tan básicos en otros países, murieron asesinados y después de muertos pretendieron borrar también la huella de su ejemplo para que las generaciones futuras no tuvieran el relato de su ejemplaridad, tan solo el de la una, grande y libre franquista, que condenó al olvido a tantos y tantas que lucharon no solo durante la guerra sino también antes y después y a los que nunca les llego la paz sino la bota fascista de la victoria, aplastando cualquier intento de expresarse en libertad.

No solo las cunetas claman contra la barbarie, también los que sobrevivieron en el exilio o malvivieron en los penales del interior. Los que fueron despojados de sus bienes o los que hubieron de vivir sin el derecho a reivindicar sus posicionamientos ideológicos, religiosos o culturales.

Miembros de la  Asociación Católica de Propagandistas acusan a Pedro Sánchez de “querer hacer desaparecer a Cristo de la cultura, de la vida y la muerte de las personas”  y la Iglesia católica reconoce a 2.053 cristianos asesinados en la “persecución religiosa” en España entre 1931 y 1939 y que han subido a los altares: 12 santos y 2.041 beatos. No pretendo entrar en la dinámica de “y tú más” pero solo en Andalucía, está documentado, la represión golpista dejó al menos 45.556 muertos y 708 fosas comunes. Los de la Asociación Católica de Propagandistas deben saber que no es que Cristo deba desparecer de la cultura, de la vida o de la muerte, es que debe ocupar el lugar que le corresponde en un Estado laico, simplemente y con respecto a la Conferencia Episcopal Española si quiere reivindicar a sus muertos pues que lo hagan, pero también deben asumir que los mártires republicanos asesinados reciban el mismo trato por parte de un Estado laico que no pretende elevarlo a los altares, pero sí reconocerles el derecho a descansar en paz y poder ser honrados por sus familias desde la recuperación de su memoria.

Aún hoy quedan residuos de ese miedo, aún hoy los descendientes y los apologistas de la barbarie reivindican la muerte como argumento y el olvido como estrategia para no perder el espacio público y los privilegios que aún les queda, pero tambien al día de hoy son más las voces que se suman a la esperanza de que la historia, por fin, haga justicia y este pais recupere la memoria y honre su pasado. Porque la paz no llegara hasta que se abra la última cuneta, hasta que los últimos restos documentados sean exhumado y recuperen la dignidad que les arrebató el odio.

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