¡Vamos!

Al hilo del poema de Migue Hernández, Aceituneros de Jaén, que regó y fertilizó la conciencia del pueblo andaluz en los años treinta, hoy, noventa años después tienen la misma vocación de presente que entonces.

Al calor de esa lumbre quiero animar a todos los andaluces para que vayan a votar con una aceituna en la mano. Esa aceituna les recordará quiénes son los dueños de los olivos y quiénes son los que los plantaron y cuidaron. Quiénes se enriquecieron con esos olivos y quiénes se quedaron a ver pasar frente a sus viviendas a toda una retahíla de generaciones camino de sus cortijos y haciendas.

Tan importante como ese gesto es que los representantes políticos que vayan con una aceituna en la mano sientan que esa aceituna es un compromiso de lealtad con los aceituneros de antes y los de ahora, con sus abuelos y con sus nietos. ¡Por dios! Una aceituna en la mano. Que cada voto sea la siembra de un olivo de dignidad.

El poema en sus primeros versos dice así:

Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma : ¿quién, quién levantó los olivos?

No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor, sino la tierra callada, el trabajo y el sudor…

Solamente con recordar estos versos es suficiente para que la propaganda de los medios de comunicación se derrumbe como un castillo de naipes.

La palabra del poeta, tan cargada de pasión como de reflexión, debe conducirnos a votar. Esas palabras darán sentido a nuestro voto.