La cara de Feijóo refleja ya no solo la imposibilidad de gobernar, sino el fracaso más absoluto del gran objetivo de su carrera política: la presidencia del Gobierno. Lleva años en Galicia pendiente de Madrid. Lleva años tendiendo puentes hacia la capital. Lleva años viviendo en una realidad paralela que él mismo se ha creído. En 2018 le faltó valor, no lo tiene, nunca lo ha tenido. Se aseguraba siempre de cada paso que daba pero hacia Madrid cabalgó desenfrenado hace un año y no midió las consecuencias. Madrid no lo quiere y no lo supo ver. O no lo quiso hacer. No iba a tener otra oportunidad tan clara, el destino le llamaba. Y pasó lo que no tenía que pasar: se creyó sus propias mentiras y construyó sobre ellas un triunfo incontestable. Sobre todo menospreció a los votantes, incluso a los suyos, ofreciendo un espectáculo bochornoso cada vez que abría la boca. La verdad es que ha resultado lamentable ver que estaba solo, rodeado de cobardes aduladores, posiblemente también interesados en creerse sus mentiras. La ganadora o una de las/los ganadores del domingo: Isabel Díaz Ayuso. Su cara y su escenografía en el balcón de Génova lo decían todo. Un consejo: yo que usted tampoco me lo creería todo. Este fallido Estado español, afortunadamente, es mucho más grande que Madrid.