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Sabemos lo que votamos; o no es tan importante
El sistema educativo en España fracasa en su elemento más básico: la comprensión lectora. Para atestiguarlo, un sin ``fin de estudios publicados durante los últimos años: OECD skills outlook 2021, PIRLS 2021… y, si esto no es suficiente, basta con salir a la calle con un poco de atención y un mínimo de sentido común. Sin entender lo que leo, lo que escucho, o incluso lo que tengo delante de los propios ojos… como pretendo saber hacer matemáticas, lengua, física… hacer la compra o elegir a quien, en teoría, se tendría que encargar de dirigir temas complejos e importantes como la convivencia, la sanidad, la educación, etc.
Si no entiendo lo que me está diciendo el profesor; tampoco entiendo lo que me está diciendo el político de turno. Y mientras al primero esto le parece un drama, al segundo le parece una buena oportunidad para venderme su política barata.
La palabra “truco”, en el diccionario de la RAE, tiene estas dos primeras acepciones:
1. m. Cada una de las mañas o habilidades que se adquieren en el ejercicio de un arte, oficio o profesión.
2. m. Ardid o trampa que se utiliza para el logro de un fin.
Cada uno que valore el sentido que mejor se aplica tanto a los que cada día se autocondenan a la frustración y se deprimen dentro de las aulas cuando son incapaces de hacerse entender por sus alumnos; o a los que se felicitan de esto y ven en la pobreza de conocimientos de la gente, una oportunidad para practicar sus “trucos”.
La ignorancia es un castillo que se construye de puertas para adentro. Una construcción que puede llegar a ser monumental. Gigantesca. Grotesca. A la medida de los más brutos. Donde ellos toman la palabra y la sensatez salta por la ventana de la torre más alta.
Si después de votar en unas elecciones, en lugar de ir relajadamente a tomar unos vinos y posiblemente hablar o criticar apasionadamente a los políticos de turno, hiciéramos un test de comprensión lectora. Uno sencillo. Como el que se utiliza para la evaluación de los niños de 4º de primaria. ¿Qué maravillosos resultados no obtendríamos?
Sueño con el día en el que después de introducir mi voto en la urna, tenga delante un folio, un lapicero y un test de preguntas, con un par de ellas del tipo: En aspectos de política de inmigración, con cual de estas afirmaciones se siente más conforme… y tres o cuatro opciones diferentes extraídas directamente del programa electoral de cada partido político. Y resulte que, una vez dadas mis respuestas, al final sea de derechas habiendo votado a la izquierda, o de izquierdas pensándome centrado.
Pero no importa, porque posiblemente no demos tanto valor a entender lo que votamos. Ni lo que decimos, ni lo que pensamos realmente. Y además, los políticos tampoco.
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