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Afganistán abre otra guerra, pero contra el narguile y el tabaco aromático

Afganistán abre otra guerra, pero contra el narguile y el tabaco aromático

EFE

Kabul —

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Mientras Afganistán se hunde en el progresivo avance de los talibanes y se dispara la producción de opio en un país que es el mayor productor mundial de esta substancia, las fuerzas de seguridad han decidido centrar sus esfuerzos en la erradicación de los narguiles y el tabaco aromático.

El narguile, shisha o cachimba es un dispositivo de origen oriental para fumar tabaco aromático y su uso fue una de las muchas actividades que estuvieron prohibidas por “anti-islámicas” durante el estricto régimen de los talibanes (1996-2001).

Con el paso de los años, la nueva generación de afganos comenzó a abrazar aquellos pasatiempos un día censurados y las shishas fueron floreciendo en los menús de los bares y restaurantes de la capital afgana. Pero ahora tienen, una vez más, los días contados.

La Policía capitalina recorre estos días las calles de Kabul confiscando todos los narguiles que encuentra en sus redadas a establecimientos y arrancando cualquier cartel que promocione la poco sana actividad, en complacencia con su reciente ilegalización.

El Comité Ejecutivo para la Ley de Control del Tabaco ilegalizó recientemente la utilización en lugares públicos de las cachimbas, en Afganistán conocidas popularmente como 'hookahs'.

“Es una campaña conjunta de la Policía y el Ministerio de Sanidad que comenzó en la ciudad de Kabul y vamos a eliminar y recolectar todas las 'hookahs' en todas las zonas de la capital”, explicó a Efe el jefe del policial Departamento de Investigación Criminal, Faraidoon Obaidi.

En esta primera fase los infractores son tratados “suavemente”, pero los reincidentes enfrentarán multas e incluso penas de cárcel según avance una ofensiva que las autoridades pretenden extender pronto a otras ciudades, explicó a Efe el doctor Bashir Ahmad Sarwari.

A cargo de la campaña por parte del Ministerio de Sanidad, Sarwari defiende que el uso de narguiles en lugares públicos incrementa los problemas respiratorios de los kabulíes, ya muy golpeados por la contaminación en la urbe.

Afirma que, de hecho, estas pipas conformadas por un recipiente y un tubo por el que se aspiran vapores afrutados, son incluso más perjudiciales que el tabaco, al contrario de lo que se suele pensar.

El médico advierte de problemas respiratorios, enfermedades cardíacas, cáncer y niveles peligrosos de presión arterial.

Al igual que ocurrió con otras modas como el culturismo o los tatuajes, el uso de shishas -“trágicamente”, subrayó Sarwari- vivió un estallido de popularidad tras la caída del régimen talibán con la invasión estadounidense en 2001.

Aprovechando el viento a favor, muchos bares y restaurantes abusan de sus licencias para vender comida y bebida y, aseveró el médico, ofrecen también ilegalmente tabaco aromático en pipa.

La Policía mantiene que, además, estos fumadores son frecuentados por criminales, por lo que favorecen el desarrollo de otras actividades delictivas.

No obstante, la comunidad hostelera parece no estar de acuerdo con la medida, entre temores de que hunda sus negocios.

Rafiullah trabaja en un restaurante del lujoso centro comercial Gulbahar Center y aunque se muestra confiado de que la Policía no allanará el local por su ubicación privilegiada advierte de que seguirán sirviendo cachimbas mientras les sea posible.

“La mayoría de nuestros clientes vienen aquí por nuestras buenas shishas de tabaco endulzado y de sabores, si dejamos de servir cachimbas perderemos a la mayoría de nuestros visitantes”, lamentó en declaraciones a Efe.

Cliente habitual de estos restaurantes, a los que acude entre tres o cuatro veces al mes, Qaher Zamani lamenta las prioridades de las autoridades y su inacción contra otros asuntos más serios.

El cultivo de opio en Afganistán, el mayor productor mundial de esta sustancia, creció un 10 % en 2016 hasta alcanzar las 201.000 hectáreas, debido principalmente al aumento de la inseguridad con el recrudecimiento del conflicto, según datos de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD).

Empleado de una empresa de construcción, Zamani lo tiene claro: “Nuestro Gobierno ha olvidado sus prioridades, no realizan redadas contra centenares de narcotraficantes en las ciudades para salvar cientos de miles de drogadictos”.

“En su lugar -concluyó-, utilizan sus armas y su personal para saquear bares y restaurantes adonde los ciudadanos desesperados acuden para olvidar por unos momentos las adversidades de sus vidas con 'hookahs'”.

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