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Alcoverro atestigua en su nuevo libro el desvanecimiento del mundo árabe

Alcoverro atestigua en su nuevo libro el desvanecimiento del mundo árabe

EFE

Madrid —

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El corresponsal español en Oriente Medio Tomás Alcoverro transita desde hace décadas por una convulsa región donde las aspiraciones de un nuevo sultanato otomano de la mano de Recip Tayyip Erdogan chocan son el sátrapa de Damasco, quien con sus apoyos chiíes de Teherán revive la vieja alianza soviética.

Alcoverro publica “¿Por qué Damasco? Estampas de un mundo árabe que se desvanece” (Editorial Diéresis), donde sus primeras crónicas de una juventud en un Oriente cosmopolita y pujante contrastan con los desgarradores conflictos actuales, atizados por intereses e influencias camufladas con sectarios enfrentamientos.

En entrevista hoy con Efe, Alcoverro, decano de los corresponsales españoles en la zona, no duda en señalar a uno de los más conspicuos enemigos del presidente sirio, Bachar Al Asad, a quien entrevistó en Damasco hace una semana.

Es el presidente turco Erdogan, de quien dice que “tiene aspiraciones de sultán, como dicen los árabes, que quiere revivir una cosa totalmente acabada, que es el imperio otomano”.

Sabe bien Alcoverro que en el escenario del gran juego por el que se mueve, donde imperan los intereses perpetuos y las viejas alianzas, Erdogan y su Gobierno han terminado por aceptar como mal menor la continuidad del protegido sirio del presidente ruso, Vladimir Putín, que si honró la vieja amistad de la era soviética.

Basta regresar a la Plaza de los Mártires de Beirut, ahora el corazón muerto de la capital libanesa y a dónde llegó con su Citroën Dos Caballos en el verano de 1966, para que el jovial corresponsal, de 76 años, desate su infatigable locuacidad al abordar las sutilezas del Oriente que tan bien conoce y mejor retrata.

No son las suyas crónicas noticiosas apegadas al trepidante relato de la actualidad, sino punzantes y fugaces visiones de una época y unos personajes sepultados bajo la dramática y, muchas veces, sanguinaria realidad.

Detallista y curioso, Alcoverro describe esos rincones que los clásicos viajeros han descubierto para sus lectores, que se adentran en las cosmovisiones de una región atrapada en el reparto de fronteras y la confluencia de los ritos religiosos de las diferentes sectas de los fieles del monoteísmo y sus libros sagrados.

Al enfrentar el colonialismo europeo a la dominación otomana no salen bien parados los actuales vecinos y como señala Alcoverro “los que están en la plaza de los mártires en representación simbólica de musulmanes y cristianos fueron ejecutados por los otomanos”.

Contextualiza aquella represión en el “renacimiento cultural del Nahda” (en la segunda mitad del siglo XIX y principios XX) que, puntualiza, el “imperio otomano quiere suprimir”.

Pero otros actores y potencias interfieren en la paz regional, como acertadamente refiere en el prólogo otro ilustre corresponsal, Placid García-Planas, cuando narra como, al regresar de Nabatieh tras un bombardeó israelí el 27 de julio de 2006, Alcoverro exhausto exclamó “estoy impresionado, impresionado”.

Al rebuscar su archivo, aparece otra crónica de Nabatieh, pero fechada el 18 de mayo de 1974 de donde Alcoverro regresa también “impresionado”. Como dice García-Planas “hay corresponsales que escriben lo que pasa y otros que escriben lo que queda”.

Es su mirada y conocimiento la que le permiten, con prudencia, ofrecer su opinión, en la que tras citar los países de la región que fueron aliados de Moscú son de nuevo eje de la confrontación este-oeste y afirma: “el retorno de Rusia me parece natural, y tal y como están las cosas en Oriente Medio, necesario”.

No tiene claro qué posición abordará la nueva Administración estadounidense, pero recuerda que el diario Al Watan, nuevo órgano oficioso del régimen sirio, consideró una buena noticia la elección de Donald Trump.

Y añade el corresponsal que “a ellos lo que no les gustaba nada era ver a la señora Clinton”.

Para él está por ver “qué lleva detrás la ambigüedad retórica” del nuevo presidente estadounidense.

Aunque no duda de que el final del dominio territorial en Siria e Irak del grupo terrorista Estado Islámico tiene “el tiempo contado, sino los días”, advierte: “la lucha ideológica podrá durar mucho tiempo y no creo que sea fácil ganarla”.

Alcoverro alerta de la “debilidad” occidental frente al “extremismo bárbaro de un islam bárbaro que no es el islam de verdad” y atribuye una parte del éxito del reclutamiento al “deseo de aventura” de la juventud frente a la desesperanza y el aburrimiento de las zonas periféricas de las ciudades industriales.

“Una razón para vivir y prestigio como mártires”, aderezan ese cóctel, servido, según Alcoverro, con las “técnicas de Hollywood”.

Tras prevenir frente al “aumento del fanatismo”, que también se da “entre cristianos y judíos”, el corresponsal insiste en apuntar que “la identidad es nacionalismo y religión”.

Y como colofón lamenta el empleo “del miedo, que es muy contagioso y es un arma para todo el mundo”.

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