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Bojayá da adiós a las víctimas de la masacre y pide a Colombia que no la olvide

Familiares de víctimas de masacre, participan hoy en Bojayá (Colombia), del sepelio colectivo de sus parientes, después que en 2002 los pobladores de esta región vivieran una de las matanzas más cruentas del conflicto armado colombiano.

EFE

Bojayá (Colombia) —

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Bojayá, un pueblo marcado por la barbarie del conflicto armado colombiano, enterró este lunes a 99 víctimas de una de las masacres más cruentas que recuerde el país, al que pidió que no los olviden para no volver a ser blanco de la violencia.

Las inhumaciones se hicieron 17 años después de la masacre, perpetrada el 2 de mayo de 2002, cuando las FARC lanzó un cilindro bomba contra las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y el explosivo cayó en la iglesia donde se había refugiado parte del pueblo.

“Tuvimos que ir acosando al Estado para que las cosas no quedaran en el olvido, al Gobierno hay que estarlo chuzando (presionando)”, dijo a Efe Domingo Chalá Valencia, el sepulturero de Bojayá, en el selvático departamento del Chocó.

ADIÓS EN EL MAUSOLEO

Los 99 féretros, 49 de color café con restos de adultos y 50 blancos de niños, fueron sepultados en un mausoleo construido en los últimos meses en Bellavista, cabecera municipal de Bojayá.

Los sepulcros estaban marcados con el nombre de cada víctima y su fecha de nacimiento y en algunos de ellos los familiares escribieron un mensaje y pusieron una fotografía del fallecido.

Uno de ellos es el de Sonia del Carmen Hinestroza, nacida el 10 de febrero de 1955 y recordada por sus hijos como “un ejemplo a seguir”.

En el entierro, que ocupó durante horas a cuatro sepultureros y miembros de la Fiscalía, los habitantes de Bojayá estuvieron acompañados por la gubernamental Unidad para las Víctimas y por la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, mientras las cantaoras del pueblo rogaban: “señores de grupos armados, no más repetición”.

VIOLENCIA RECICLADA

Chalá, que con más de 70 años ya perdió la cuenta de cuántas veces vio la muerte en Bojayá, recordó hoy que tras la firma del acuerdo de paz de noviembre de 2016 las FARC pidieron perdón en dos ocasiones a la comunidad pero lamentó que ningún otro actor armado lo haya hecho.

“La FARC se comprometió a que Bellavista no lo tocaban más. Pero es la FARC, usted sabe que en Colombia hay muchos grupos al margen de la ley”, aseveró.

Durante los días de duelo los líderes comunitarios, la iglesia católica y organizaciones sociales denunciaron que el espacio que dejaron las AUC y las FARC es ocupado ahora por el Clan del Golfo, la principal banda criminal surgida del paramilitarismo, y la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN), por lo que temen que ocurra una nueva masacre en Bojayá.

En ese sentido, Chalá recordó que el 2 de mayo de 2002 la situación era muy similar a la de hoy y que cuando todo parecía estar en calma la gente quedó atrapada en el fuego cruzado, como teme que vuelva a ocurrir.

“Guerra advertida no mata a soldado, yo no puedo decirle a un paramilitar: 'no me pise aquí' porque me estoy comprometiendo, entonces ellos me tildan de guerrillero. Esa es la situación que hay aquí, que uno tiene que esperar el sufrimiento”, lamentó resignado.

RECUERDOS DE LA MASACRE

El entierro definitivo de las víctimas, identificadas después de años en fosas comunes, también avivó el recuerdo de la masacre que ocurrió en un lugar hoy abandonado y que la población conoce como Bellavista Viejo.

Durante la eucaristía de este lunes, el padre Antún Ramos, uno de los que sobrevivió a la masacre, afirmó: “si descansan los muertos también descansaremos los vivos”.

Eso lo tiene claro Chalá, que aún guarda el recuerdo de ese día cuando tuvo que meterse a la iglesia, según dice, entre unos 800 guerrilleros que todavía estaban en la zona, para ayudar a sacar los cadáveres, algo que lo llevaría a convertirse en sepulturero del pueblo.

“Me acabaron de convencer de que yo merecía ser el sepulturero, porque lo que yo hacía no lo hace todo el mundo. Hay personas que le tienen mucho asco al muerto, que creen que el muerto después de que se muere va a asustar. Yo no soy así”, apostilló.

ÚLTIMO ADIÓS

El pasado 11 de noviembre los habitantes de Bojayá recibieron los restos tras años de insistencia al Estado, con el apoyo de la Oficina en Colombia de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, para que identificara a los fallecidos.

En mayo de 2017, la Fiscalía los exhumó para identificarlos con la ayuda del Instituto de Medicina Legal, proceso que finalizó cuatro meses después.

Es por eso que a lo largo de esta semana Bojayá vivió un duelo que estuvo aplazado durante 17 años y para ello apeló a sus rituales tradicionales, tanto en los actos públicos como en los privados en los que los familiares tuvieron los momentos de intimidad que esperaron durante tanto tiempo.

A partir del martes comenzará el novenario de despedida y durante esos días serán sembrados 100 árboles en representación de cada víctima para que puedan descansar en paz.

Sin embargo, la tranquilidad para los bojayaceños solo llegará cuando el conflicto armado se vaya, razón por la cual el padre Sterling Londoño, de la diócesis de Quibdó, capital del Chocó, pidió a las autoridades que centren su atención en Bojayá.

“Las víctimas de Bojayá representan la mayor negación a la que ha sido sometido el pueblo afro, indígena y mestizo, ante lo cual debemos insistir en la visibilización”, aseveró el sacerdote, quien hizo un llamado a la paz que espera que sea escuchado por el Gobierno y por los grupos armados.

Jorge Gil Ángel

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