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Carla Morrison asegura que no se cree quele den premios “por tanto dolor”

Carla Morrison asegura que no se cree quele den premios "por tanto dolor"

EFE

Madrid —

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Carla Morrison supo que estaba en la buena senda cuando las lágrimas de amargura que inspiraron su primer LP, “Déjenme llorar”, se convirtieron un año después en un llanto de celebración tras recoger dos Grammy Latinos, incluido el de mejor disco alternativo, ante el gesto aprobatorio de Enrique Bunbury.

“No me podía creer que me dieran premios por tanto dolor”, ha afirmado hoy esta joven cantante y compositora en Madrid, donde actuará el próximo miércoles, antes de viajar al País Vasco para participar el próximo sábado 23 en el Bizkaia International Music Experience (BIME).

Considerada una de los valores más destacados de la nueva ola de música alternativa en Latinoamérica, Morrison (Tecate, México, 1986) es una artista autosuficiente que, con su ordenador, ha crecido al margen de las grandes discográficas, vendiendo “el carro o un teclado” para costear sus grabaciones, siempre en casa y siguiendo sus propias reglas. “No tengo disquera, pero tengo 'wifi'”, bromea.

Criada en una localidad fronteriza con EE.UU., país al que se mudó con 17 años, en su forma de entender la música resultó fundamental esa doble tradición en la que confluyen rancheras con el candor y melancolía de Patsy Cline.

De sus años en Arizona, tomó la filosofía “gringa” del artista independiente: “Yo hago lo que quiero y eso me hace feliz, no me importa si no vienen a verme”.

Pero sí fueron a verla, incluso artistas que siempre había idolatrado, como Julieta Venegas (“hablábamos de ella como la chica que se fue a México a echarle ganas”) o Café Tacvba, cuya canción “Mediodía” la inspiró profundamente para ser músico.

Tocó muchas puertas y pisó muchos escenarios, hasta que en el festival Vive Latino 2011 rompió el récord de la carpa más llena de la historia. Había editado tres EP: “Aprendiendo a aprender” (2009), “Mientras tú dormías” (2010) y “Jugando en serio” (2011).

Luego llegaría su primer disco de larga duración, “Déjenme llorar” (2012), que incluía “la mejor canción alternativa” de 2012, una reivindicación del derecho a ser frágil.

“Llorar no me hace incapaz”, reclama Morrison, una persona “rebelde” y transparente, con canciones narradas en primera persona. “A la gente le gusta mucho mi voz y mis letras, cómo puedo ser tan honesta hablando de cosas que todos hemos padecido, y me han dado las gracias por tener los pantalones para escribirlas”, afirma.

La Academia Latina de la Grabación la distinguió con dos premios que dieron alas además a esa nueva generación de artistas singulares que están logrando, opina ella, que “lo alternativo se esté convirtiendo un poco en lo 'mainstream'”, borrando un panorama radiofónico que parecía anclado “en los años noventa”.

Morrison trabaja ya en su segundo disco de estudio, que podría estar listo en 2014, ya que tiene un “montón de canciones, algunas muy amorosas y otras tristes de la anterior etapa”, buscando nuevos ángulos para hablar de amor y desamor, ahora que empieza “a comprender y a perdonar”.

No tiene título, pero sí la intención de abundar en una línea de producción “más sucia y alternativa”, de la que se encargaría Alejandro Jiménez, director de su banda y arreglista de “Déjenme llorar”.

Opositora del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, el mismo día que este ganó las elecciones, salió al escenario con una pancarta que decía que EPN no era su presidente.

“Poca gente lo hizo, pero no les culpo, porque incluso a mí me temblaban las piernas. Da cosa meterse en un tema tan delicado. Como músico solo quieres amor y paz, pero también soy del pueblo y no puedo hacer la vista gorda”, explica esta rebelde irredenta.

Por Javier Herrero.

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