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El último año de vida de Carmen Amaya, en fotos de Colita y Julio Ubiña

El último año de vida de Carmen Amaya, en fotos de Colita y Julio Ubiña

EFE

Barcelona —

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Medio centenar de fotografías realizadas por Colita y Julio Ubiña en 1963 se exhiben desde hoy y hasta el 7 de julio en el Palau de la Virreina de Barcelona, en una exposición que evoca la vida de la bailaora Carmen Amaya, coincidiendo con el cincuentenario de su muerte.

Las fotografías retratan las vivencias y los bailes de Carmen Amaya en 1963, su último año de vida, y desde un punto de vista estético participan del tono de la fotografía de los años 60, con fuertes contrastes entre luces y sombras.

Admirada por todos, Carmen Amaya está considerada como uno de los máximos exponentes del flamenco, ya que abrió nuevos caminos y revolucionó el baile.

Nacida en el barrio chabolista del Somorrostro barcelonés posiblemente en noviembre de 1913 (aunque algunas biografías sostienen que fue en el año 1917 o 1918), Amaya murió en Begur (Girona) el 19 de noviembre de 1963.

Según el comisario de la muestra, el galerista Fernando Peracho, la fama de Carmen Amaya traspasó fronteras y su arte se podría resumir en tres palabras: “raza, fuerza y bondad”.

La exposición sumerge al visitante en un recorrido cronológico por diferentes momentos de la vida artística y personal de Amaya, desde la llegada al aeropuerto de Barcelona procedente de México, el retorno al barrio del Somorrostro, donde había nacido, el rodaje de la mítica película “Los Tarantos”, de Rovira Beleta, o su última actuación en el Palau de la Música.

En la última sala, se recogen instantáneas de sus paseos por la Costa Brava, los momentos de mayor intimidad, y su muerte, que tuvo lugar el 19 de noviembre de 1963 en su casa de Begur (Girona).

La fotógrafa Colita, que aquel año, con 22 años, realizó un reportaje fotográfico del rodaje de “Los Tarantos”, ha señalado que esta película de Rovira Beleta, que inicialmente debía rodar Lola Flores, es “la historia de Romeo y Julieta pero dentro del mundo de los gitanos”.

El reportaje fotográfico recoge el descenso del avión que la había traído de México, donde Carmen Amaya y su familia estaban parados por una serie de problemas políticos, y el rodaje del filme, que representó a España en los Óscar.

Tras la película, Colita y muchos de los técnicos que la acompañaron en el rodaje decidieron seguir hasta Begur a la bailaora y convivieron con ella durante el verano. “Habíamos conocido a una diosa, y no queríamos que se acabara”.

“El 24 de agosto bailó por última vez en una actuación en beneficio de Begur, pero, al final, ya enferma, no pudo acabar unas alegrías, y murió en noviembre en Begur, donde ella quería ser enterrada”, relata Colita, sensiblemente enfadada al recordar que “el cuerpo de Carmen Amaya fue trasladado, con nocturnidad y sin aviso, al panteón de su marido, Juan Antonio Agüero, en Santander”.

La familia Agüero no ha querido, lamenta Colita, que se pusiera una placa conmemorativa en el panteón.

La fotógrafa señala que en esas últimas semanas de vida, “Carmen Amaya se enfrentó a la muerte con una gran serenidad y hasta en eso fue una persona única”.

Tras su muerte, “dejó un vacío increíble y aunque la noticia corrió por todo el mundo, quizá no tuvo la resonancia que merecía”.

Para Colita, Carmen Amaya fue “una de las grandes bailarinas del siglo XX, que se podría comparar a Nijinsky o Diáguilev”.

Tras su muerte, Colita se impuso “la responsabilidad de llevar el nombre de Carmen a cualquier lugar, porque la muerte definitiva es el olvido, y los fotógrafos luchamos precisamente contra el olvido”.

Confiesa que la primera vez la vio bailar sintió un “deslumbramiento”: “Fue en una pausa del rodaje de 'Los Tarantos' y todos los que estábamos allí viéndola acabamos llorando. Había visto flamenco, pero aquello era único”, rememora.

Colita atribuye el semblante serio con el que aparece en la mayoría de las fotos a la concentración de la artista mientras hacía su trabajo, pues “no era una 'vedette', ni una Pantoja, y solo sonreía cuando acababa de bailar o estaba en familia”.

La fotógrafa también tiene una explicación al desmantelamiento que se dice se produjo en la casa de Amaya en Begur: “Se llevaron cosas, pero no en el sentido de robo, sino como el que se lleva una reliquia, porque los gitanos la consideraban una santa”.

Colita tuvo oportunidad de fotografiar el arte de otros bailarines: Antonio Gades, que también participó en “Los Tarantos”, La Chunga o Cristina Hoyos, de la que dice es “una grandísima artista, excepcional, pero Carmen era una fuerza de la naturaleza”, zanja.

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