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Carmen Posadas, testigo invisible en la Rusia bolchevique y de los zares

Carmen Posadas, testigo invisible en la Rusia bolchevique y de los zares

EFE

Madrid —

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A Carmen Posadas le hubiera gustado vivir en primera persona la revolución bolchevique y la caída de los zares, ser testigo invisible de unos hechos sangrientos que cambiaron el rumbo de la Historia. Un deseo que ha podido cumplir a medias con la escritura de su nueva novela.

Ambientada en la Rusia de comienzos del siglo XX, “El testigo invisible” (Editorial Planeta), que así se titula precisamente lo nuevo de Posadas, mezcla realidad y ficción para contar cómo fue el trágico final de la dinastía Romanov.

El final del zar Nicolás II, de su esposa la zarina Alejandra y de sus cinco hijos, asesinados por quienes creyeron que con esta masacre “un mundo más justo, más solidario y, por supuesto, más libre era posible”.

“Es un momento de la Historia por el que siempre he sentido una enorme fascinación”, comenta a Efe la escritora uruguaya residente en Madrid desde 1965, cuando se instaló en España tras vivir en Londres, Buenos Aires y Moscú.

Allí, en la capital de la entonces Unión Soviética, en donde su padre ejerció como embajador de Uruguay y donde Carmen Posadas contrajo matrimonio por vez primera -cuenta divertida cómo ese día, siguiendo una tradición de muchas novias moscovitas, fue, vestida de blanco, a depositar su ramo ante la momia de Lenin- tuvo oportunidad de conocer a fondo cómo vivieron los Romanov y cómo fue su final.

“Era una historia que todo el mundo te contaba y sobre la que leí bastante”, recuerda la ganadora del Premio Planeta en 1998, a quien siempre le ha llamado la atención que haya existido “tanta fantasía” sobre una historia tal real.

Y comenta: “¡La cantidad que hay de falsas Anastasias, de zarevich resucitados!. Ahora, creo, ha salido una nueva Olga, que debe tener ciento sesenta años”. De ahí que cuando hace dos años comenzó a trabajar en esta novela tuviera “muy claro” que “de falsas Anastasias nada de nada”.

Han sido dos años de intenso trabajo, de “leer, leer y leer”, y en especial los diarios de los zares, del zarevich Alexei y de sus cuatro hermanas, las grandes duquesas Olga, Tatiana, María y Anastasia, entre otros muchos documentos. “Siempre me llamó la atención -comenta- que se inventaran tantas historias sobre los últimos Romanov, cuando la verdad, la real, está muy bien contada”.

Tanta búsqueda llevó a la escritora hasta el protagonista de su novela, Leonid Sednev, sirviente de la familia imperial desde muy niño y único superviviente de la matanza de Ekaterimburgo, la ciudad de los Urales en la que el 17 de julio de 1918 el zar y su familia fueron asesinados, en el sótano de la “casa del propósito especial” en la que los bolcheviques les confinaron.

Pinche de cocina en la realidad y deshollinador -en la corte de los zares a los de su oficio se les conocía por el nombre de water babys- en la ficción de Posadas, Leonid Sednev es el “testigo invisible” del día a día de la familia Romanov en su palacio de Alexander, en el San Petersburgo imperial que los bolcheviques rebautizaron como Petrogrado.

Desde su “tiznado laberinto de pasadizos y tuberías” de palacio, Leonid asiste a la vida cotidiana de las cuatro princesas más hermosas de la Europa de comienzos del siglo XX, y sufre con el sufrimiento de un zarevich enfermo de hemofilia, mal del que su madre se siente culpable.

El pequeño Leonid es testigo de cómo Nicolás II comete error tras error en su propósito de mantenerse como un gobernante autocrático, y de cómo la zarina Alejandra queda atrapada por el poder magnético de Grigori Efimovich Rasputin, el hombre más odiado del momento, “el zar en la sombra”, uno de los personajes más complejos y contradictorios que ha dado la Historia, alguien que como escribió Dostoiewski era capaz de “apropiarse” del alma y la voluntad de la gente.

El verdugo de los “ciudadanos” Romanov escribió unas memorias, recuerda Posadas, en las que cuenta cómo horas antes de la masacre el pequeño Leonid es invitado a abandonar la casa. “Por lo visto -destaca la autora- escribió unas memorias que se han perdido”.

Existen dos versiones sobre lo que le ocurrió al “testigo invisible” de la novela: “unos dicen que murió en las purgas de Stalin y otros que viajó a Sudamérica”.

A esta segunda opción se ha apuntado la autora al recrear a un anciano Leonid que, poco antes de su muerte en Uruguay, recuerda lo vivido, su historia de amor y lealtad con los Romanov.

“En el norte de mi país -recuerda Posadas- hay un pueblo en el que viven los descendientes de muchos rusos blancos (los que lograron escapar de la revolución bolchevique y salir de Rusia) y que todavía hoy siguen manteniendo sus tradiciones y hablando en ruso”.

Un anciano moribundo que, al igual que sostiene Carmen Posadas, piensa que “los grandes secretos (y su vida lo ha sido) son como los hechizos, que se desvanecen en cuanto se cuentan”.

Carlos Mínguez

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