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Casado no necesitó abanico para ganarse los vientos de renovación del PP

Casado no necesitó abanico para ganarse los vientos de renovación del PP

EFE

Madrid —

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El abanico patriótico con los colores de la bandera nacional con el que Soraya Sáenz de Santamaría ha visualizado la metáfora de lo que a su juicio debe ser el PP no le ha bastado para lograr que le sea favorable el viento renovador de este partido, que finalmente ha soplado del lado de Pablo Casado.

Por momentos, la batalla final del 19 congreso del PP, con los discursos de los contendientes previos a la votación, ha parecido más un concurso de televisión al mejor estilo de Operación Triunfo que una contienda política, sólo que en este caso las votaciones se han hecho como Dios manda, con urna y en secreto.

Incontables las veces en que los 2.000 compromisarios que han abarrotado el auditorio Príncipe Felipe del hotel donde se ha celebrado el cónclave han animado a sus candidatos con gritos, aplausos, de pie, sentados, mientras otro millar más que no cabía en el recinto ha seguido la jornada desde unas salas anexas.

Así, se han vuelto a repetir las voces de “¡Presidenta! ¡Presidenta!” dedicadas a Sáenz de Santamaría, hoy con un vestido azul oscuro, desde el mismo momento en que ha entrado en la sala, y los de “¡Presidente! ¡Presidente!” y los más mitineros de “¡Paaaaablo! ¡Paaaablo!” dirigidos a su contrincante.

Aunque el eslogan que ha resultado más conmovedor y que ha teletransportado a muchos a una asamblea ciudadana de Podemos ha sido el de “¡Unidad! ¡Unidad!”, coreado de forma unánime cada vez que alguno de los candidatos hablaba de integración, a modo de catarsis ante el miedo a una división catastrófica para el PP.

Los de Casado han tomado posiciones en el auditorio desde primera hora y han hecho más ruido, se han levantado más y han dado la impresión de haberse apoderado de la “escenografía”, según reconocían algunos sorayistas.

Pero también la exvicepresidenta ha recibido numerosas y largas ovaciones, lo que hacía difícil vaticinar un resultado sólo guiándose por el “aplausómetro”. Había que esperar a las urnas.

Sáenz de Santamaría, contundente, pausada, con dominio de los silencios, ha buscado el momento culminante de su discurso al exhibir el metafórico abanico con el que ha querido hacer ver que, al igual que su partido, se hace “grande y abierto” cuando se despliega.

Casado se ha limitado a enseñar un viejo y gastado carné del Partido Popular, y frente a la apelación de su contrincante a su experiencia en el Gobierno, ha ofrecido ilusión y renovación, con un tono muy mitinero, sin leer papeles, que al final ha resultado eficaz.

Como en la jornada de ayer con la despedida de Rajoy, también ha habido emoción y pupilas brillantes en los candidatos, con detalles casi dramáticos, como cuando Sáenz de Santamaría ha proclamado: “Nunca militaré en otro partido. Yo moriré siendo del PP”.

Emocionados también el marido de la candidata, Iván Rosa, y la esposa de Casado, Isabel Torres, presentes en el plenario, y Mariano Rajoy. La realización televisiva del acto ha sido extremadamente cuidadosa para evitar primeros planos que pudieran denotar que el presidente se inclinaba por uno u otra.

De hecho, ha sido uno de los pocos compromisarios que no ha votado, ahorrándose las largas colas desde las que los votantes no se atrevían a vaticinar ganador, aunque remarcaban la necesidad de integración -la palabra de moda en el PP- fuera quien fuera su próximo presidente.

Y ha sido Pablo Casado, victorioso en un insólito congreso extraordinario celebrado en el mismo hotel de las afueras de Madrid en el que Pedro Sánchez se hizo en 2014 con la secretaría general del PSOE, en pugna con Eduardo Madina.

Aunque para que entrara en La Moncloa todavía tuvieron que pasar muchas cosas.

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