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Catalina Muñoz, “la madre del sonajero”, el rostro humano de la Guerra Civil

El antropólogo forense Fernando Serrulla (d) entrega un dibujo del rostro de Catalina Muñoz, conocida como "la madre del sonajero" porque fue fusilada en Palencia en 1936 y enterrada junto al sonajero de su hijo Martín, entonces un bebe de 9 meses, a sus hijos Martín (2i) y Lucia (3i) y a sus nietas. Catalina ha recuperado 83 años después de su muerte su rostro humano, gracias a una técnica de antropología forense usada por primera vez con una víctima de la Guerra Civil.

EFE

Palencia —

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Catalina Muñoz, conocida como “la madre del sonajero” porque fue fusilada en 1936 en Palencia y enterrada junto al sonajero de su hijo Martín, ha recuperado 83 años después de su muerte su rostro humano gracias a una técnica de antropología forense usada por primera vez con una víctima de la Guerra Civil.

De Catalina Muñoz se sabía que tenía 37 años y cuatro hijos, que vivía en un pequeño pueblo de Palencia, Cevico de la Torre, y que se dedicaba a “sus labores” cuando fue acusada por algunos vecinos de haber amenazado a las autoridades y haber lavado la ropa de su marido tras una reyerta con falangistas poco antes de la guerra, por lo que fue detenida y fusilada el 22 de septiembre de 1936.

Ese día dejó a sus hijos huérfanos y se llevó a la tumba, guardado en el mandil, el sonajero de colores del más pequeño, Martín, un bebé nueve meses, que nunca supo cómo era su rostro y se tuvo que conformar con la imagen que le habían dibujado sus hermanos mayores, Lucía, Tomasa y Fernando.

Ahora, 83 años después, Lucía ha podido refrescar la memoria que tenía del rostro de su madre, un rostro que casi se le había borrado porque no guardaban ninguna fotografía de ella. Y Martín, que ni siquiera tenía el recuerdo, se ha podido asomar, por primera vez, a la imagen de esa madre que solo estaba en su imaginación.

Un sueño que ha hecho realidad la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Palencia y la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que recuperaron sus restos durante las exhumaciones del parque de La Carcavilla de Palencia y le devolvieron el nombre; y el antropólogo forense Fernando Serrulla y la artista forense Alba Sanín, que han unido la parte científica con la artística para dibujar una idea aproximada de cómo fue el rostro de Catalina Muñoz.

Este sábado se lo han mostrado y entregado a sus hijos Martín y Lucía, y a sus nietas y al resto de la familia congregada en la Biblioteca Pública de Palencia en torno al rostro de Catalina.

“Por fin hemos descansado. Estamos muy felices” ha afirmado a EFE Martina, la hija de Martín, emocionada porque hoy su padre ha visto cómo era su madre, y su tía Lucía ha podido recordar la cara que le robaron cuando solo tenía 11 años.

“Mi padre nunca imaginó que podría ver el rostro de su madre. Así que estamos felices porque la tenemos en casa”, ha añadido Martina, que no había imaginado a su abuela “de ninguna manera” pero ahora que lo ve, le saca un gran parecido con su padre, el pequeño Martín: “Sobre todo de la nariz para arriba”.

La que discrepa un poco es Lucía, porque el dibujo que hoy le han entregado no se ajusta al cien por cien a la imagen que ha guardado estos años: “Sí es ella, se parece a mi madre, pero cuando era más joven y tenía el pelo largo”, ha afirmado muy emocionada al recibir el dibujo y reconocer ojos y cejas, aunque no recordaba unos labios tan finos.

Y es que, como ha precisado a EFE Fernando Serrulla lo que han hecho “no es una reconstrucción del rostro de Catalina sino solo una aproximación facial, porque es imposible conocer con exactitud su cara”.

Hay elementos que necesariamente han tenido que inventar: “no sabemos cómo tenía las cejas, los labios, las orejas, el pelo que tenía o si estaba más o menos rellenita”, ha explicado insistiendo en que hay un margen de error relativamente amplio.

Pero sí se ha conseguido “dotar de humanidad” a un trabajo científico y dibujar “la dimensión humana” que tiene la tragedia de una guerra.

Y lo han hecho de una forma “relativamente fácil”, asegura. Con una técnica que está bastante desarrollada en el campo de la antropología forense pero que nunca se había empleado para poner rostro a una víctima de la Guerra Civil.

Gracias a ellos, hoy la familia de Catalina se ha llevado algo más que su recuerdo. Se ha llevado el rostro de una mujer que fue madre y abuela, el rostro del símbolo de todas las mujeres asesinadas y violentadas durante la guerra, el rostro de la que ya siempre será “la madre del sonajero”.

Almudena Álvarez

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