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Rivera logra el control total de Ciudadanos tras 13 años de liderazgo marcados por las crisis internas

2006: Rivera festeja, junto al entonces secretario general de Ciutadans, Antonio Robles y José Domingo, los tres primeros escaños en el Parlament de Catalunya

Carmen Moraga

Cuando en julio de 2006 Albert Rivera dio su primer discurso tras ser elegido presidente de Ciutadans –germen de Ciudadanos, un partido inicialmente circunscrito al ámbito catalán– en el Congreso fundacional de la formación, no era apenas conocido por el electorado. El joven abogado de 26 años se vio sorprendido por el entusiasmo con el que fue recibido por militantes y simpatizantes de la nueva organización. Rivera, cuentan algunos de ellos, fue muy aplaudido por los cientos de asistentes a aquel cónclave que vieron en él a un líder.

“Se subió a una silla e improvisó un magnífico discurso en el que desgranó todos los principios con los que abordamos el proyecto. Nos dejó sorprendidos”, recuerda el catedrático Francesc de Carreras, uno de los fundador de Ciutadans, y 'padrino' político de Rivera, del que fue profesor en su doctorado en la facultad de Derecho.

“Me llamó un día para saber cómo podía participar en el proyecto y le animé a ello”, sigue recordando el catedrático. Trece años después de aquella Asamblea fundacional De Carreras ha abandonado Ciudadanos desilusionado con la deriva a la que su pupilo ha llevado al partido. Su marcha, decidida hace meses pero desvelada ahora, pese a significar un duro y nuevo mazazo para Rivera ha sido acogida con frialdad por el propio líder naranja que suele utilizar su cuenta de Twitter para felicitar con rapidez a los deportistas españoles por sus éxitos, dar el pésame por fallecimientos y reaccionar a todo tipo de eventos. Esta vez ha callado.

De Carreras sigue recordando aquel primer “emocionante” cónclave en el que Rivera fue proclamado presidente del nuevo partido casi por una carambola. Al haber más de una lista y muchos interesados en figurar en ellas, el presidente del Congreso pidió que se llegara a un consenso. José Manuel Villegas, hoy en día uno de los más fieles escuderos de Rivera, sugirió que se colocara a los aspirantes por orden alfabético por sus nombres de pila.

Albert Rivera era el tercero de su lista pero la renuncia a ocupar cargos orgánicos de los dos compañeros que le precedían terminó situándole el primero. Su candidatura cosechó un gran apoyo. El Comité Ejecutivo quedó configurado por quince miembros. Junto a Rivera figuraban otros dos abogados, Antonio Robles, como secretario general, y José Domingo, que acompañaron al joven líder en su primera andadura.

La mayoría de los impulsores del proyecto, los llamados “fundadores”, declinaron ostentar cargos internos –como el propio De Carreras– al considerar que no iban a poder dedicar todo el tiempo necesario al partido. Además, creían haber cumplido su misión, la de poner en marcha el proyecto que había echado a andar poco más de un año antes con la creación de una Plataforma y la proclamación de un primer manifiesto que comenzó a circular con tan solo 15 firmas y al que posteriormente se adhirieron cientos de personalidades de todos los ámbitos, de Catalunya y de fuera de Catalunya.

Junto a De Carreras participaron en ese inicio Arcadi Espada, Xavier Pericay –que presentó hace unos días su dimisión–, Albert Boadella, Teresa Giménez –exUPyD–, Carlos Trias, Ponç Puigdevall, Iván Tubau. Ana Nuño. Félix Ovejero o Félix de Azúa, entre otros.

Ciutadans-Partit de la Ciutadanía –nombre con el que se registraron dado que el de Ciutadans de Catalunya lo tenía 'patentado' un grupo de Sitges–, comenzó su trayectoria con mucha ilusión y con unos claros objetivos: convertirse en un partido “transversal” que nacía para combatir a los nacionalismos.

Como relató el periodista Enric Company en su crónica de El País de aquel primer Congreso, Rivera, en su primera conferencia de prensa, afirmó que no querían definirse “sobre el esquema clásico derecha-izquierda” y habían optado por apostar “por valores como la libertad, la igualdad, la justicia y el bilingüismo”.

Rivera, que por entonces trabajaba en los servicios jurídicos de La Caixa, confesó a los periodistas que había dado el paso de unirse al proyecto porque se sentía “desengañado de los partidos tradicionales”, CiU, PSC y PP, a los que había votado en distintas elecciones. Según dejó escrito en su primer discurso ante el Fórum Europa, todos los que de una manera u otra se involucraron en esa “aventura” fue porque consideraron que era “bueno para España que hubiera un partido de ámbito nacional que no fuera nacionalista” y que “pudiera dar juego en un futuro a los grandes partidos de España” –por entonces, encarnados en el PP y el PSOE–, “porque eso haría que muchos de los pactos políticos, de la aritmética actual, cambiasen”.

El partido concurrió a las autonómicas catalanas de 2006 con aquel impactante cartel en el que Rivera aparecería desnudo, logrando tres diputados –el propio Rivera, Antonio Robles y José Domingo–, todo un éxito para una formación desconocida y que acababa de nacer.

La 'enmienda De Carreras' fijó la senda ideológica

En 2007 se convocó la I Asamblea en la que De Carreras impulsó su famosa enmienda –bautizada con su apellido– para definir a la formación como un partido “no nacionalista”, laico, liberal y progresista, encuadrado en el “socialismo democrático”.

Se trata del mismo De Carreras que se acaba de marchar y que en una carta muy crítica publicada en el diario El País y encabezada por un “Querido Albert” acusaba a Rivera de haberse convertido en “adolescente caprichoso” por negarse a facilitar ahora la gobernabilidad con una abstención en la investidura de Pedro Sánchez y evitar así que pacte con los nacionalistas, contra los que Ciudadanos aseguró haber nacido para combatir.

Lo cierto es que a lo largo de los trece años en los que Rivera lleva al frente del partido ejerciendo un híperliderazgo indiscutido e indiscutible han pasado muchas cosas. Ahora se sostiene que tras la dimisión de Toni Roldán y de Javiert Nart como miembros de la Ejecutiva del partido y la marcha de algunos otros cargos regionales, Ciudadanos está atravesando la “primera gran crisis” de su historia. Pero no es así. Ya en aquella I Asamblea General ya hubo choques entre el ala más progresista del partido y la liberal-conservadora. Pero Rivera superó el escollo y continuó como presidente. Fue entonces cuando el líder de Ciutadans empezó a recibir amenazas de los independentistas radicales, que, según denunció, llegaron incluso a enviarle por correo una carta con una foto suya y una bala.

Un año después, en 2008, Rivera intentó dar por primera vez el salto a la política nacional encabezando la candidatura por Barcelona de su plataforma y lanzado un spot en el que aparecía vestido de cirujano, con otros de los aspirantes a diputados, operando a un paciente para “extirparle” el mal del nacionalismo y las “mentiras” del bipartidismo del PP y PSOE. El fracaso fue rotundo y el propio Rivera se refugió nuevamente en Catalunya.

En 2009 el partido sufrió su primera gran crisis hasta el punto de que terminó en división después de que Rivera, ante el fracaso de las negociaciones con UPyD para concurrir juntos a las europeas, decidiera cerrar una coalición con Libertas, un partido xenófobo y antieuropeísta abanderado por el irlandés Declan Ganley.

Encabezando aquella candidatura Rivera colocó al empresario Miguel Durán. José Manuel Villegas fue su número dos. Otros, como Javier Nart, declinaron estar en esa lista. El Consejo General de la formación aprobó la propuesta por 36 votos a favor, 24 en contra y dos abstenciones, pero el resultado electoral fue un estrepitoso fracaso.

Aquella operación –cuya financiación nunca quedó clara– dejó marcado al partido provocando la dimisión irrevocable de los dos diputados autonómicos que compartían escaño junto a Rivera. Primero se fue Antonio Robles y poco después José Domingo, abandonos a los que se sucedieron otras dimisiones de sus cargos –como la del propio Villegas– y muchas bajas de militantes por considerar “vergonzoso” un pacto que, con el tiempo, el propio Rivera consideró “un grave error”.

En 2010 Rivera volvió a presentarse como candidato a la Presidencia de la Generalitat de Catalunya proponiendo reformar la ley electoral y que no se pudieran impulsar Iniciativas legislativas Populares (ILP) en el Parlament como la que se registró para prohibir de las corridas de toros en la comunidad. El partido aumentó algo su apoyo electoral pero mantuvo sus tres diputados en la cámara autonómica.

La primera 'alegría' tras el disgusto de la crisis de Libertas y la división del partido le llegó a Rivera en las nuevas autonómicas de 2012 donde pasó de tener tres a nueve diputados en el Parlament, entre ellos Inés Arrimadas, que poco a poco se fue convirtiendo en uno de los puntales del partido en Catalunya.

Dos años más tarde, en 2014, ya como Ciudadanos, la formación también consiguió dos eurodiputados en el parlamento Europeo: Javier Nart, que iba como cabeza de lista, y Juan Carlos Girauta , que en las generales de 2015 dejó el escaño a Carolina Punset, otra dirigente díscola.

Ciudadanos por entonces ya llevaba más de un año preparándose para expandirse por toda España a través del 'Movimiento Ciudadano' con el que Rivera se lanzó a la 'conquista' de un espacio político que creía abandonado: el centro.

En la red aún se pueden encontrar dos vídeos de aquellos actos, celebrados en el Teatro Goya de Madrid –de ahí que Rivera lo bautizara como “La Conjura del Goya”– en los que se refleja el entusiasmo que despertó la decisión de dejar de ser un partido estrictamente catalán. En esos vídeos se puede ver al fallecido exministro de Interior del PSOE Antoni Asunción, a Juan Carlos Girauta, a Carolina Punset, a Fernando Maura, a Luis Salvador –ex del PSOE– y a muchos de los actuales dirigentes del partido entusiasmados con Rivera, que proclamó que iban a reformar el Estado “por las buenas o por las urnas”.

Como invitados estelares asistieron, entre otros, el actual líder de Vox, Santiago Abascal y el expresidente de la Comunidad de Madrid Joaquín Leguina, así como periodistas y habituales tertulianos de medios conservadores como Antonio Pérez Henares o Isabel San Sebastián.

2015-2016: dos elecciones y pactos con Sánchez y Rajoy

El anuncio en 2015 de que Rivera daba el salto a la política nacional como candidato a La Moncloa dejando a Arrimadas al frente del partido en Catalunya no sorprendió especialmente. El líder ganó las primarias y se instaló en Madrid. A partir de ese momento comenzaron los vaivenes del partido –o más bien de Rivera– que provocan que muchos le tilden ahora de “veleta”.

En la campaña de las elecciones generales de 2015, tras lograr 40 diputados, Rivera aseguró una y otra vez que “nunca pactaría ni con Pedro Sánchez ni con Mariano Rajoy”. Pero no cumplió su palabra y, al ver que Rajoy renunciaba a presentarse, cerró, en febrero de 2016, un acuerdo de investidura con Sánchez, El pacto del Abrazo.

Aquel pacto “reformista y de progreso”, sin embargo, no prosperó. Unidas Podemos se negó a participar y Sánchez no quiso enfrentarse a la cúpula del partido y no abrió la puerta a los de Iglesias, pese a sumar con ellos más escaños. Hubo que ir a nuevas elecciones.

En julio de 2016 Rivera vio como el partido bajaba a de 40 a 32 escaños, es decir, perdía medio millón de votos. Los analistas achacaron esa bajada al acuerdo por “la izquierda” con Sánchez. Y entonces Rivera, aunque había repetido de nuevo una y otra vez que no apoyaría al líder del PP, miró a la derecha y pactó la investidura con Mariano Rajoy mientras pedía al PSOE que se abstuviera para no ir a unas terceras elecciones, lo que no quiere hacer ahora él con Sánchez.

Pero Sanchéz se mantuvo firme en su 'no es no' y sus propios compañeros socialistas le expulsaron de la Secretaría General del PSOE. La gestora que le sustituyó con el asturiano Javier Fernández al frente –y Susana Díaz mandando en la sombra– facilitó la abstención y Rajoy pudo gobernar sin tener que ir a una tercera convocatoria electoral.

Comienza la 'derechización' tras el cambio ideológico

Crecido por esa imagen de dirigente de “centro” capaz de pactar a derecha y a izquierda, Rivera se presentó de nuevo a revalidar el liderazgo en el partido. Volvió a ganar las primarias y, en febrero de 2017, la IV Asamblea General le ratificó en el cargo. A ese cónclave, que supuso la segunda gran crisis de Ciudadanos, llegó todo previamente 'cocinado'. El partido dio un giro ideológico y abandono el “socialismo democrático” para denominarse simplemente como “liberal, reformista y europeísta”.

Ese cambio provocó un goteo de bajas paulatinas, aunque sin que alcanzara a la cúpula del partido que en aquella Asamblea –en la que todo estaba 'bien atado'– cerró filas con el líder. Rivera sí tuvo enfrente a un débil sector crítico que intentó frenar, sin éxito, ese viraje ideológico, abanderado por los catalanes Sergio Sanz y el hoy eurodiputado Jordi Cañas.

Con todo, las críticas más feroces hacía Rivera llegaron de la eurodiputada Carolina Punset, que acusó al líder de haber convertido a Ciudadanos “en la marca blanca del PP”. En 2018 la valenciana daba un definitivo portazo al partido abandonando la militancia con una dura carta enviada a Rivera y publicada en exclusiva por eldiario.es.

Desde entonces, Rivera ha ido escorándose hacia la derecha sosteniendo a Rajoy en el Gobierno tras cerrar un pacto de investidura hasta que la moción de censura acabó con su mandato para respaldar como nuevo presidente a un 'resucitado' Pedro Sánchez. De aquella accidentada relación entre Rivera y Rajoy queda para el recuerdo la acusación que le hizo el exmandatario del PP tildándole de “aprovechategui”.

El dirigente de Ciudadanos comenzó la 'era Casado' convencido de que podría dar el sorpasso al partido conservador, tanto en las pasadas elecciones generales de abril como en las autonómicas y municipales de mayo, con el fin de ocupar su espacio político. Pero no lo logró, pese a crecer tanto en número de votos como de escaños en el Congreso. Pese a ello, con sus 57 diputados Rivera no tardó en proclamarse “jefe de la oposición” aunque el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, no le reconoce en ese papel.

Tampoco el PP ha consentido que Rivera le usurpe la hegemonía que junto al PSOE ha mantenido durante décadas.

Ciudadanos se ha tenido que conformar con entrar en los gobiernos de la mano de los populares, sin poder liderar ninguna autonomía, salvo Melilla y algunos ayuntamientos. Pero lo que más ha escocido al ala más progresista de su partido es que para poder entrar en las instituciones haya aceptado los votos de Vox, convirtiendo de facto al partido de extrema derecha en un aliado de su formación.

Esa “derechización”, junto a su inamovible decisión de votar en contra de la investidura de Pedro Sánchez sin contemplar siquiera una abstención para evitar que pacte con los “separatistas”, ha sido el origen de la actual grave crisis del partido que ha desembocado en la ruptura con el exprimer ministro francés Manuel Valls, las 'regañinas de varios fundadores, y en las dimisiones de Toni Roldan y Javier Nart como miembros de la Ejecutiva junto a la fuga de otros cargos regionales del partido. A ellos les ha seguido Pericay y puede que también otros dirigentes, como el exnúmero dos de la lista por Madrid de Rivera, el diputado Francisco de la Torre, que “reflexiona” sobre si marcharse.

Tras varias semanas en silencio y desparecido de los focos mediáticos, Rivera comparecía el pasado 28 de junio ante el Consejo General de Ciudadanos, donde retó a los críticos a fundar otro partido, logrando un cierre de filas y una larga ovación de los cerca de 150 miembros del máximo órgano entre Asambleas del partido.

Al cónclave no asistió Luis Garicano, cabeza de lista al Parlamento Europeo y principal dirigente del sector crítico con el que de nuevo se ha tenido que enfrentar Rivera diez años después de aquella otra gran crisis de 2009 por el pacto con Libertas de la que el líder de partido logró salir indemne. Algunos se preguntan si volverá a lograrlo ahora también.

De momento, las aguas internas que Rivera creía haber logrado calmar siguen bajando revueltas. El líder ha convocado otro Consejo General para el 29 de julio en el que con la excusa de “ampliar la Ejecutiva” aislará a los críticos y se rodeará de una mayoría fiel, dando entrada en la dirección a sus fichajes estrella: el exvicepresidente mundial de Coca-Cola, Marcos de Quinto; el abogado del Estado, Edmundo Bal, y el exdirector general de la Policía Nacional y de la Guardia Civil Joan Mesquida. Todos entraron como independientes, pero en plena crisis interna han decidido afiliarse al partido.

“Ciudadanos atrae talento”, presume el mismo Rivera que calla ante las bajas de históricos fundadores del partido, como Pericay o De Carreras, su padrino y el que le animó a entrar en el proyecto.

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